Un ponencista suelto en Bogotá (cap. XI y XII)

Ahora bien, si el club nocturno es la noche sin concesiones ni remisión, el “Mol (sic) es su previsible anverso. En su recinto se sucumbe a la luz del día sin sol. Los habitantes se someten a este espacio para vivir bajo la claridad sin calor del reflector.

Alan García, a galope.

Quiso ser el rey, pero nunca pasó de ser un caballo acostumbrado a escapar saltando por encima de todas las piezas que le salían al frente. Al final se encontró acorralado por los peones (jueces y fiscales) que tanto despreciaba. Caballero nomás, Caballo Loco.

Un viaje personal a La Ciudad Perdida del Dios Mono

Los primeros capítulos de La Ciudad Perdida del Dios Mono parecen una síntesis de crónicas de saqueadores y aventureros, de self−made men ansiosos por dejar una huella en la historia antes que imaginar un pasado de curso diferente.

Esquirlas entre Santiago y Caracas

Para nadie es novedad que la escalada de la crisis venezolana lleva un tiempo en su punto de máxima ebullición. A estas alturas, sin embargo, abordarla desde un ángulo diáfano parece una tarea más que imposible, imprecisa.

Un ponencista suelto en Bogotá (cap. VII y VIII)

¿Está sumergido en un pantano impresionista? ¿Está proyectando su estado de ánimo en la melodía de un aparato fonador irritado? Se le aparece un terror de lingüistas armados con instrumentos de medición. Los expurga con los diez mantras inmorales de los mandingas de Memphis.

Bajo el peso de la noche II. Chile, dos escenas fluviales sobre ciudad, civilización y memoria. Primera escena: El Bío Bío.

La civilización es la forma moderna, «secularizada» o «ilustrada», de la evangelización. La espada y la cruz; la espada y la instrucción. Evangelización y civilización son procesos coloniales de asimilación forzada ―detrás estuvo siempre el poder de las armas― y aculturación que, en el caso del Wallmapu y sus habitantes, han atravesado las constelaciones históricas de la invasión imperial española y la ocupación estatal−nacional chilena.

Un 68 tropical: política y cultura en la Revolución cubana

Los primeros días de enero de 1968 comenzaron a reunirse en Cuba cientos de intelectuales de las más disímiles ocupaciones, procedencias geográficas y corrientes políticas. El motivo era el Congreso Cultural de La Habana (CCH).

La cultura no se consume, se produce.

Se trata de una instancia donde los artistas y los espectadores forman un todo, que se propone romper con los parámetros establecidos por la economía de libre mercado y la política gubernamental en torno a la cultura y las artes.