El pasado sábado 5 de abril, la escritora penquista Carla Retamal Pacheco volvió a Concepción para presentar su primera novela, que cuenta la historia de una abogada que llega a trabajar a la fiscalía de Alto Hospicio en la tramitación de causas de género y se sumerge de a poco en el desierto. En la clásica librería Página 128, el escritor Jorge Sanhueza se encargó de introducir este libro. Acá rescatamos su reseña.
Diablas (Aguarosa Ediciones, 2024) es una obra que sumerge dentro de los límites de un Chile desconocido para Chile, teniendo a Alto Hospicio como escenario, la comuna con mayor índice de delincuencia de acuerdo con estudios recientes.
En ella, Carla Retamal Pacheco nos narra las peripecias de Elena, una abogada penquista que, a falta de una mejor oferta, acepta un puesto de trabajo en el Norte Grande. Como un pez, que rompe por vez primera la superficie del agua para observar lo que hay más allá de donde termina mar, Elena es introducida a la miríada de estímulos que componen el estilo de vida en este remoto lugar: el ritmo que configura sus andanzas, la herencia cultural distinta a la que se puede encontrar en cualquier otra parte del país y su exótica vida nocturna.
Todo esto no hace sino sumir a nuestra protagonista en un estado del enamoramiento en que cada cosa que nos ofrece aquello que amamos nos parece nueva, única, auténtica y generosa, y vale decir que, como es propio de aquel estado también, viene acompañado de no darnos cuenta de que estamos cayendo ante el embrujo del amor. Es de esa forma, casi sin notarlo, que Elena encuentra en su corazón un lugar para este desierto.
Diablas es un thriller legal. Por un lado se respira y se sospecha la experiencia de su autora como abogada y, por el otro, el lector agradece que dicha experiencia sea puesta al servicio de nuestra entretención y de nuestro conocimiento; los mejores libros son aquellos que nos muestran mundos desconocidos y es difícil para el civil común imaginarse la vida de los abogados, personajes que la creencia popular ha denostado en ocasiones y que, sin embargo, se ven enfrentados día a día a lo más crudo que como humanidad podemos ofrecer.
Elena, que tiene como tarea recibir casos de violencia intrafamiliar, se ve expuesta a todo tipo de atrocidades, en ocasiones relatadas por sus propias víctimas. Un poco como los fumadores pasivos, Elena se ve afectada por los crímenes bestiales que otros ejecutan y siente hervir en carne propia la angustia de la violencia que contra sus congéneres se ejerce.
Hay una cita en el libro que viene de una película de Almodóvar, que dice: “una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma”. Las experiencias de Elena la embarcan en la búsqueda de aquella mujer que es la que Elena ha soñado de sí misma y, en esa travesía, se halla en una máscara que posiblemente haga alusión a la auténtica mujer que respira bajo su piel, una que es libre de elegir cómo vivir su vida y qué tanto disfrutarla.
Como las comparsas en las celebraciones nortinas que ella misma admira, Elena danza su camino en la vida misteriosa e intensa como el demonio en la máscara, hasta que comienza a descubrir el propio infierno que a su alrededor se cierne.
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