Muchos años de silencio hoy gritan por anhelos de saber dónde yace el Freddy de los años de El Morro, del Peda y del Plan Andino, respuesta que comienza a escribirse en enormes archivos que tratan de llegar a una verdad que parece llevarnos al fondo del mar.
Pisagua ocultó tras sus farellones y roqueríos torturas y muertes desde 1973 hasta finales de 1974, periodo en el que de manera sistemática fueron fusilados grupos de personas en ejecuciones que se realizaban en promedio cada fin de mes, dejando un total aproximado de treinta muertos. Fue posteriormente, en 1983, cuando fue utilizado como campo de relegación otra vez.
El tercer grupo de fusilados, en el que fue asesinado Freddy Taberna, está antecedido por otros dos episodios: uno el 29 de septiembre y otro el 10 de octubre. En el más urgente y temprano perdieron la vida dos funcionarios de Aduana, traídos en barco desde Valparaíso. Los militares justifican las primeras muertes como respuesta a un intento de fuga, lo que resulta casi imposible pensando en la geografía de Pisagua. La acción habría estado motivada más bien porque Jiménez y Calderón, militantes del Partido Socialista con preparación militar por haber sido Infantes de Marina, integraban una entidad que investigaba el contrabando y tráfico de drogas, lo que apuntaba directamente a las nuevas autoridades de Iquique; además de que ambos habían participado en la resistencia en un intento previo de golpe de Estado: eran peligrosos en una posición de poder con acceso a armamento y aparatos de comunicaciones.
Los siguientes, los del 10 de octubre, son Julio Cabezas, abogado del Fisco que había tenido problemas con el juez Mario Acuña, el mismo al que Freddy había acusado públicamente de narcotraficante, y que ahora era fiscal; y otros conflictos con el General Forestier por manejo de armas por parte de empresarios particulares. Junto a él son fusilados un grupo de funcionarios públicos que eran jefes de empresas estratégicas del Estado, además del soldado Miguel Nash, que se había negado a cumplir las órdenes de sus superiores luego del golpe. Por lo visto, según cuenta Adil Brkovic, abogado de varios de los casos de fusilados en Pisagua, “Mario Acuña como fiscal militar aprovecha y pasa cuentas”, y no sólo a Freddy.
Respecto a los asesinatos acontecidos en Pisagua, que los fusilamientos se hayan realizado de manera casi sistemática cada fin de mes, como señala Brkovic, “nos ha permitido ir identificando a los responsables dentro de esa misma sistematicidad”.
Otra clave en esta historia es lo que provocaron en Iquique los dos primeros fusilamientos, en los que fueron asesinadas personas que no tenían una evidente vinculación política ni razones para ser llevadas al paredón. Como relata el abogado, “eso genera una tremenda repercusión por lo que los militares instauran una institucionalidad jurídica a través de un Consejo de Guerra”.
“La muerte de Freddy se produce en un contexto de justificación, o de intento de dar legalidad a las muertes porque las ocurridas anteriormente habían causado una preocupación en la ciudad sobre lo que estaba pasando en Pisagua, donde habían fusilado a personas que no tenían motivos para ser asesinadas. Por ello arman un Consejo de Guerra, el que incluso publicitan en los periódicos. Tratan de seguir lo que el código de justicia militar establece respecto a un Consejo, entonces aceptan abogados. Incluso se producen algunos alegatos, pero finalmente igual se falla la condena a muerte”.
A pesar de esta nueva legalidad, el “Consejo de Guerra estuvo lleno de irregularidades. Sus integrantes fueron presionados a lleva a cabo acusaciones por delitos que en ese momento aun no estaban penados, como pertenecer a un partido político marxista. La verdad es que ese juicio no tiene ninguna validez desde el punto de vista legal”, explica Brkovic, en función a las investigaciones que ha venido realizando oficialmente desde el retorno a la democracia, procedimientos acompañados por hitos como la aparición de fosas en Pisagua el 2 de junio de 1990. Las declaraciones que los responsables deben hacer a la justicia y a los medios de comunicación son piezas importantes del caso, entre ellos Forestier, que es constantemente interrogado en 1998 por el periodista Jorge Escalante para las páginas del aún con vida diario La Nación.
Cuando sesiona el Consejo de Guerra que falla en contra de Freddy, éste estaba presidido por el capitán de la unidad de inteligencia de la ciudad de Arica: Sergio Espinoza Davies, encargado por todo ese mes de Pisagua como lo hiciera Pinochet en 1948. Según la investigación y las declaraciones de procesados en el juicio, él fue quien el día 30 de octubre dio la orden de disparar. En los noventa, Adil Brkovic estuvo con él en Pisagua, lugar donde fue interrogado por uno de los procesos judiciales que hoy se llevan a cabo, instancia en la que negó todo.
Que Espinoza Davies, ejecutor responsable de Freddy Taberna, haya pertenecido a facciones de inteligencia del Ejército no es casualidad. Es la investigación cursada por la justicia, tras la demanda presentada en 1990 por familiares en un juzgado de la comuna de Pozo Almonte, la que esclarece que las órdenes finales emanaban de funcionarios armados que pertenecían a dichas unidades.
Hoy, cuando el proceso ya tiene una larga historia, en la que incluso “la justicia militar lo sobreseyó y eso lo ratificó la Corte Suprema, y eso fue por prescripción, tenemos aclarado prácticamente el 99 por ciento de las muertes y quienes son los responsables de los cerca de treinta personas asesinadas en el lugar”, esto, tras la reapertura del caso en 1998 con el juez Guzmán.
Como señala Brkovic, “tenemos procesados a todos los implicados del 29 de septiembre, los del 10 de octubre y el caso de dos jóvenes en Iquique, Marín y Millar, asesinados en el Regimiento Telecomunicaciones. Tenemos procesados a los equipos de militares que estaban a cargo del campamento, que eran cambiados una vez al mes, a los fusileros, y a los oficiales de inteligencia, los que nos costó mucho descubrir. Ellos eran los que al final daban la orden de quién iba a vivir y quién iba a morir, decisión que no se tomaba en Pisagua, sino que en la VI División de Ejército sobre la base de los antecedentes que recolectaba Mario Acuña y su equipo de torturadores. El que decidía en última instancia era el General Forestier”.
Tras la apertura del caso, el abogado Brkovic vuelve a Pisagua para realizar las primeras investigaciones, acompañados del arqueólogo Olaf Olmos y el doctor Alberto Neuman, este último preso también en Pisagua traído desde Valparaíso, que, por su condición de médico, fue forzado a asistir los fusilamientos desde el punto de vista clínico, para la emisión de informes, entre otras cosas. Fue gracias a los recuerdos de Neuman que la investigación logra dar con la gran fosa en 1990, descubrimiento que causa un gran impacto en la sociedad chilena y el mundo. Pero ese no fue el único hallazgo. Además de esa gran fosa donde estaban los cuerpos de casi todos los fusilados en el lugar, encontraron una más pequeña, pero vacía. Presumen, y así lo ha indicado la investigación, que en dicho lugar estuvieron los cuerpos de las personas que hoy no han encontrado, entre ellos, Freddy Taberna y el conscripto Miguel Nash.
“Tenemos claridad de la existencia de una operación de cambio de cuerpos ocurrida en 1979, de acuerdo al testimonio de un militar que venía desde Arica junto a maquinaria para sacar los cadáveres momificados por la sal. Según su relato, los extraen, los queman y los tiran al mar, eso es lo que habría ocurrido con esos cuerpos”.
Esa pista hace pensar que materialmente Freddy se encuentra no en un solo punto, sino que, en muchas partes de ese mar de Iquique, el que vio cada mañana en sus jornadas de recolección de mariscos y al que seguramente extrañó cuando estuvo esos años de estudio en Santiago y Estados Unidos.
Para Jinny Arancibia, en vista de lo difícil que sería encontrar el cuerpo de Freddy y de los otros desaparecidos, señala: “ya da lo mismo donde estén sus restos, si los tiraron al mar, como me dijeron al principio. Bueno, como Freddy amaba tanto el mar, qué bueno que lo tiraron al mar. A mí lo que me duele, lo que nunca voy a perdonar es que él no esté, que no sea abuelo hoy día, que le faltó a mis hijos. Creo que nunca lo vamos a encontrar. El deseo era la desaparición total ya que para ellos Freddy era un peligro, por su liderazgo, porque podía conjugar estos dos ámbitos, el académico y el popular. Él nunca se desvinculó de su origen, nunca se perdió de su barrio, era como ellos y por otro lado lo veías en el ámbito más sofisticado. Freddy tenía esa capacidad. Yo creo que por eso tuvo también esa trascendencia y esa cosa con los jóvenes que nunca lo han olvidado”.
Consultado respecto a por qué hicieron desaparecer el cuerpo de Freddy y sus compañeros de fusilamiento, Adil responde que “a pesar de que ellos sabían que había cierta gente que deberían entregar, especialmente ellos, que fueron los condenados por un Consejo de Guerra y por los que incluso notificaron a las familias, no lo hicieron porque se podían volver a un espacio de reencuentro político”.
Según ha ido contando el proceso, “no es extraño lo de las cartas y las notificaciones. Muchos de estos mecanismos fueron usados para engañar a familiares sobre el paradero de sus presos. Por ejemplo, mandaron telegramas en nombre de personas quienes avisaban que habían sido dejados en libertad, pero en la ciudad de Arica, y éstos nunca volvieron. Sólo fueron encontrados en la gran fosa el año 90”.
“Cuesta mucho aprender a vivir con el dolor, porque eso de que se supera, no es verdad”, evalúa Jinny después de casi cuarenta años. “A pesar de todo el dolor, nadie se arrepiente de lo que vivimos y de los maravilloso que fue para nosotros la experiencia del gobierno de la Unidad Popular, las cosas que vivimos en esos años que nos hicieron sentir realizadas. A lo mejor, porque tuvimos eso, tuvimos la fortaleza para vivir, ni tan mal, porque hemos logrado armar familia, eso a mí me lo transmitió mucho, yo lo aprendí de él porque fue un hombre que disfrutaba la vida. Era un hombre como si hubiese sabido que iba a morir joven: todo lo disfrutaba, hasta las cosas más simples”.
Adil concluye señalando que “en general la investigación está resuelta, sólo que no nos ha tocado un buen ministro. En el caso específico de Freddy me denegó el procesamiento por considerar que había una sentencia que de alguna forma quitaba el dolo a los militares, cuestión súper discutible. Ellos tomaron la decisión de no procesar, pero voy a volver a la carga con ese tema, esto no está cerrado”.
Perfil del autor/a: