Felizmente en Chile asistimos hoy a un momento en que la diversidad sexual comienza a dejar de ser despreciada, poquito a poco la anomalía y la normalidad se vuelven categorías que dejan de servir para identificar nuestros deseos eróticos.
Sin embargo en una sociedad tan conservadora como la chilena, a pesar y a contramano de la pacatería reinante, existen quienes, antes del blanqueamiento, del adecentamiento, implicado en la palabra “Trans”, desde hace décadas se han constituido como una familia de valientes maricones.
Es@s valientes y esa valentía es la que alcanzamos a olfatear en el documental El gran circo pobre de Timoteo. Al ver la película parece que entramos a la carpa del Timoteo, pero nunca del todo, nos quedamos con un pie afuera también. Es así como la familia del Timoteo, cómplice de la mirada de la directora Lorena Giachino Torréns, nos deja ver el tránsito continuo de los protagonistas, que quiebra con la idea que nos pasa de contrabando la cultura hegemónica de las identidades dicotómicas, la idea del hombre en cuerpo de mujer ―y/o su anverso, la mujer en cuerpo de hombre. Los artistas del circo pasan de exacerbar lo supuestamente femenino hasta el hartazgo en su estética sobre el escenario, a ser trabajadores que cobran su sueldo, conversan sobre su salud y sobre el paso del tiempo fuera de la carpa. En la vida del circo, el trabajo y la vida se funden en un vaivén constante y la melancolía se cuela por todos lados, en la carpa, en los decires, en los paisajes y en los sonidos.
El lenguaje de los artistas del circo en su performance arriba del escenario, junto a sus vidas, antes y después de la función, nos muestran sexualidades en movimiento, que median no sólo en lo erótico, sino que están ahí todo el tiempo tramitando y resolviendo experiencias vitales diversas, sexualidades subversivas, no blanqueadas, plebeyas. Los artistas del Timoteo no se parecen a los activistas de las ONG, pero discursean fuerte, claro y lindo a través de sus actos, de su larga trayectoria de transformistas transhumantes en un país pobre y pacato, aportando desde su lugar a construir una mirada un poco más democrática sobre la diversidad sexual.
Es que a ratos parece que la reivindicación de la diversidad sexual omite a ciertos sujet@s, volviendo casi impalpable cualquier rastro de lo negro, lo popular, lo picante, lo imprudente, lo que espanta a los ojos del buen ciudadano. La mirada del documental, al poner en el centro a los transformistas del Timoteo, pero a la vez saltándose la majadera cuestión de la identidad y anclar la mirada en su experiencia vital centrada en el circo, permite disputar sentidos, colaborar en la desestigmatización y también disfrutar de una linda historia.
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