/ por Francisca Rodríguez
Buenas tardes a todos y a todas, creo que llegaron con bastante ánimo luego de hacer soberanía alimentaria. Quiero agradecer, por supuesto, la invitación y especialmente la discusión que tuvimos en conjunto con las organizaciones para situarnos en este contexto, incluso situarnos con miradas que pueden ser controversiales, diferentes, pero avanzamos hacia buscar y construir objetivos comunes. Por cierto, no todas las organizaciones tenemos la misma visión, también estamos en un proceso de construcción, en un retraso podríamos decir.
Llevo horas pensando cómo poder decir en tan sólo diez minutos lo que quiero decir. Mientras conversaba con Rafael Moreno,[1] él me decía: “usted quiere una nueva reforma agraria”. Pero, ¿cuál sería el objetivo? Yo inmediatamente empecé a pensar que el objetivo es seguir siendo campesinos y campesinas, seguir manteniendo la tierra, ser un sector que se proyecte y no ser más un sector en proyección. El objetivo es seguir con esta noble misión que tenemos de alimentar a los pueblos. Como decía el decano Santiago Urcelay acá, “¿qué es pueblo?” Yo respondo: todos nosotros somos pueblo. Y para nosotros, en tanto pueblo, el primer objetivo es ese: no queremos desaparecer, pero tampoco morir en el intento.
Por supuesto que debemos tener esta mirada acorde a los tiempos actuales. Nosotros traemos la memoria del pasado para reconocer lo importante que fue lo que vivimos, y esta actividad* nos permite poner cosas en común, hasta nuestras diferencias. Yo siempre pensé que cuando se cumplieran los 50 años de la Reforma Agraria íbamos a tener un inmenso debate, íbamos a poder construir nuestra propuesta, proyectar el futuro. La verdad es que no se nos dio, y tenemos que ser muy francos en relación con eso: no se nos dio. Por lo tanto, hemos tenido una conmemoración, para algunos una celebración. Y creo que ha sido importante porque pudimos sacar la palabra interdicta a la luz, porque durante todos estos años hablar de Reforma Agraria era atentar contra el sistema, contra el modelo que hoy día tenemos en la agricultura. Estábamos casi prohibidos. Claro, al principio nos dijeron que teníamos que postergar, que todavía no habláramos, porque esta democracia era débil, y así quedaron guardadas en el baúl de los recuerdos las banderas que levantamos, las mismas que nos dieron fuerza y nos hicieron crear un movimiento de unidad. Para nosotras la Reforma Agraria era un proceso inconcluso. Y tras esa bandera hoy hemos luchado incansablemente para estar sentados aquí, para poder recuperar la democracia del país.
En ese proceso creo que hay dos cosas importantes. En la mañana me habría gustado haberle dicho al obispo Manuel Camilo Vial algunas cosas que no se dijeron. Ciertamente, fue un papel importante el que jugó la iglesia, nos dio la posibilidad de mirarnos las caras, sentarnos juntos, y así poder avanzar en unidad a pesar de las diferencias que teníamos. Pero más allá de sentarnos sólo las organizaciones, nos sentamos con todo el mundo profesional desplazado, y junto a ellos construimos. Eso nos llevó a que, para el primer gobierno de la democracia, nosotros planteáramos nuestro proyecto agrario alternativo. Sí, tenemos punto de partida. Un punto de partida en ese proyecto agrario alternativo. Si lo revisamos, todavía tiene cosas válidas para trazar un proyecto de futuro. Y con los cambios que se han producido.
Si miran ahora a su alrededor, aparte de los estudiantes, a quienes saludamos, aquí estamos los dirigentes antiguos y los profesionales antiguos con quienes hicimos una propuesta. Aquí estamos los compañeros de la Confederación Nacional Campesina junto a los compañeros del Movimiento Unitario Campesino y Etnias de Chile, los que estuvimos en AGRA, los que estuvimos en el Grupo de Investigación Agraria, los que estuvieron en el Grupo de Estudios Agro Regionales, en SUR (Profesionales), quienes hicimos antes una propuesta común que nos llevó a tener ese Simposio Campesino en Punta de Tralca en 1982 para construir una mirada desde nosotros y nosotras, con un camino diferente que, por fortuna, hoy es una mesa de mujer.
Durante este proceso de resistencia las mujeres fuimos una pieza clave, descubrimos nuestro espacio en la organización, nos tomamos el espacio y, perdónenme compañeros, creo que hemos sido más osadas que ustedes. Será posiblemente porque nosotras en el primer período de la Reforma Agraria fuimos muy omitidas, no ausentes, pero sí omitidas. Hoy día sería imposible pensar una nueva propuesta de cambio, de transformación en la agricultura, de desarrollo rural que perfile una reforma agraria integral y popular, hecha con la gente, sin que nosotras estuviéramos. Hoy nadie podría negarnos el derecho a la tierra, nadie podría desconocer que durante los períodos más difíciles las mujeres hemos sostenido las familias campesinas, y muchos hoy día viven de los recursos que nosotras traemos de diferente forma, desde la producción campesina, la transformación y el trabajo fuera del hogar.
Creo que hoy estamos ante una situación diferente. Oscar de la Fuente, presidente de CONAGRO, decía el otro día: «los cambios de hoy día quizás no son generacionales, son de género», cosa que me llenó gratamente. No es por casualidad que existe la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (ANAMURI), una organización de mujeres campesinas que expresa la diversidad del mundo rural desde Arica hasta Coyhaique. Nacimos del conjunto de las organizaciones, no salimos de la nada. Salimos del caminar en conjunto con nuestros compañeros. Con ellos aprendimos, pero también nos dimos cuenta que necesitábamos y requeríamos de este espacio mayor. Entonces, cuando nosotras hablamos de un nuevo proceso de Reforma Agraria traemos toda esa mirada, todo ese caminar también de las mujeres que ha hecho que las organizaciones cambiemos la cara, que hace más participativa la acción del mundo rural, que hace más integral la lucha de los campesinos y campesinas. Creo que en ese sentido hemos contribuido, hemos aportado, y queremos desde esa mirada plantearnos…
[Me quedan tres minutos, pero hemos tenido tan poco tiempo las mujeres que dos minutos más no le hacen mal a nadie creo yo]
[Aplausos]
Misael Cuevas, presidente de la Federación Nacional Apícola, me ayudó a poder decir estas cosas, las mismas que estos días he tenido ahogadas. A lo mejor el gran reto sea que desde ahora empecemos la discusión sobre cuál es el futuro que queremos. Discusión que desde ahora nos permita analizar cuál ha sido el efecto y el impacto de la contrarreforma agraria, que todavía está en curso. Porque el éxito económico ocurre a costa de nuestro dolor, a nuestra cuesta, no es que la Reforma Agraria haya abierto las puertas a este modelo que hoy nos domina.
Nuestra propuesta, por supuesto, es la soberanía alimentaria. Es el eje político que hoy rige nuestro quehacer. No solamente como un derecho nuestro a producir, sino también como un derecho de los pueblos a tener una alimentación sana, nutritiva, como corresponde. Es poner fin al agronegocio. Es una reforma agraria social y popular, porque cuando estamos hablando de las transformaciones del campo lo hacemos en función de un país que hoy no tiene asegurada y garantizada su alimentación, un país donde su campo no es soberano. Hoy día somos un país dependiente. Por eso necesitamos una agricultura libre de transgénicos. Nosotros decimos que los tratados de libre comercio tienen que ser claros y transparentes o deben estar fuera de la agricultura. La agricultura campesina debe ser de base agroecológica, no solamente para garantizar alimentos sanos, sino también para combatir el cambio climático. Se debe valorar el papel de la mujer en la agricultura y en la alimentación, su papel histórico, el que hoy día más claramente se ve. Garantizar también el futuro de los jóvenes en el campo. Y estas no son propuestas nuevas. Estos 50 años nos han llevado a revisar los planteamientos históricos de la reforma agraria, y estas propuestas ya estaban. Incluso se decía que si nosotros eliminábamos la importación de alimentos, porque estamos en condiciones de producir, podríamos crear una serie de medidas para impedir que la juventud emigrara del campo.
Por último, quiero decir que no solamente lo estamos planteando hoy nosotros y nosotras. La Organización de Naciones Unidas −está aquí nuestro director regional, y tenemos que sentirnos muy contentos de que él esté, aunque también tenemos algunas diferencias, porque es bueno decirlo, las diferencias no son malas, hay que ponerlas sobre la mesa para discutirlas y avanzar−, subraya que «hoy la reforma agraria supone la principal esperanza para los millones de campesinos sin recursos de todo el mundo ya que les permitiría acceder de forma estable y equitativa a recursos básicos como la tierra y el agua» y escapar «del hambre y la pobreza».[2] Lo dice la FAO, y aquí está nuestro director regional, Julio Berdegué. También es bueno decir que no solamente la FAO, el relator de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas también lo señala. Y yo quería decirle esta mañana a monseñor Manuel Camilo Vial que nosotros hemos tenidos dos, tres encuentros con el Papa. Los campesinos llegamos al Vaticano. Y hay un planteamiento que yo creo que es importante señalar aquí. La Iglesia, en voz del Papa Francisco, dice: «El hambre es criminal, la alimentación es un derecho inalienable. Sé que algunos de ustedes reclaman una reforma agraria para solucionar alguno de estos problemas, y déjenme decirles que, en ciertos países, y acá cito el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, «la reforma agraria es además de una necesidad política, una obligación moral»».
Entonces no sólo lo estamos diciendo nosotros los campesinos, lo está diciendo la FAO, lo está diciendo la Iglesia, y lo estamos reclamando y proclamando los campesinos y campesinas del mundo. Acá en Chile creo que tendremos que abrir la puerta para este gran debate, al que no tenemos que hacerle el quite, no tenemos que tenerle miedo, porque se van a dar cuenta de la capacidad de iniciativa, de propuestas que aflorarán y de la disposición de lucha que tenemos que reanimar, porque si de algo nos ha despojado el sistema es precisamente de nuestra conciencia, y esa conciencia es la que tenemos que recuperar, porque de lo contrario seremos tarjeta postal, y cuando quieran hacer turismo rural lo único que van a encontrar es un campo homogéneo, con puros monocultivos como se ve hoy en Argentina: soja, soja, soja por todos lados. Eso nos va a pasar si es que no reaccionamos a tiempo, si no pensamos que tenemos que trabajar en la defensa de nuestros recursos naturales. Tenemos que proyectar una agricultura que responda a la necesidad de este país y no a las demandas que tienen los países de afuera, porque eso no nos deja ganancia a nosotros, les deja ganancias a las empresas.
Gracias.
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* Este discurso se realizó el 3 de agosto de 2017 en el marco del seminario Chile, a 50 años de la Reforma Agraria en la Casa Central de la Universidad de Chile. Francisca Rodríguez es una de las fundadoras de ANAMURI y de La Vía Campesina Internacional.
[1] Vicepresidente ejecutivo de la Corporación de la Reforma Agraria (CORA) entre 1964 y 1970.
[2] Artículo de prensa previo a la Conferencia Internacional sobre Reforma Agraria y Desarrollo Rural en Porto Alegre, 5 de marzo de 2006. © 2015 Europa Press.
[Portada] Memorias del Siglo XX – DIBAM
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