Feña Celedón hace una pausa en su tarde para responder esta llamada. Está de paso por Santiago, visitando a su familia y amigxs, y escapando unas semanas del frío europeo. Lleva tres años viviendo en Barcelona, la ciudad en la que cada semana se sube al escenario, con sus tacones altos, maquillaje exuberante, vestido ajustado, para dar vida a “Norma Mor”. Su proyecto performático, conocido también como “Muerte a la Norma”, comenzó en 2016 como una apuesta por manifestar a través del cuerpo su demanda por la liberación de la diversidad y del género. Desde ahí, el camino independiente la ha llevado a tomar distintos roles: directora de arte, productora e investigadora sobre los límites del género a través del transformismo.
En las noches barcelonesas se presenta en uno de los lugares más Mainstream del travestismo. Entre luces neón, se sienta en una sofá rojo del bar “Candy Darling”, y micrófono en mano, comienza su talk show llamado “Kobra Kuir”. Los diálogos se mezclan para hablar sobre la infancia trans kuir, las nuevas masculinidades, ser travesti en la ruralidad, la homosexualidad en otras culturas o el deseo trans, entre otros temas, en los que profundiza junto a otres artistas disidentes. Al final, saben que se han tomado el espacio como una resistencia, para hablar sobre elles y sus identidades, desmontando binarismos y las construcciones culturales ancladas en la heteronormatividad.
En esta conversación, Norma Mor se apresura en poner como tema las condiciones en que trabajan las artistas disidentes y, más aun, las latinas. La convoca, la mueve la necesidad de politizar su condición de cuerpa trans migra porque eso la hace pertenecer, volver a sus raíces.
Has participado de una película porno de la cineasta Erika Lust, has presentado en el Museo Reina Sofía, en Madrid, y actualmente estás en tres proyectos relacionados a las disidencias sexuales y el arte performativo. ¿Cómo ha sido moverse en estos espacios para una migrante drag latina?
Migrar no es fácil para nadie. Muchas veces la gente cree que es súper regio, que estás en Europa, que todo fluye porque la ciudad te da cierto estatus, o cierta calidad de vida, que sí te lo da, pero me parece importante romper mitos respecto a la migración. Yo tenía una visión muy blanca y europea acerca de migrar, que se fue diluyendo durante los primeros meses. Migré muy consciente del contexto donde iba, me preparé, y quizás eso me ayudó a saber cómo posicionarme o cómo presentar mi trabajo dentro de la escena. También el nombre de mi proyecto “Muerte a la Norma” ayudó a posicionarme, y a que mi trabajo se comenzara a considerar. Se podía ver una propuesta con un mensaje claro, una idea concreta, un concepto que se desarrolla no solamente en el nombre, sino que en la estética, en el mensaje que entrega y en las formas de ser de la “Norma” dentro de esos espacios de performatividad.
La fusión disidencia – conciencia política – cuerpa migra – más ser drag fue una conjunción de elementos que hicieron tomar fuerza a mi trabajo. Considerando, además, que el trabajo de las drag en Barcelona está súper poco politizado: no hay mucha relación con el contexto político de las chicas porque hay un mercado gay que consume muy bien su trabajo. Es como si casi no hubiese necesidad de politizar porque está todo institucionalizado. Hay un montón de ONGs que acompañan, entonces, no hay tanto activismo que hacer en general.
¿Crees que hay una “colonización estética” en este mundo artístico?
Creo que estamos olvidando desde donde construimos nuestros personajes, que para mí están directamente relacionados con nuestras identidades. Podría hablar súper bien sobre Inti, una drag boliviana de RuPaul´s (reality de drags) de España, que presenta dentro de su estética una reivindicación de ciertos elementos, como su pelo, desdibujando un poco el límite entre el drag y la travesti.
Para mí la estética del drag está relacionada con lo kump, que es la exageración máxima de la construcción de feminidad de mujer. Me parece importante conjugar eso y tener conciencia, al momento de construir nuestros personajes, de la mujer que quiero representar. Va de la mano el feminismo donde se entiende que no solamente estamos reproduciendo una práctica escénica para la entretención y la satisfacción del mercado, también estamos poniendo nuestro trabajo dentro de contextos que tienen que estar politizados, sino alimentamos ese discurso terf que dice que las drag solamente perpetúan la violencia de género que sufre la mujer, un poco riéndose de la feminidad. Yo creo que es todo lo contrario, que el drag queen es una forma de enaltecer ciertas identidades femeninas.
Desde la reivindicación que haces de tu identidad cultural, con el acento que haces de la racialización hacia las artistas latinas, ¿cómo integras esas marginalidades?
Reivindico las estéticas de las mujeres latinas, partiendo por las mujeres de mi familia. Uso siempre el mismo color de pelo, que es oscuro, las trenzas, imitando a las cholas. Estéticamente tiene que ver con no querer reproducir una estética blanca. Por ejemplo, no uso lentes de contacto, no uso pelucas rubias y eso tiene que ver con asumir la colonización estética. ¿Por qué queremos ser esa mujer blanca? ¿por qué asumir esa estética que tienen las drags europeas o en Estados Unidos? Es importante conectar con las estéticas que tienen que ver con nuestras raíces.
¿Está la necesidad política cultural de construir nuevos relatos sobre les migrantes drag?
Sí, tiene que ver con ir más allá del cerco, de asumir nuestras identidades. Hablo como una cuerpa trans más que drag, politizando nuestras propias vidas y entendiendo que, por ejemplo, hay muchas travestis chicos que trabajan con la estética drag, que sufren discriminación en cuanto al deseo. Muchas cuerpas trans son fetichizadas y, por otro lado, hay una utilización de ese capital de deseo.
¿En qué sentido?
Que, en muchos casos, todos quieren relacionarse sexo – afectivamente con identidades trans, pero no se lxs presentan a las familias. Entonces, hay cierta utilización.
Pongo otro caso: hay campañas de una marca de ropa, pero no me estoy preguntando en qué condiciones vive esa cuerpa trans. Me parece importante politizar cómo el capitalismo está utilizando nuestras identidades. Veo la publicidad de Corona donde hay cuerpas gordas, trans, gente racializada. Se muestran identidades súper maximizadas, pero no estamos hablando de los problemas que tiene esa cuerpa gorda o trans no binaria y entendemos que los contextos no están pensados para que se hable de esa cuerpa sino para que sean utilizados. Es necesario hablar sobre esas cuerpas y cómo el mainstream nos utiliza. Es un arma de doble filo porque no quiere decir que no nos vamos a relacionar con el mainstream o con el capitalismo, sino en cómo generamos estrategias para que sea al revés.
¿Cuál es la fórmula que ves para lograr eso?
No dejar de usar esos espacios. Si soy una cuerpa trans y un nuevo rostro de marca x, buscaría la forma de problematizarlo, buscar medios de comunicación que me permitan visibilizar qué hay detrás de esa publicidad, de esa fama. El caso de Lux Pascal, una cuerpa trans súper mediática, hace tiempo no hablamos, pero entiendo que hay poca politización de parte de ella porque podría ser mucho más fuerte su aporte mediático. Si nos vamos a dejar utilizar por mainstream es importante tener claro qué estás haciendo. Ser conscientes de lo que estamos accionando. No dejar que sea una vorágine de consumo. Es decir, sí, nos están consumiendo, pero somos conscientes de cómo se está haciendo y politizarlo.
Desde una performance política, ¿de qué manera el drag muestra la precariedad que atraviesan a las artistas de las disidencias sexuales?
Bueno, creo que muy poca gente está hablando de la situación precaria en la que vivimos. Hay un montón de identidades trans que viven en precariedad por la discriminación laboral. La idea del cupo del laboral trans es súper importante porque se comienza a generar un determinismo social a partir de las identidades trans. La prostitución o vender nuestros cuerpas de alguna u otra forma no puede ser solamente el único camino para una cuerpa trans. Ahora hay más historias que empiezan a desmitificar esa narrativa de las cuerpas trans: tenemos una diputada trans, concejalas, hay gente en cargos, pero son identidades que vienen por contactos, son privilegiados, con un capital cultural mucho mayor. Es importante hablar de qué cuerpas trans están insertadas. Al final las drags pobres terminan siendo las más jodidas. También me parece súper importante visibilizar que esto que entretiene es muy mal pagado. Hay un círculo vicioso de precariedad. Por ejemplo, soy productor de una fiesta, tengo tanto dinero y quizás si son fiestas chicas no se puede pagar tanto y menos le pago a las drags.
Antes dijiste que en la medida en que buscas a la mujer que quieres ser también te cuestionas a qué tipo de mujer estas representando. ¿Te has visto en la necesidad de romper con tus propias normas que se van instalando en tu propuesta, quebrarlas y ser otra? ¿Cómo han sido esas transiciones identitarias?
Sí, va teniendo constantemente una evolución. Hoy trabajo un taller que se llama “Sin cuerpo, no hay drags”, de Tecnodrags, que se desprende de un texto de [Judith] Butler sobre la tecnología de género. Me parece importante entender nuestra identidad no solamente como dentro del drags, sino que también fuera, porque el trabajo drags se puede potenciar cuando hay una relación con nuestra identidad. Hay algo propio puesto en ese arte y es un trabajo que ha ido mutando.
Yo, al comienzo, no tenía mucha conciencia sobre lo que estaba construyendo y me sentí –sin desmerecer su trabajo- como una payasa porque entretengo y hago reír a la gente. Pero mi discurso en cuánto a mi identidad fue tomando forma en la medida en que comencé a cuestionar mi lugar de masculinidad, los privilegios, las cosas que no me gustan y comencé a identificarme más con lo femenino. Desde una entidad marika, de hombre cis, fui permeándome y encontrando cosas en esa búsqueda en lo femenino, de esa mujer que quiero representar. Y quiero cambiar la palabra representación por performear. Me parece que va mejor.
El 23 de enero pasado se cumplieron siete años de la muerte de Pedro Lemebel, un referente para la cultura popular, marginal, disidente y antinorma. ¿Qué relecturas haces de su obra?
Es fundamental su trabajo y, en general, el de las Yeguas del Apocalipsis porque nos entregaron un capital cultural que antes las marikas no teníamos. No había una voz dentro del arte y la cultura que nos hiciera empoderarnos, apropiarnos, sentirnos con la fuerza que nos da su narrativa, su forma de ser marika. Lo ácido que es, lo crítico. Siento que muchas veces a las marikas se les ha relacionado con esconderse, con agachar el moño e ir con cuidado. Lemebel presenta un panorama distinto del cual muchas marikas dicen quiero ser «esa marika», la que dice las cosas como son, que defiende lo suyo, que es clara. Al final, es un referente máximo de ser marika chilena.
A veces me dicen que escribo como Lemebel, y, digo, claro, si leí sus textos. Mi forma de ser marika pasa por ese legado de alguna u otra forma. En el caso de “Hija de Perra”, es tan importante su performance que hasta ahora las marikas hablamos como la Perra. Entonces, muchas marikas hemos construido nuestras identidades teniéndole como referente.
Perfil del autor/a: