/ por Parménides Soto
I
El pasillo es un animal esquivo
Exigente con quien codicia
Su atormentada y bella carne.
Por eso
Debes ser paciente voraz pasajero
Que la reja entornada no te tiente
Adentrarse en esta estancia
es perder paso a paso
La apacible sencillez
De su frágil figura.
Recuerda que para él
Seguirás siendo
El que no sabe cómo detenerse
En el espacio
Para arrancarle una franjita de cielo
Al tiempo.
Miércoles 24 de agosto de 2016 / 18:27:34 / Angamos Oeste, Lima.
II
La soledad del pasillo responde con un silencio tremendo
Nuestras peregrinas inquisiciones.
Intentarás, inquieto caminante
Penetrar el misterio del callejón.
Comprenderás -si es que comprendes-
que entrar en su lenguaje lívido
Es ahuyentar la elusiva viudez
Que lo vertebra.
Recorrerlo es a fin de cuentas retraerlo
A la estrecha perspectiva de lo intestino.
Contrariado te retirarás
Sin saber que el pasillo
Entró y salió de tu cuerpo,
Enhebrado de soledades,
Sin poder zigzaguear, pero, aun así
Ebrio de abatidas bestias
Como el destello de una luz
Que nos parpadea muy deprisa el alma.
Como una muerte que nos moteja la médula
Con las secretas iniciales
De la ceniza y la sombra.
Miércoles 24 de agosto de 2016 / 18:27 / Bolognesi, Lima.
III
A diferencia del pasillo,
La galería es cerrada.
El suelo en ella
Envejece creyendo
Que el cielo es algo asequible.
La cerámica corta el piso en rombos
Como si al final del corredor
Tuviésemos que avanzar
A coronar la pieza enemiga.
Las argollas metálicas están aquí en cambio
Para apaciguar ese inútil afán de conquista.
Pero,
Si acaso lo esférico
Si acaso lo circular,
Nos devolviese al principio,
Sufriríamos ese atávico
Y redundante terror al retorno.
La cadena en la esquina por otra parte,
Yace rabiosa, risueña
Expectante, ovillada.
Nos susurra, con la tullida ternura
De las tunas, salmos de cerrazón.
Es el candado el último en cantar
La atrofiada estrofa del portón,
El chillido inquietante de la reja.
En la bóveda de esta severa gruta
Carente de aparición y profecía
Podrás presenciar, viajante,
El desgraciado milagro
De la propiedad y la clausura.
Cerciórate, de si allá atrás,
El pintor no continúa
Recluido al fondo
De los colores claros
De su paisaje abierto.
Míranos ahora escupirle el ojo a la culebra
Siéntenos huir con la belleza bajo el brazo.
Tómanos el tiempo que nos demoramos
En fumarnos el luminoso cadáver
De su esmirriado y supino misterio.
Miércoles 24 de agosto, 2016 / 18:26 / Lima, Jirón Carabaya.
IV
Tal como a los cerros
La tristeza embellece
A los pasillos.
Es mejor huir de su visión
Si no se sabe salvar el rictus
De su misteriosa amargura.
***
“Ya quisiera llorar yo como llora un pasillo”
Dice un antiguo estribillo altiplánico:
Llorar, con sorna sorda, impasible,
Con la dignidad dolorida y tersa
Que comparte, por cierto,
con algunos puentes derruidos.
Como un fantasma que perdió un zapato
Y sabe bien que eso ahora
no tiene mayor importancia.
“Ya quisiera llorar yo como llora un pasillo”
Repite, esta vez, con algo de cinismo:
Llorar
Sin derramar la más mínima sombra
De su espigada penumbra.
Porque si un pasillo llora como llora
Es porque nos conoce los triviales abismos
La incisiva estupidez de los domingos,
Las cotidianas catástrofes que pacta
El escombro, la argamasa y el musgo.
Llora porque sueña algún día
Convertirse en laberinto,
Y encerrarnos para siempre
Con la descomunal hambre
De nuestro más sanguinario
E irresistible monstruo.
Lunes, 22 de agosto, 2016 / 11:56 / Lima, Paseo de la República.
V
Es la hermosura huraña
De los santos mutilados
La que nos aprieta a diario
Toda esta sangre azorada.
Asomados por entre los barrotes
Nos contentamos con intuir
La atildada túnica,
El insinuado nimbo
Ribeteando la crisma,
Y el dulce dolor del yeso
Cuando por fin entiende
Los atributos de su figura.
Estamos condenados
A imaginarnos una y otra vez
La imagen del martirio y la gloria.
No tenemos alternativa:
La religión del signo
No admite disensos.
Y no nos extrañe que resurja
El miedo a las lunas nuevas
O ese imprevisto pavor
A encontrarnos hincados
Bajo las alucinadas higueras
De la calamidad y la costumbre.
El pasillo parece ser
Después de todo,
La requemada nave
De una capilla que no termina
De arder y consumirse.
La lección de sus rescoldos:
Antes de la muerte
La eternidad es un hecho
Incontrovertible.
Jueves, 18 de Agosto, 2016 / 10:11 / Lima, Comandante Espinar.
VI
Un pasillo cavila
Sobre la nada
Hasta enmarcarla.
Viejo proverbio persa (paradero 1 de Gran avenida. Calle Placer)
Jardinera
¿Quién morderá la lana roja,
Quién romperá los amuletos
Que nos hemos atado
contra la desgracia
Y la muerte?
Umbral
A la entrada del pasillo
Puede ser que recuerdes
Esas cosas que se escondieron
Muy calladas
Debajo de la sucesión
De días con lluvia
Y pan de ayer.
Cosas como la cara de la mujer
Que te enseñó a comer limón con sal,
Un día de verano, a la sombra del árbol
Y que lleva muerta hace ya algún tiempo.
Si te concentras podrás ver
En los ojos de la madre
Una infancia lejana
Asomar su juego
A orillas de la acequia.
Tenlo presente:
El pasillo es generoso
Con quien sabe abrazar
Su soberana sombra.
Fin de pasillos. / Lunes, 22 de agosto, 2016. / 13:44 / Lima.
VII
Vivimos oscuros, tranquilos y torpes
Como la paloma que bebe
El agua que escurre correosa
Por los adoquines del pasillo,
Y enferma de velados vuelos
Por ese fatal descuido.
Un chorro de tierra fría
Fulmina la posa que la lengua
De algún perro negro recalentó.
¡A buena hora destemplamos este charco
En el que se triza un trozo de cielo
Donde planeamos escardar las plumas!
Alguien aúlla, más allá de la cúpula
Y de esta tarde encapotada y dice:
¡Así surgieron las leyes
De mi cabeza pedrada,
Y así se ejecutó el enigma
De esta lengua iluminada!
Y enseguida,
Un ruido de vitrales rotos
Nos rebana la juventud
En diminutas lascas
Que preferimos no levantar,
Para que alguien más
Pueda cortarse los pies
Con su filosa corona
De días difusos.
Lo oímos, mientras el pasillo
Nos atrae a su muda matriz.
Avanzamos hacia él
Atraídos por quién sabe qué
Traqueteo de aguas grises.
Atrapados en la eternidad del roce,
Retomamos el arte circunflejo
De la navegación y el naufragio.
Embarcación y tempestad
En la edad de los destierros
Para avanzar y volver quebrándonos;
Para vivir abrazados al fragmento
De estos confines convexos.
Lunes, 31 de octubre de 2016 / 15:36:20 / Valparaíso.
VIII
Foto: Paulina Villavicencio Quezada.
Último pasillo
Ves, salimos de cada sepelio
Cantando todas esas cumbias
Que de bien chicos conocemos.
Les inventamos letras tristes
Que el trópico transforma
Hasta dejarlas difuminadas
Y tenues.
Todo es poco con tal de dominar
El arte de leerle la borra al pasillo
Y aspirar sorbos de luna caliente
Hasta hartarnos de hazaña
E insolencia.
Saldrá la noche a saldar sus deudas
Y dibujará didácticas nocturnas
Para que volvamos a visitar
Los lugares de la casa en que aprendimos
A pronunciar las cosas que queman.
Fue en ese humor de ramas ardiendo
Donde se habló de la latitud de las cosas perdidas,
Del porvenir del recuerdo,
Y de la posibilidad de un ocaso,
De un diluvio, y de otra vez un mundo.
Jugamos por última vez
A vernos motas de jugo seco
En la palma de la mano.
Y enseguida supimos de memoria
Los rincones en que se besan
Los amantes morenos.
La cumbia de los muertos cubrió las casas.
Se detuvo el milagro del causeo
En comedores puestos para visitas,
Y la hallulla sufrió en silencio,
La soledad de las fiestas de despedida.
-Nunca podremos salir de este pasillo,
Dijimos, dándonos cabezazos
Contra los muros inmensos.
Y ya estábamos afuera otra vez,
Interrogando a la ciudad sobre
Asuntos de importancia como:
Los propósitos ocultos del otoño
Las vías de evacuación del sueño.
O los dones del quebranto.
Nos respondió como lo habíamos
Acordado hace ya un buen tiempo:
Un golpe de frío en la nariz es sí
Dos estragos en el alma es no
Un tardío estupor de sesos
Ante la ingrata visión
Del eriazo y la desidia,
Son un tal vez,
Un ¡hasta cuándo!
O un ojalá.
Y el rumor de un lejano oleaje
En la sangre,
Tres puntos suspensivos…
Domingo 19 de febrero, 2017 / 13:35 / Valparaíso.
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