Mery Cortez Ortiz baila una marimba sola frente a La Moneda. Baila en memoria de su hijo arrebatado, mostrando su cuerpo que clama justicia. Un grupo de mujeres hace un círculo a su alrededor, conteniéndola en su dolor y protegiéndola de los agentes del Estado mortífero que asesinó a su hijo y a otras treinta personas más, hace un año. La mañana de este martes 13 de octubre, frente a la casa de gobierno, afirmada de las rejas, la madre exige la presencia del presidente Piñera, que se presente para responder quién mató a Romario Veloz.
Su cuerpo es expresión del dolor y la injusticia. Tiene razones de sobra para pensar que a Romario le tiraron a matar en La Serena por ser el negro de la marcha.
Mery viajó desde dicha ciudad hasta La Moneda para exigir respuestas al presidente vestida de amarillo, azul y rojo, los colores de su país de origen, Ecuador. La indignación la protege del miedo de mostrarse como sujeta portadora de todos los elementos que la configuran como una enemiga para el país: migrante, afrodescendiente, mujer, rebelde. Mientras clama por justicia, un tipo pasa y le grita “cállate negra”, a pesar del medio centenar de personas que la acompañan, y que caminaron con ella desde la Plaza de Armas, irrumpiendo el ya casi normal flujo de personas por el centro de Santiago. Pero esto no ha sido lo único que ha vivido: ya ha tenido que levantar tres veces el memorial de su hijo, destruido por desconocidos que suscriben a grupos neofascistas como Patria y Libertad. Con papeles con las arañas negras, la amenazaron para que retirara la querella que impuso para exigir justicia. Ahora también intentan acallarla los racistas que pasan, la miran y la insultan, como quien tira una irreverencia al viento. La indignación puede más.
Mery hace el tránsito doloroso desde La Plaza de Armas hasta La Moneda, contenida en su desolación por la compañera y madre de la hija de Romario, y un grupo de personas que se suman movidas por el sentido de humanidad. Familiares, colectivos e individues que se preguntan cuánta sangre más tendrá que ser derramada. La policía se muestra nerviosa ante el grupo de gente desarmada y sufriente, que sólo tiene como arma su voz y sus cuerpos para señalarles su responsabilidad en los asesinatos. Va a cumplirse un año, y nadie ha sido capaz de decirle a Mery el nombre del milico que mató a su hijo.
El 20 de octubre del 2019, nadie llamó a Mery para decirle que a Romario lo habían matado. Se enteró por las redes, por los comentarios arteros que hablaban de un negro indocumentado que había querido saquear el Mall. Romario llevaba 18 años en Chile, tenía pareja y una hija que hoy tiene 6 años. Por ella salió a manifestarse pacíficamente, tal como todas las personas que tuvieron que huir del fuego militar. Tres fueron alcanzados por las balas; sólo Romario murió. Tenía 26 años, estudiante y trabajador; cantante de hip hop y amante del freestyle. Hoy su madre y la madre de su hija le gritan al presidente, el mismo que les negó una pensión de gracia para la niña, que salga a dar la cara y responder por qué Romario Veloz hoy no está con nosotros.
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