/ por Flavio Dalmazzo
Patricio Contreras Navarrete nació en Santiago el año 1989. Poeta, editor y crítico literario, es Licenciado en Literatura por la Universidad Diego Portales, fue becario de la Fundación Pablo Neruda en 2012 y ha obtenido diversos premios y reconocimientos dentro del país, además de publicar en medios escritos y digitales. Actualmente, junto al Movimiento Anagénesis y el Colectivo Poético Agua Maldita, organiza actividades políticas, sociales y culturales en diferentes comunas de la capital. Su poesía, que hereda en parte las preocupaciones cívico-políticas de José Ángel Cuevas y que guarda también cercanía con el tono callejero y barrial de narradores como Manuel Rojas y José Santos González Vera, se caracteriza por realizar una operación riesgosa: robo hormiga a la esfera de la alta cultura, en sus textos relucen referencias al cine, la música, la pintura e incluso a la mitología que, en el marco de una voz situada, atenta al deterioro de la vida urbana, sirven para leer el devenir social. Fútbol y tías que venden chicota, piños de cabros perdidos y memorias de una época mejor se conjugan aquí en tiempo presente: imágenes vistas al paso, a cuyo través aparece el ojo del poeta que no se oculta ni exime de manifestar su voz, en una veta enlazada a veces con un claro sentir latinoamericanista.
La siguiente muestra de poemas es un adelanto de Calle abierta, su primer libro, que será publicado por Balmaceda Arte Joven Ediciones.
Sobre héroes y Patricios
De chico alucinaba con escribir bajo un seudónimo, alguno fantástico como Pablo Neruda o Richard Lionheart. Más adelante me fijaría en Bob Dylan, Pablo de Rokha y Johnny Rotten, apodos con grandes historias detrás, rótulos con un sentido especial para el personaje que caracterizaban. Por eso se me ocurrió usar mi segundo nombre, Alejandro: alias usado por Fidel en la Sierra; apelativo del rey de Macedonia; epíteto griego que quiere decir “protector de la humanidad”. Alejandro Contreras no sonaba mal, pero era pura retórica. Mi viejo decidió llamarme Patricio por un amigo asesinado, un jovencísimo miembro del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, acribillado por la policía en la esquina de Concha y Toro con Arturo Prat, Puente Alto, a fines de 1985. Su nombre era Patricio González y en ello no hay espacio para la fantasía. Porque los héroes deben existir o no son y deben morir en combate si quieren ser dignos de la trascendencia. Esa fue la primera enseñanza que me dio mi viejo. Todo lo demás es pura historia.
Detengan el invierno en Puente Alto
A José Ángel Cuevas
Inhalar y exhalar el filo del aire
respirar los ripios de estas zonas violentas
sintiendo en los pulmones la escarcha de las plazas
con sus quiltros mojados / colillas / vidrios rotos
y ese cuchillo frío pasándote por la garganta
que afuera va podando la maleza sobrante en este país de ficción
Es muy probable que nunca lo entiendan
que no hayan sentido jamás esta carencia:
versos hacinados imitando a la miseria
y la diferencia gélida / la lucha de clases
el rastro húmedo que deja el desamparo
la espalda antes del látigo / el corazón de adobe
las casitas de la UP antes del Metro y el Mall
(Y ahora nos vienen con la primicia:
SANTIAGO PASA POR UNA OLA POLAR
aunque siempre sea invierno en Bajos de Mena
en la Nocedal / la Padre Hurtado / la Marta Brunet
y otras tierras de nadie donde las fieras
se pelean lo poco que nos va quedando)
Me duele esta mierda / porros nevados
el frío carcomiendo la raíz misma del hueso
Chile como una fiesta con derecho de admisión
que acabará a balazos / sin pena ni gloria
y es muy posible que busquen a los culpables
en las casitas sin subsidio del viejo Puente Alto
en esta comunita levantada sobre escombros
donde antes sólo habían vacas y caballos
Santa Rosa blues
Dos tipos discutiendo sobre educación
en la esquina de Santa Rosa con Placer
y eso que aquí se enseña a correazos
y eso que aquí se mata por dos lucas
El mundo está cambiando
pero / ¿por qué?
¿Cómo es posible distinguir entre
una calle y un látigo / un cité y un puñal?
Santa Rosa es otro ring de peso mosca
para el show nefasto de la lucha de clases
El mundo está cambiando
pero / ¿para qué?
—¡A mí no me ladres mocoso insolente
pendejo de mierda / cabro chico culiao!
La parrilla siempre huele a perro tieso
y llevamos droga oculta en las zapatillas
El mundo está cambiando
pero / ¿para quién?
Homenaje al jazzman que toca afuera
del Metro Protectora de la Infancia
Un saxofón atrevido / una boina negra
una chaquetita color verde olivo
–pequeño guiño a los barbudos cubanos–
y la actitud desafiante de los músicos de la urbe
que tocan indiferentes a la melodía capitalina
y empuñan su instrumento con insolencia
Si le pregunto su nombre no me lo diría
y no es necesario: la música no tiene rótulos
cuando fluye urgente por las calles de Puente Alto
levantando a los muertos / encantando víboras
poniendo una cajita vacía a pelear con las fieras
con la dignidad única de quien –después del trabajo–
se vira a su casa mirando a los ojos al patrón
sabiendo que varios preferirían ser músicos
antes de regalarle toda la puta jornada
a un puñado de tipos que no se lo merecen
Una cancha con tu nombre
Mi padre siempre me decía
que el fútbol cambia de perspectiva
cuando juegas para gambetear al hambre
cuando sales a la cancha para olvidar que
en tu casa te espera lo mismo: el viejo llorando
el refri vacío / tus hermanos peleando otra vez
para ver quién se come el último pedazo de pan
Entonces me lo imagino en su relato
a pata pelada / una pelota de trapo
–hecha por él mismo– para darle un pelotazo
en la cara al destino y las malas lenguas
para burlar en la cancha a esos que te dicen:
No vas a llegar a ninguna parte
Los pobres se quedan donde mismo
El fútbol jamás te va a parar la olla
Y hoy da igual / nos reímos juntos
de que la calle Circunvalación ahora
se llame Charles Aránguiz Sandoval
y yo pienso que esa cancha que fue de tierra
que está detrás de la iglesia –en la esquina
de Tocornal Grez con Sargento Menadier–
debería llamarse Raúl Contreras Navarro.
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[Portada] Foto de María José Ibáñez
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