Tras la invariable historia de subyugación, paternalismos y traiciones por parte de los sucesivos gobiernos chilenos, si no se habla con la verdad sobre la mesa y con respeto a la institucionalidad propia mapuche, se hace difícil tener a la vista alguna posibilidad de establecer algún acuerdo duradero, que busque mejorar la actual situación de tensión política.
Sumado a lo anterior, la intervención del sector privado se arrastra desde los inicios de la ocupación del territorio mapuche. Se puede afirmar, sin miedo a equivocarse, que fueron y siguen siendo los artífices e instigadores principales de la ocupación militar del territorio. Conforme avanzaba la invasión militar, se iba gestando la legalidad de la propiedad particular terrateniente sobre las tierras mapuche bajo ocupación, con la complicidad manifiesta de notarios, terratenientes o particulares usureros y autoridades fronterizas manifiestamente avaras. Si bien estos actos han logrado dar validez legal a las propiedades, luego de una larga cadena de inscripciones de compra y venta, no es menos cierto que esa validez legal solo tiene importancia ante la institucionalidad chilena, teniendo en consideración que la génesis de esas propiedades de dominios territoriales es fraudulenta.
Son estos los antecedentes y fundamentos que constituyen la columna vertebral de las reclamaciones territoriales de miles de comunidades mapuche en los distintos territorios del Wallmapuche. Demandas territoriales que superan por lejos las superficies de los Títulos de Merced, que mezquinamente impuso el Estado chileno para dar legalidad al reduccionismo territorial en las primeras décadas de la ocupación.
La reducción, las tierras chicas, el hacinamiento geográfico y humano, allí donde pocos quieren ver que la tasa de mortalidad infantil superaba calamitosamente la tasa de natalidad, como consecuencia de la falta de espacio para sembrar o criar animales para el sustento familiar, donde las familias eran prisioneras en sus propias tierras, porque cruzar los cercos del fundo se castigaba con la cárcel o la muerte, si la justicia la aplicaba el colono; donde el lamento de las mujeres y los niños huérfanos de la guerra no tuvieron socorro en el rincón de los cerros, hasta ahí donde los empujaron con la intención premeditada de borrar todo cuanto pudiese articular un sentimiento de pueblo o que llevara a las futuras generaciones a reclamar las tierras ancestrales.
¿Qué ha cambiado en la actualidad entre la relación del Estado con el pueblo mapuche? Nada ha cambiado de fondo, salvo que la maquinaria institucional chilena ha permeado vastos sectores mapuche con su política de asistencialismo de tierras, fomento económico y la coacción política partidista. Desde ahí resurge la voluntad manifiesta de buscar o establecer territorios autónomos e independientes de la administración del Estado, por parte de las comunidades y organizaciones mapuche más consecuentes, desarrollando acuerdos internos, estableciendo control territorial, e implantando principios y reconectando fragmentos de la historia, para brindar fundamentos irrefutables de la legitimidad de la lucha más contemporánea del pueblo mapuche.
El 20 de enero de 2020, las Comunidades Mapuche en Resistencia de Malleco informan y denuncian ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que la criminalización y persecución como consecuencia de la reclamación territorial. En su texto final reflexiona lo siguiente:
Reviste importancia señalar ante la Comisión que la criminalización de la protesta Mapuche ha sido usada como herramienta política por parte del Estado de Chile, para desentenderse de la responsabilidad que le atañe en un conflicto que tiene su origen en la ilegitimidad de la ocupación violenta y sin consentimiento del territorio Mapuche y que mientras exista memoria de esta verdad, las generaciones futuras del pueblo Mapuche continuarán su camino hacia la recomposición de nuestra nación.
Quizás el cúmulo de antecedentes expuestos en las siguientes páginas puedan aclarar las razones de la ira, ya que, tras años de investigación, esta obra conecta cada uno de los métodos de fraude y clarifica con bastante certeza los intereses políticos y económicos que se esconden tras la invasión militar del territorio mapuche.
Nuestro respeto y agradecimiento al Historiador y Doctor en Antropología Martín Correa Cabrera, por haber observado y juzgado con tal nivel de claridad los hechos acontecidos hace ya más de un siglo y medio, para presentarnos una correlación de acciones y hechos que permiten al lector juzgar con antecedentes la verdad respecto de la demanda territorial mapuche actual, tantas veces cuestionada, vilipendiada y tergiversada.
Finalmente, agradecer a los abuelos por la memoria guardada, a la mujer mapuche por su apoyo insustituible, a las familias de los mártires asesinados por el Estado, a los que soportan el frío de las cárceles y los largos años de condena por consecuencia moral, al wenuy no mapuche por comprender y compartir nuestra lucha, a los clandestinos y a los que caminan en defensa de la causa mapuche.
Un pueblo sin memoria, es un pueblo derrotado.
Rodrigo Curipan Levipan
Werken lof Rankilko – zona Bajo Malleko
Wall–Mapu: Malleco, lof Rankilko
17 de marzo, 2020.
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