¿Cómo se puede ser leal con el origen y los saberes que esa cuna trajo y, al mismo tiempo, dar lustre al trabajo de ese privilegio “llamado educación”? ¿Qué sentido tienen y para quiénes son los conocimientos letrados? ¿Podrá ese pan dar su sabrosura o estará añejo antes de leudar? Y aunque cantar por cantar, puede ser un regalo de calma, en tiempos de incerteza, no solo del alimento sobre la mesa, sino de espantos y galgos, de jaurías desatadas, hacerlo con sentido y razón une corazones y mentes, especulaciones y haceres, convierte el camino en ancho, aúna el trabajo cotidiano con el disciplinar, ese que en manos abiertas de hombres y mujeres que crean es siempre indisciplinado, quise decir, interdisciplinario. La academia colonial, patriarcal y aristocrática dice de la hibridez que es una “chacra” o un “charquicán”, como si la mezcla mestiza fuera fácil de lograr o no gustara al más refinado paladar. Quiere comer asepsias, correcciones, formalidades y aguantar las flatulencias de tan magros bocadillos, mantener a toda costa, sus propias maneras, pues si hay más platos en el mesón y muchos más comensales ¿dónde pondrá sus síntomas de obsesiones obsoletas?, ¿en qué mar de espejos pondrá las exclusiones en las que se empeña? Politizar la vida privada y la estética ha sido una premisa de quienes, en su visión generosa, han querido cambiar por abundancia y dicha las zonas de la miseria. La integridad de quien escribe, habla, enseña es la que logra unir lo que parece lejano, saberes que se sienten extraños, a Víctor desaparecido con el que canta en millones de voces: “ningún cañón borrará, el surco de tu arrozal, el derecho de vivir en paz”.
Política y estética en Víctor Jara da cuenta con acierto y maestría del proceso en que Jara se convirtió de cantor popular en cantante; el paso desde una cultura rural en la que predominaba la madre a una urbana, moderna, en que el Partido Comunista se convierte en el marco valórico elegido. Así mismo, este libro proyecta la obra de Víctor Jara a un presente musical y político que lo invoca y convoca, del mismo modo como también trae al presente a la Unidad Popular de la que él fue parte. Víctor Jara hace el camino desde la casa de la madre campesina a la Universidad Técnica; del seminario al Partido Comunista y del teatro al canto, de la dirección y la experimentación artística nos trae “Vamos por ancho camino”, siendo el primer videoclip chileno y el disco La población, el primero en aunar el testimonio directo de las y los pobladores con las canciones.
La escritura profunda y lúcida de Nicolás Román va uniendo vida y obra, la política y estética en Víctor Jara como si fuera una biografía intelectual. Esos tránsitos de Jara señalados por Román acompañan a los lectores y lectoras en sus propios caminos, especialmente, a aquellos que, por género, clase o al ser racializados han –y hemos– experimentado la cultura y lo letrado como una separación brutal con el origen. Política y estética en Víctor Jara sutura la dolorosa herida que implica decir separadamente culto y lo popular; como Violeta Parra también lo hace, uniendo la brecha entre la tradición y lo nuevo. Incluso estas reflexiones pueden saltar la brecha del pensamiento académico patriarcal que solo puede ver maestros y discípulos, todos hombres, por cierto, donde hay una rueda de conversación y colaboración. Este libro es letra que devuelve a quien lee la luz de su mirada, no solo santigua las penas, sino que se permite, con claridad avanzada, abrir los surcos del vivir. Hay libros que son canciones, que son la cueca punk de la academia o como este, ahora ante tus ojos y oídos, que son un canto a lo humano en verseá mayor. La olla de la casa materna se destapa y sale un humito oloroso que aroma estas letras con albahaca y romero de quien ya partió hace tiempo a rapear con maestría, su canción original; hermoso olivo del olivar. Vamos por ancho camino.
Política y estética en Víctor Jara,
Nicolás Román González
Prólogo de Rubí Carreño
Tiempo Robado editoras, Santiago, 2022, 122 pgs.
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