Cargo animitas en la espalda
y las manos teñidas
de sangre hirviendo
la sangre derramada de tu guerra.
Tú, no dices sus nombres,
los niegas, los escondes.
Yo; les canto y les honro.
Las llamo hermanas y hermanos,
los busco y los reclamo.
Quiero recorrer las grandes alamedas
con mi trova y mi romanza
a pies descalzos; libre.
No quiero tu verdad y tu normalidad,
no quiero tus grilletes,
tus prisiones clandestinas;
no quiero mis ojos vendados.
Quiero mi libertad insurrecta;
quiero mi dignidad y mi creencia.
Quiero velar a mis muertos
sin pavor a tu poder asesino
y a tus armas sin probidad ni justicia.
Sin miedo al séquito enajenado,
bravío y corrupto
que te blinda.
Desde tu voz que me censura
y tu rifle en mi toque de queda,
yo danzando voy.
sucumbo muero y renazco,
entre la comparsa y el tinku,
girando resisto;
en mi comparsa
entre mis desaparecidos.
Así los llamo:
hermanas y hermanos,
sin el cerco amenazante de tus balas,
balas de mi cañón en llamas,
llamas de mi humanidad,
mi humanidad que es un pacto,
un pacto que no es contigo,
no es contigo ni con tu demonio,
tu demonio que me levanta,
que levanta las miradas de mi gente
para mirarte de frente.
Tu pacto y mi pacto,
mi pacto social,
social como mi lucha,
la lucha de mis hermanos y hermanas,
de raza, de suelo,
de suelo que matas y torturas
que matas y torturas por no convenirte,
por ser un clamor combativo y guerrillero,
guerrillero a cara pintada,
más fuerte que tus sicarios,
animales criminales.
Quiero mirar de frente y desobediente
a los ojos de cualquiera de ustedes
y escupirles mi derecho, mi educación,
la clase que tú mismo nos inventaste,
el aullido fundido de nuestra insatisfacción,
por tus faltas de respeto,
por tus abusos y tu insolencia:
por tu indolencia.
No te dejaré dormir
ni a ti ni a tus demonios,
porque mis noches
no han de quedarse sin sueños
por tu neoliberalismo egoísta.
Yo ya estoy despierto
y vengo a levantarte.
Emerjo entre la flama
de la enardecida barricada;
traigo mis propios diablos
a cosechar tu siembra.
Al pobre que riega tu tierra
con sus temoresM
su piel indígena, extranjera,
a tu mujer desplazada y desclazada
que grita en su igualdad a tu conveniencia,
a los cuerpos diferentes,
cuerpos como el de él,
el de ella y el mío;
por cada uno de ellos vengo.
Seres humanos que palpitan contienda,
voces que gritan,
que protestan, que marchan.
Hoy no tememos,
hoy despertamos,
y haré brotar el fuego
aunque pierdas mis huellas
y mis huesos.
Nunca dejaré de abrazarme a tu cuello
aunque sepultes mis ojos
uno a uno,
porque otros llevarán mi nombre
colgando del cuello.
Seguiré observando, y tú,
en la conciencia de los otros,
en el canto de los otros,
en la voz trenzada en cada esquina;
en cada hoguera arderé,
en cada bandera negra flamearé,
porque mi convicción y mi discurso
no es tu coro dulcineo político aberrante.
Ciudadanos, ciudadanas,
compatriotas, chilenos y chilenas:
un llanto, una tierra;
porque tu pacto es de facto
y el mio es un canto,
el canto furioso del alma de un pueblo,
un pueblo unido que avanza de pie,
de pie y que jamás será vencido.