Estoy frente a ustedes para hablar de un libro: Plegarias a la Virgen de la Revolución, de Nicolás Cruz, quien de ahora en adelante será el hombre de los enormes ojos. Les permitiré elegir una versión del por qué estoy aquí. Primero, le pedí a Ismael, quien también es mi editor, que me incluyera en la presentación del libro de Nicolás, porque tenía que hacer una impresión tipográfica para este lanzamiento en el que nos encontramos hoy. Por ello, frente a la culpa de no tener el trabajo tipográfico listo, decidí al menos decir algunas palabras del libro de este hombre de los enormes ojos. Segundo, estoy aquí no solo porque fui citado en el libro de Nicolás, sino que también porque pertenecemos a la misma casa editorial e, independiente del género, a una misma temática, por ello me es imposible quedarme al margen, algo propio de quienes somos Leo.
Tercero, el hombre de los enormes ojos escribe: “a veces la vida te ofrece una ventana para mirar la realidad”; pues bien, la escritura cotidiana de Nicolás durante el estallido fue mi ventana, pues, confesando, no estuve durante octubre en el territorio nacional, andaba en tierras mexicanas, y pese a la accesibilidad de las imágenes de la prensa burguesa y a lo publicado por amigues y conocides en sus redes sociales, lo escrito cada noche por este hombre de los enormes ojos fue mucho más significativo, doloroso, angustiante; de hecho, este libro nace in situ, en una escritura vertiginosa y constante, ya que sus primeras versiones se encuentran en las redes sociales de Nicolás, textos que sagradamente leía al finalizar cada jornada de lucha, de rabia, de angustia, de preocupación, de activismo.
Con estas plegarias, por tanto, tengo un vínculo emocional y me alegra muchísimo que sea libro, que se me permita el recuerdo a través de estos 101 días narrados por Bagad, el locutor de Radio Bagdad. Y como no quiero dar la lata, ni sentirme el intérprete de todas las lecturas válidas sobre este libro, quisiera referirme solo a dos puntos, los que me parecen significativos personal y literariamente. A estas alturas del desarrollo literario de este hombre de los enormes ojos, es evidente que es un escritor consolidado en la narrativa chilena actual, es evidente que es un escritor de registro literario completo. Nada nuevo bajo el sol; eso ya lo saben les editores de Oxímoron, sus lectores y quienes estamos hoy aquí. Por tanto, vamos al meollo del asunto.
Cuando piensa su libro, Nicolás habla de un libro documental, en el que la ficción de una radio y de las plegarias se combina con lo real de un proceso histórico que todavía estamos transitando. Con Ismael, hablábamos de lo difuso de las categorías literarias para hincarle el diente a este libro, porque no es precisamente una novela, pero tampoco son crónicas, pues la voz ficcional de Bagdad, el formato de crónica radial y de plegarias, y los hechos reales a los que alude en cada texto difuminan los conceptos referenciados. Será problema futuro de académicos y críticos literarios hablar de lo literario, de lo ficcional en Plegarias a la Virgen de la Revolución. Por mi parte, quisiera resaltar la “urgencia de la literatura” o, mejor dicho, “la literatura de la urgencia”, concepto que me permite dar cuenta de que este libro primero no fue un libro, fue como el mismo autor lo dice: “es la bitácora pobre pero honrada, integrada por una sola persona, su buen amigo Bagdad.” Y esta bitácora se materializó en las redes sociales del autor, quien cada noche escribía y publicaba estos textos. Desde el día 1 entendí la trascendencia del “ejercicio literario” y lo digo en comillas, porque de ejercicio no tenía nada. Este hombre de los enormes ojos me tuvo inmerso, y a muchas más personas, en su forma de luchar, porque si bien Bagdad se sabe que no es un guerrillero, no todas las luchas urbanas son a punta de camotazos, de bombas molotov. La emotividad y los pelos de punta son una parte fundamental del efecto logrado por Nicolás, y la rabia, sobre todo, la rabia compartida también es importante en una revuelta.
Otro aspecto que quisiera relevar en este libro es la figura de la virgen, de dios, y me detengo porque es un aspecto central que Nicolás hace avanzar en la tradición cultural chilena de cómo pensamos y nos adueñamos de la virgen, y para quien estudie este libro en la academia tendrá que volver a mis palabras y citarme: jaque. La virgen ha sido una figura literaria usada no solo en la narrativa, pienso en Mapocho, de Nona Fernández, sino que también en Los sermones de Cristo de Elqui, de Nicanor Parra. Aunque no recuerdo si la figura de la virgen fuese apropiada a la manera de Nicolás en estos antecedentes literarios anteriores, tarea será para la academia. Lo que sí sé es que en la música chilena hay un caso que dialoga directamente con la Virgen de la Revolución: si en Tenemos Explosivos, banda chilena contemporánea, es la Virgen de los Mataderos y “Dios es un mercenario”, en Plegarias la virgen es de la revuelta, de la revolución. Gracias a ella, las plegarias funcionan y erizan la piel, como si fuera un lugar seguro ante tanta violación a los derechos humanos, un refugio ante tanta maldad.
Y Nicolás va más allá, pues separa las aguas entre el Dios del capitalismo y el dios de los pobres, porque nada mejor para los terratenientes y dueños de este país que la misa de doce en la que creen lavar sus pecados. Así, este hombre de los enormes ojos desarticula y rearticula una imagen que nos recuerda al cura Alsina y al cura André Jarlan, figuras lejanas al Dios de los curas pedófilos, de los curas que creen la vida tiene que estar marcada por ricos y pobres para que su cielo cure las heridas terrenales de la desigualdad. Y la Virgen de la Revolución no está enclavada en el cerro San Cristóbal, sino que se materializa en Luis Toledo, la madre de los hermosamente violentos, y en todas las madres que sufrieron la pérdida de sus hijos asesinados o de quienes fueron cegados.
Agradezco, con un sentimiento confuso, porque no solo se trata de un lanzamiento festivo de un libro, sino que también el trabajo literario de Nicolás nos recuerda la mierda hasta el cuello en la que vivimos, pero agradezco estar hoy aquí presentando unos de los libros más importantes de la literatura chilena reciente sobre la revuelta, justo cuando cae la noche y nos encomendamos a la Virgen de la Revolución, para que no se extinga la llama de ver un mundo mejor, para que no se extinga el recuerdo del ejército de Octubre y todos y todas sus mártires. Hoy me encomiendo a la Virgen de la Revolución por mí, por mi hija, por Nicolás, por la bebé de los enormes ojos y por quienes hemos sufrido con la desigualdad estructural de este país. A todos y todas nosotras nos deben la felicidad y se la vamos a cobrar.
P.d: Si a usted este libro no lo conmueve, no lo enrabia, no le pone los pelos de punta, quiere decir que usted es del Rechazo.
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