El reconocido sociólogo iquiqueño y Premio Nacional de Historia 2014 ahonda en su último libro “Claudina. Teatro, amor y revolución en la pampa salitrera” (Pampa Negra Ediciones), una novela sobre el teatro, la pampa y la lucha social de la mano del arte obrero del siglo XX.
La presentación de este libro en Santiago se realizará el próximo jueves 15 de mayo a las 18:30 hrs. en el Archivo Nacional, junto a la escritora y Premio Nacional Diamela Eltit y la historiadora Carolina Miranda.

“Me alegro que te haya gustado ‘Claudina’. Siento que este libro es más de ella que mío”, escribe el sociólogo e historiador iquiqueño Sergio González Miranda en el correo que intercambiamos con las preguntas que le mando a propósito de su más reciente libro: Claudina. Teatro, amor y revolución en la pampa salitrera, publicado por Pampa Negra Ediciones, casa oriunda de Antofagasta.
Parte de esta historia transcurre en esa región, específicamente en Tocopilla, donde una joven-niña Claudina llega desde Santiago, luego de un breve paso por la capital regional. Un paisaje distinto al sur de su infancia; formas de vida atravesadas diametralmente por el trabajo y sus condiciones a finales del siglo XX e inicios del siglo XXI.
Encarnada la historia en Claudina -cultura teatral, dirigente política y madre- este libro es sobre el arte como espacio emancipador, como herramienta educadora, como espacio de desarrollo personal, pero por sobre todo colectivo; sobre la creación como solidaridad a pesar de las condiciones materiales de la vida al lado del mar, luego en la pampa salitrera de Tarapacá y en los conventillos santiaguinos.
La historia -que incluye viajes en barco, tren, estrenos, partos, caminatas, protestas- es narrada por el Premio Nacional de Historia en este texto de 215 páginas; primera novela del autor, reconocido por su trabajo sobre el norte grande y la pampa salitrera, labor investigativa que le valió este galardón otorgado el 2014.
Claudina protagoniza esta historia entretejida con las vivencias y legados de personajes como Teresa Flores, Belén de Sárraga y Luis Emilio Recabarren, además de un peculiar vínculo con Arturo Alessandri. En sus desventuras, la artista forjó su destino; aprendió y lucho porque “hubo obreros que de analfabetos pasaron a ser poetas y cronistas”.
Tres décadas de trabajo se encuentran en estas emotivas páginas en las que se cruzan las voces de las hijas de Claudina, Rogelia y Marina, hijas de Claudina, así como un antiguo álbum familiar en el que ellas fueron fijando sus recuerdos, libretos teatrales y apariciones en la prensa. En esta novela se cruzan también otros referentes literarios del norte grande como Andrés Sabella, Oscar Bermúdez… ; referentes que estoy ávida de leer gracias a este libro-puerta; libro-memoria.

-¿Cómo describiría que fue pasar de la escritura pura y dura de la historiografía a la literatura con esta novela?
Fue un desafío y un temor natural, por ello tuve muchas dudas en publicar la novela. Fueron casi tres décadas que demoró este proceso de publicarla. Por cierto, pasaron muchos años en que estuvo olvidada en un cajón de mi escritorio. Sin embargo, sabía que tendría que publicarla algún día, era un compromiso con Claudina, Rogelia y Marina, además de muchas otras personas como Virginia Vidal y, por cierto, conmigo.
Mi problema no fue tanto diferenciarse de la historiografía «pura y dura», porque me he aproximado mucho a la microhistoria en mis últimos libros, algo que se aproxima a estilo literario.
–¿Qué nos deja a la sociedad actual revisar el mundo obrero como motor del teatro, la dramaturgia, salir del relato del trabajo al de la creación? O más que salir, poner esta otra subjetividad…
Eso es muy importante. Reflexionar en lo que se ha perdido culturalmente. Cuando se trató de eliminar de nuestra habla cotidiana el concepto de obrero u obrera, englobando todo en el concepto trabajador, se fue perdiendo una identidad que caracterizó a quienes levantaron periódicos obreros, poesía obrera, teatro obrero, movimientos sociales organizados por líderes obreros, memoriales obreros, etc. Era una cultura que prácticamente desapareció, donde lo principal era su ética del trabajo y de vida.
-¿Qué implica ver esto mismo en el caso de la figura de una mujer como Claudina?
Claudina es un ejemplo de esa cultura, donde los obreros y obreras vivían en umbrales próximos a la pobreza y, sin embargo, eran solidarios con aquellos que estaban en peores condiciones, como los cesantes y los damnificados. Claudina luchó -a través del teatro- por esas personas. Eso la hizo conocida hasta por Arturo Alessandri y, sin duda, por Recabarren.

-Sobre esto mismo, más específicamente, pudiera contarnos cómo describiría usted la carga poética, la potencia poética de las clases obreras. Muchas veces encontramos visiones que creen que cuando personajes de estas clases sociales poetizan no es verosímil…
A esas personas les invitaría a leer el libro «Poemario popular de Tarapacá» y el «Diccionario biográfico obrero» de Osvaldo López Mellafe.
–Este libro se comenzó a escribir hace muchos años. ¿Cómo es que inició este proyecto y que llegó a publicarse en este libro propiamente tal?
Surgió de forma espontánea. Me di cuenta que la historiografía, incluso la biografía, no podía expresar lo que fue la vida de Claudina y su relevancia un sujeto activo de esa época. Ella ofrecía una mirada hacia la intimidad del personaje y hacia lo público, los procesos históricos del primer tercio del siglo XX en la sociedad del salitre.
–El teatro tuvo en el contexto un gran rol educativo. ¿Cómo lo definiría para lograr dimensionarlo?
Fue fundamental. Ahora reconocemos la importancia de otras agencias, diferentes a la escuela, en el proceso educativo, pero, en esa época, cuando se negaba por grupos oligárquicos la posibilidad de una ley de instrucción primaria obligatoria -que solo pudo promulgarse en 1920 con Alessandri- las escuelas nocturnas para trabajadores creadas por organizaciones mutualistas fueron fundamentales, y también el teatro. Allí muchos aprendieron sus primeras letras, y también pudieron hablar en público. Claudina fue una gran promotora de esa enseñanza complementaria que iba más allá de su compromiso político.
–Cuando nos encontramos en Iquique le pregunté si había disfrutado el proceso de escritura pero usted me dijo que era un libro con una historia triste. Creo que este es un libro en el que la protagonista vive desventuras pero que logra cumplir sus sueños de cultura. Hablamos de una mujer que determinó sus circunstancias. ¿Cuán importante es poner este punto de vista en el campo de la representación?
Claudina fue un espíritu libre, pero debió luchar en contra de sus circunstancias, como su matrimonio, las enfermedades, las crisis, incluso la presión de su partido político, las persecuciones, etc. No la pasé bien escribiendo y aún así deseaba hacerlo.
-Publicó este libro en una editorial local, regional. ¿Por qué? ¿Cómo describiría el trabajo de Pampa Negra?
Porque no pretendo otra cosa que devolver a la región salitrera una historia que le pertenece. La editorial Pampa Negra me gustó desde un primer momento, hasta por su nombre, y porque tiene un propósito más cultural de rescate de narradores que comercial. Eso me gusta mucho.

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