Vicuña Mackenna con Santa Isabel. 13 de agosto del 2019. A tres voces recordamos las palabras leídas –no así las improvisadas- en el marco del lanzamiento de “Ríos y provincias” (Editorial Montacerdos, 2019), presentado exactamente hace un año atrás, cuando nada hacía presagiar…
¿De qué va esta novela, el segundo libro de Romina Reyes? Eso es lo que nos cuentan desde estos archivos llevados impresos y/o en tablets al Bar Victoria exactamente hace un año atrás las escritoras Arelis Uribe, Paulina Flores y la autora misma. Para quienes estuvimos: nostalgia de los brindis en vivo, de los vinos de honor y los viejos amigos; para los que no: lean el libro.
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Arelis Uribe
El amor como el origen y solución de todos nuestros problemas
No sé cómo partir, así que lo haré de la manera más sencilla: yendo de lo general a lo particular. En lo general, en lo grueso, me gusta la estructura de este libro. Es bella y hacia el final coincide consigo misma. Las historias se unen como un delta invertido, como la juntura de dos ríos. En la mitad, cuando las historias comienzan a evidenciar su cruce, me perdí un rato. No entendía bien hacia dónde iba y qué estaba pasando. Quizá porque esa semana yo también estaba perdida. Se murió el papá de un amigo. Me encontré con un ex por voluntad y con otro ex por accidente. Me empecé a despojar de todo lo que soy en Chile para irme a vivir a otro país. Me perdí en la vida y entonces me perdí en el libro. Luego, cuando me reordené, también pude volver a la historia y volví a ese delta invertido, esos ríos que se unen. Eso, la estructura. Luego, la prosa. Me gusta la prosa de la Romina, la forma en que cuenta las cosas, es una prosa directa (probablemente porque viene del periodismo) pero también poética,, llena de frases bellas, que subrayé a lo largo de todo el río. Frases como:
“Es demasiado caro, me lo quiero robar. Disponerse al daño, ¿era lo mismo que amar? En su cara las cicatrices se confundían con las arrugas. ¿Qué importancia tiene el amor en tu vida? Toda. Lo busco, lo mendigo. Creo que todos mis problemas se relacionan con eso. ¿Por qué chucha Chile siempre se está cayendo? Crees que estar con alguien es cambiar. ¿Será que somos tontos o valientes? Me sentía segura porque estaba con Diego. La gente me dice que me quiere, luego me deja. Son poetas, dijo mi amigo, no saben pasarla bien. Me abrazó y nos dimos besos de arena. Estructuras que parecen estables hasta que te apoyas en ellas para avanzar. Escribe cartas en su cabeza que no llegan nunca al papel. Quise decir algo amable pero en lugar de eso salió una roca. Comprendía que toda despedida era momentánea y que la vida daba vueltas”.
Subrayaba esas frases y al lado, escribía comentarios. Anoté: “Zambra. Hábil. Ambiente y conflicto. ¡PAF! Hermoso. Sutiles pero profundos. Como si solo ella nombrara el mundo así. Las formas de Reinos están aquí. ¿Qué chucha es el amor? Metaliteratura. Soltar. Desprecio abierto. ¿The Clinic? Ver frágil a una mujer que me hizo sentir amenazada. Pobreza provincia. Poesía. Palíndromo. La dictadura como música incidental. Odiar a los padres. Escapar del amor y perseguirlo a la vez. Ay. Nacimiento y muerte, el empuje de la existencia”. Y dibujé corazones junto a la palabra “paradero” y junto a la frase “cuicos culiaos”.
Leer a la Romina me hace preguntarme por la generación literaria que conformamos. Sé que hay personas de nuestra edad que escriben libros en otro rollo, ficciones que nada dicen sobre la chilenidad, pero las tres que estamos aquí adelante esta noche, tenemos en común escribir ficción con mucho tinte autobiográfico. Y si la historia no está basada en nuestras propias heridas, entonces pertenece a la clase social de la que venimos. Los flaites, dice la Paulina. Proletas, les digo yo. No sé cómo les dice la Romina. Esa gente que aparece en este libro, que anda en micro, que vive en Recoleta, que se atiende en la salud pública, que es hija de profesionales de clase media, como profesores o periodistas (que, he descubierto, son lo mismo). Que se enamora de alguien por los poemas que escribe. Todo eso me hace encontrarme, porque mis personajes o los mundos que me interesa retratar también son esos. Nuestra generación ficciona entorno a las heridas de una clase media maltratada por la dictadura, aunque ya no estemos en dictadura.
“Ríos y provincias” tiene eso de lindo, de tocar las heridas. Y las heridas pueden verbalizarse, en frases como: tengo un hermano que vive en la calle, tengo un tío que está preso, mi papá es alcohólico, mi papá murió junto a una prostituta, mi mamá murió porque la atropelló una micro. Son secretos, verdades, dolores grandes que pueden resumirse en frases pequeñas, que develan lo que nos da tristeza, lo que nos hace frágiles.
Abordar las heridas —como ficción o no ficción— me parece muy valiente. Quiero pensar que las heridas de la Romina están presentes en su libro, aunque sé que ella no es ni Jaqueline ni Javiera.
Con la Romina nos pasó algo que también le sucede a los personajes de su libro. Eran tantas las coincidencias que algún día teníamos que encontrarnos. Yo fui al lanzamiento de Reinos, su libro de cuentos, en 2014, porque sabía que amigos de Noesnalaferia estarían ahí y porque nos conocíamos por Twitter. En ese entonces yo ni siquiera me había planteado la posibilidad de escribir un libro, la literatura no era algo que me pertenecía, yo estaba esa noche en el club Ramsay porque tenía amigos periodistas, no porque pensara la literatura. Después fui al lanzamiento de Qué vergüenza, el libro de la Paulina Flores, al que fui porque con la Pauli nos conocimos en un taller de crónica —de nuevo, periodismo— y en ese tiempo yo sí pensaba en escribir un libro, aunque no sabía si de ficción o no ficción. Y luego encontrar a la Romina en matrimonios, en cumpleaños de amigos, verla irse a estudiar a Argentina como yo también lo hice alguna vez, ir a su despedida en su casa, allá en el barrio Franklin, acompañando a otra amiga y ver, esa noche, también, a la Paulina. Y si nos encontramos es porque tenemos todo lo que nombré en común, además de tener el desafío de escribir en presente la literatura chilena. Eso hacemos nosotras tres acá esta noche, eso es este trío. Y me da mucha alegría que estemos las tres juntas, acoplando nuestras diferencias como esas piezas de puzzle que ninguna es igual pero sin embargo encajan. Sintiendo la alegría de lo generacional. En este mismo momento está la Paola Molina presentando su segundo libro “Ciudad satélite”, que habla de Maipú, igual como lo hace este libro.
Un amigo poeta, mucho más viejo que yo, me dijo una vez: “no olvides la guerrilla literaria”. Una guerrilla fundada en la rabia que me empujó a escribir libros, a crear cuentos que retrataran lugares que yo no había visto en la literatura. Barrios comunes descritos con palabras simples pero honestas. Entonces leí a Zambra, a la Paulina y a la Romina. Estamos en la misma guerrilla literaria, la que retrata personajes de la vida pequeña sentados en la cuneta. Eso sentí leyendo “Ríos y Provincias”. Ahora tengo ganas de leer lo que va a publicar la Pauli. Más adelante, cuando yo termine mi novela, espero que ellas también me lean.
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Paulina Flores
[Este un texto de autoficción basado en los correos electrónicos que Romina y yo intercambiamos durante los últimos cuatro años, cuando ella vivió en Buenos Aires. Fue pensado para su ejecución oral y responde en gran medida a las circunstancias que rodearon el lanzamiento. Fue leído un martes 13 de agosto curiosamente caluroso, con mucha emoción y en un tono que buscaba transmitir la ilusión epistolar].
Querida amiga:
Quizás no lo recuerdes, pero el último correo que nos enviamos, cuando todavía estabas en Argentina quedó incompleto. Creo que fue por la fecha en que tus papás fueron a verte a Buenos Aires para celebrar tu cumpleaños. Me adjuntabas el manuscrito de tu novela. El email empezaba de la siguiente forma: “Por este año este libro seguirá inédito, pero ya no es una decepción”.
Más abajo, incluías una poética narración sobre las actividades de celebración de tu natalicio por segunda vez en una ciudad que otra vez no era Santiago y terminaba con un misterioso: “A veces pensar en la magia, el destino, me ayuda a escribir. Pero lo que más me gustaría para esta novela”.
Ni siquiera pusiste los tres puntos, así de inconcluso quedó. Por supuesto, En ese momento, pensé que la falta de desenlace debía tener algo que ver con el cansancio asociado a los festejos del día de tu nacimiento. Porque de tu manejo del ritmo y la estructura en relatos de cualquier género, de eso no tuve dudas.
En fin, leí “Ríos y provincias”. Pero antes de hacerte mis comentarios, me permito algunos consejos para cuando sea su maravillosa presentación: En primer lugar, te recomiendo pedirles a los Club Particular que te diseñen un modelito para la ocasión. Ellos son los mejores y nada más soñado que un vestido hecho a medida. Segundo: creo que deberías pedirle a Arelis Uribe que presente el libro.
Dios sabe que fui injusta e envidiosa con ella. Pero espero pedirle perdón pronto y felicitarla por todas las alegrías que me perdí. Pienso que sería una buena presentadora porque debe ser matea con todas las cosas. Además, estoy segura de que la historia va a gustarle tanto como a mí. Quizás nunca vamos a ser grandes amigas con la Arelis, pero al igual que tú y yo se crió en una población y es esforzada como nosotras. Es una de nosotras. ¿Qué te parece a ti? Has pensado en alguien. Yo sigo disponible si todavía deseas que esté junto a ti en la mesa. Para mí sería de las felicidades más grandes.
Tercero: ojo con el lugar que vayas a elegir para el lanzamiento. No te vaya a pasar que cancelen todo a última hora y tengas que buscar un nuevo sitio en plena crisis nerviosa y con un día de anticipación. Yo creo que, si quieres tirar la casa por la ventana, y no debe ser de otra forma dada la importancia del evento, lo mejor sería elegir el departamento. Todas las veces que he ido a carretear ahí lo he pasado bien, aunque si te soy sincera, no recuerdo mucho las dimensiones del espacio. Debes imaginar porque… y si vamos a bailar, cae de cajón que tienes que pedirle a la Javiera Tapia que se encargue de la música. Ahí sí que sería el big bang de los feminismos.
Espero no te molesten mis sugerencias, ahora paso a lo importante:
Primero: amiga, tu novela es hermosa y su lectura fue una experiencia realmente maravillosa y sorprendente. ¿Cómo explicarlo?… creo que fue como vivir otra vida, completa y compleja. Una vida de principio y a fin. Fue como sentir que me quería quedar a vivir un poco ahí, como que no quería dejarla y como que siempre tenía deseos de volver a leerla. Creo que fue, citando aquel tan célebre libro, una forma de volver a casa.
Segundo: resulta sorprendente también comprobar cuánto mejoró con el tiempo. Lo digo en comparación con esos capítulos que me mandaste los primeros años de gestación. “Ríos y provincias” me confirma que una historia sólo puede y merece ser construida a partir del trabajo arduo, a través de una entrega completa. Y me alegra infinitamente porque sé cuántos años has dedicado de tu vida a su historia (4), y resulta fascinante constatar en un objeto real que ese esfuerzo dio frutos. Y, además, me llena de esperanzas y energías para con mi propio martirio creativo. Cuando me mandaste ese último mensaje de whatsapp diciéndome que debía seguir y entregarle mi corazón a la novela hasta encontrar mi propia voz, yo lo encontré medio cursi. Estaba realmente destrozada con mi escritura y no veía salida. Pero ahora, habiendo leído lo que lograste, no me queda más que darte la razón otra vez y felicitarte por tan magistral creación literaria a la que diste a luz.
Porque se acabó amiga, se acabó y aquí empieza la mejor parte: La parte de las lecturas, la comunicación íntima con los otros. Estoy segura de que nadie va a quedar indiferente con la historia de tu novela. Y vuelvo a repetirte lo que te dije hace algunos años: que yo no podría haber publicado mi primer libro si tú no lo hubieras hecho antes. Te admiro tanto amiga. Para mí eres como la ola, vienes con la ola. Con la belleza y misterio de su curvatura en cocción y con su frescura y fuerza al romper. Eres como ese tipo de mareas y brillas como la espuma. La poesía con que narras los últimos capítulos me hizo recordarlo.
Sobre los ambientes y los detalles: me conmovieron hasta lo más íntimo. Tantas tazas de té servidas, tantas manos conocidas cortando perejil y ajo. Levantándose para servir más hueco o quitando el cuesco a la palta.
Es cierto que historia también me dejó momentos de tristeza. Pero te digo: gracias también por eso. Cuando estuve de vacaciones, un día caminando media perdida por una ciudad que no conocía y que quise dominar infructuosamente, pensé en lo importante que es que una mujer como tú escriba. Es decir que las mujeres escriban, que publiquen libros, lo importante que es que haya todo un estallido de voces femeninas justo en este momento.
Puede ser que anduviera medio achispada por los bebestibles y el descanso de las vacaciones, pero pensé: ¡si esto no es na’ webeo! Avanzar hacia el derrocamiento del patriarcado no es na’ como legalizar la marihuana. Es algo importante. Son ciclos, milenios de injusticias, malos tratos y, por si fuera poco, violaciones. Es una gran responsabilidad porque además de hacerlo bien y hacerlo con el corazón, hay que hacerlo en honor de todas. Tú logras los tres puntos con creces.
Volviendo al punto, lo que quiero decir, es que lo que me pareció triste de la novela, al menos una de las cosas que me llevó a esos desolados pero hermosos momentos que narras, fue la devastadora forma en que opera el patriarcado en la vida de las mujeres, los personajes (o sea, con decirte que ni siquiera existe un género adecuado). Mejor digamos que las experiencias de Javiera y Jacqueline dan cuenta de ese castigo original, y es muy doloroso leerlo tan vivo. Sin embargo, a medida que avancé en la lectura me fui dando cuenta también de una hermosa paradoja en el género femenino: y es que este mundo puede lastimar a las mujeres, cortarlas profundo hasta dejar una cicatriz. El mundo puede quebrar a las mujeres, excepto si esa mujer tiene un hijo y es una niña. O si eres una hija y tienes una madre.
Y no quiero sonar provida. Lo que quiero decir es que la historia que me leí, que me contaste tan dulcemente al oído, esa historia la conozco bien. Es mi historia con mi madre y es la historia de mi madre con mi abuela. Y para mí, esa es la historia que va a salvarnos, amiga. Ese fue el libro que escribiste.
Para decirlo de otra forma copio un correo que me escribiste hace unos años:
“Justo justo anoche soñé contigo. Qué raro. Era como la mañana de un año nuevo, creo que habíamos pasado la noche carreteando y estábamos en una mesa con harta gente. Estaba el xx entre medio y otros amigos míos del pasado. Y yo veía algunas escenas como si viera un video. Tú estabai rubia y con el pelo corto y yo tenía tu mismo corte. Estábamos chasconas, claro, y como en pijama. Cuando vi la imagen en el sueño me dio la impresión de que éramos la misma persona. Y yo creo que es así, si al final ningún hueón va a entender lo que es para nosotras la literatura, ni escribir, ni todo lo que ponemos en esto”.
Pienso lo mismo. Somos la misma persona, amiga. Gracias por recordármelo, por mostrarme lo hermosa que puede ser la literatura imaginativa y por llenarme de energías para seguir escribiendo. Porque sólo ahora que tu publicaste tu novela puedo terminar yo con la mía.
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Romina Reyes
Esta novela
Tengo treinta años. Eso quiere decir que sé algunas cosas. Por ejemplo, que es mejor despertar sobria que vivir sobria, que los hombres en general, y en el amor, valen callampa, que las mujeres no somos mejores.
Llevo años fumando todos los días, tomando casi todos los fines de semana. Con periodos de abstinencia y depresión, seguidos por días de exuberancia. Esta novela la escribí a lo largo de todos estos años. Esta novela vino a mí a fines del 2013. Tomó forma el 2014, después de publicar Reinos. Gané una beca con esta novela, y la escribí el 2015 todos los fines de semana, mientras mi amigo Leo iba y volvía de carretear. Yo me quedaba en la casa con los gatos, y los ruidos nocturnos que me daban miedo. Organicé esta novela sobre la cama de mi pololo, que suavizó mi locura y me sanó de la depresión.
Viajé con esta novela a Argentina, la escribí en las nueve casas donde viví durante esos tres años. Le hablé de ella a mis amigas, a mis amores: en correos electrónicos, en micros, en los pasillos de la universidad, comiendo helados en un mcdonalds.
La escribí en mi diario de vida, en mis cuadernos de clases, aquellas clases de cuatro horas en las que no lograba concentrarme. La escribí en los pasillos del hospital donde vigilé mis enfermedades del ser mujer; con mi cuerpo histerizado y entregado a la medicina. La escribí junto a decenas de cartas de amor. La saqué de mí a la fuerza, partiéndome el corazón y la cabeza.
Quise publicarla locamente el 2017, incluso juré que podría morir antes de no publicarla. Ni me morí ni la publiqué. Esta novela fue rechazada, así como yo he sido rechazada. Entonces pensé que no tenía nada más dentro de mí para entregarle, sentí que lo había dado todo. Mi materia sensible, antes una masa, ahora era un hilo a punto de romperse.
Esta novela la escribí tres veces. Se llamó Imperio, se llamó Parecíamos eternas, y llegó a llamarse “Ríos y provincias”.
Volví a Chile con esta novela. La escribí todos los días de este verano, sudando frente al computador. Esta novela terminó de escribirse en marzo de este año, un día de fumigación, con calor y dolor de espalda. Al terminarla me sentía vacía, desnuda, después de haber dado todo lo que podía dar. Porque esta novela es todo de mí.
Llevo muchos años soñando con este momento, y no sé si llegará a parecerse a alguno de mis sueños. Caminado sola en Buenos Aires, con mi vida de inmigrante a cuestas, y la soledad que no se resolvía, inventaba discursos en mi cabeza que ahora no puedo recordar.
Tengo dos libros, una película, muchos diplomas. Caudales y caudales de capital simbólico.
Crecí queriendo ser escritora, no sé por qué. A veces me siento grande, poderosa, con un destino tocándome la cara. Otras me siento terriblemente corriente, lastimosamente pobre, ingenua, preguntándome cómo hacer para escribir y vivir, para escribir y pagar un arriendo, para llegar a una vejez que no sea miserable. Pienso en morir temprano, pienso en no tener hijos. Pienso en casarme con alguien que me dé una vida que yo sola no podré tener.
Cómo es que llegamos a ser escritoras. Cómo es que pensamos que podríamos hacer cosas por nosotras mismas. Sé que tiene que ver con nuestras madres, con nuestras abuelas. Sé que tiene que ver con las amigas que te abren la puerta a cualquier hora, sin preguntar nada. Con los amigos que saben que cuando la vida no tiene vuelta, no queda nada más que ir a bailar. Esta novela es para todas nosotras. Para las que desconfiamos de la pareja estable, de la heterosexualidad. Para las que hemos sido chaqueteadas años y años por hombres. En la casa, en el trabajo, en la calle. Esta novela no es para los abusadores, para los que creen que una mujer es una medalla que se pueden colgar en el pecho.
Esta novela es para las que sabemos que las mujeres podemos existir en nuestras relaciones con otras mujeres. Para las que sabemos que es este nuestro lazo fundamental.
Esta novela es un abrazo, es una voz que viene desde adentro y del futuro a decirte que no estás sola, que nada malo dura para siempre, que todo siempre encuentra la forma de acabarse. Que buscamos todo lo que nos pasa, que estamos llenas de voluntad.
Perfil del autor/a:
Equipo Editorial LRC