Presentación Irán #3037 [violencia político sexual en dictadura] (Ediciones Oxímoron). Lanzamiento 7 de enero del 2024, Teatro Sidarte.
Este 2023 se cumplen 50 años del golpe cívico militar que hiciera añicos a sangre y fuego el proyecto y el deseo de un mundo radicalmente distinto a este: el socialismo. Publicar nuestra obra Irán #3037 [violencia político sexual en dictadura] en este contexto conmemorativo supone una serie de cuestiones afectivas, políticas y artísticas que, por cierto, no están exentas de contradicciones.
Son varias las preguntas respecto al acto de conmemorar. ¿Qué tipo de conmemoración puede emanar de un Estado que aún no responde por los crímenes que él mismo cometió?, ¿qué tipo de memoria se puede esperar de él?
Si recordamos las distintas maneras en que desde la institución se ha rememorado este acontecimiento (los 30 y 40 años), veremos que, ya sea por la lógica del silenciamiento o, por el contrario, por el exceso de la exposición de imágenes del horror, lo que se instala es el consenso haciendo desaparecer el conflicto político. Pero la memoria no es una sola, es múltiple y se disputa.
Esta publicación es un gesto político que se suma a aquellas acciones que se levantan para agrietar la idea de una memoria única e higienizada, carente de todo antagonismo.
Siempre las memorias silenciadas serán inquietas. Y esta memoria, la que se encierra en las palabras de esta obra, es de las mujeres insolentes que fueron horriblemente castigadas por arrojarse a construir otro mundo, uno distintito, ni patriarcal ni capitalista. Este es el problema fundamental, un asunto político. Las memorias críticas agitan para que no se nos olvide que el uso de la fuerza y la muerte, siempre, estará para defender los privilegios de unos pocos. Así lo han hecho y así lo harán. Y esto no se nos puede olvidar.
Breves consideraciones a propósito de la violencia político sexual
“Todos los informes existentes sobre la tortura indican que el cuerpo femenino siempre fue un objeto ‘especial’ para los torturadores. El tratamiento de las mujeres incluía siempre una alta dosis de violencia sexual. Los cuerpos de las mujeres –sus vaginas, sus úteros, sus senos–, ligados a la identidad femenina como objeto sexual, como esposas y como madres, eran claros objetos de tortura sexual”.
Elizabeth Jelin.
La violencia atraviesa nuestras vidas, la ha atravesado muchas veces y de múltiples formas, la violencia transforma nuestra imaginación, nuestro dolor y la manera de representarlo. Sin duda el episodio de violencia de nuestra historia reciente que atravesó todos los aspectos que circulan en la construcción de una sociedad, modificando e imponiendo un otro devenir, fue el golpe de Estado de 1973 y la dictadura cívico militar. Miles de cuerpos torturadxs, asesinadxs, violadas, desaparecidos y desaparecidas son parte del saldo de esta gran catástrofe.
Ya han pasado cincuenta años y múltiples experiencias siguen insistiendo en activar la memoria, en recordar y denunciar la barbarie. ¿Por qué seguimos insistiendo? Porque sabemos que no todo está dicho, que hay vacíos simbólicos, emotivos y legales por todas partes, la herida sigue viva y es esa latencia la que permite que la memoria no sea un espacio clausurado, sino un espacio que puede volver a ser resignificado e imaginado.
Una de las cuestiones que aún nos cuesta imaginar es la violencia política sufrida por mujeres en la dictadura cívico militar. Negar la diferencia entre el tipo de tortura y el impacto que tuvo en hombres y mujeres, resultaría absurdamente negacionista. Sin embargo, aún hay cuestiones que se nombran dentro de marcos que no incomoden ni interroguen de manera profunda el complejo entramado político que sostiene el tipo de prácticas vejatorias específicas hacia las mujeres. Una de estas cuestiones es nombrar esa violencia como violencia político sexual.
La violencia político sexual es un pedazo problemático e invisibilizado de los relatos que configuran el mapa de ejercicios de construcción de memorias, entre otras cosas, por la trama compleja de abusos que ahí se cruzan: por un lado, la tortura y violación de los derechos humanos cometidos por el Estado en la dictadura cívico militar y, por otro, el uso de la violencia sexual y de género como delito y tipo de tortura específica. El problema y la operación de invisibilización ocurren en el momento en que la violencia político sexual es subsumida en la tortura como concepción amplia, es decir, como una práctica más asociada al contexto de la dictadura, quitándole su lugar de crimen específico de género. Esto tiene como consecuencia que tanto la reparación simbólica y la justicia legal frente a estos crímenes no presenten autonomía frente al contexto de tortura en general.
Este tipo de tortura sufrida mayoritariamente por mujeres, fue parte sistemática de la política aniquiladora del Estado dictatorial, inscribiendo en lo más íntimo del cuerpo un mandato de posesión y de muerte.
La violencia político sexual evidentemente se expresa de maneras distintas según el contexto histórico, pero existe un factor en común: la matriz heteronormativa que rige nuestra convivencia. La mujer ha sido históricamente relegada al espacio de la familia como principal lugar de confinamiento. Eso, sumado al estratificado espacio que la dictadura le confirió: ser únicamente mujer, buena esposa y abnegada madre, “guardianas del orden y forjadoras de la patria” (Valdés, 1987, p. 8). Estas son las condiciones que permiten, complicitan y perpetúan la violencia simbólica y material, que llevan a justificar la tortura sexual como un castigo a las mujeres que por su militancia salen de los marcos del ser mujer. Así, la violencia político sexual es la expresión de la violencia patriarcal del poder institucionalizado (el Estado).
El feminismo nos permite mirar la violencia político sexual como un tipo de crimen específico de género ejercido en contra de personas por el hecho de ser mujeres o cuerpos disidentes, lo que nos daría luces para entender la normalización de este tipo de vejámenes sexuales en contextos de tortura y la no tipificación de este como un tipo de violencia específica de género.
En varios centros de tortura se cometió violencia político sexual en contra de las detenidas, pero es en La Venda Sexy, también conocida como Discoteque, donde se practicó este tipo de violencia específica de manera sistemática y como principal método de vejación.
El texto dramático como la huella de un proceso
Si bien el texto de Irán #3037 [violencia político sexual en dictadura] no corresponde, en estricto rigor, a lo que entendemos como un proceso de escritura y creación colectiva, los materiales necesarios para su construcción fueron encontrados y producidos colectivamente.
Así, el trabajo de dirección, dramatúrgico y actoral que, por lo general se abordan como funciones aisladas unas de otras, en este caso están entrelazadas. Esta unión hace que las tareas sean indisolubles e indispensables: una existe gracias a la otra. Esto permite una desjerarquización de lo que supone la dramaturgia (la palabra) y la dirección (el concepto), en tanto labores poseedoras de la verdad.
Si bien hubo una primera idea y esbozo dramático, este funcionó como premisa de búsqueda. Fue el trabajo colectivo de documentación y escénico el que le dio cuerpo al texto y el camino para la dirección de la puesta en escena.
Así entonces, comenzamos con un primer borrador propuesto por el dramaturgo Tomás Henríquez, producto de las primeras conversaciones con la directora Patricia Artés, en las que se definió la anécdota central de la obra. Este esbozo fue presentado al resto del equipo, comenzando las discusiones y planificación del proceso de investigación (documentación y escénica), con el objetivo de dotar de dimensión histórica y de definiciones políticas el argumento dramático.
La primera parte de este proceso fue la documentación. Luego de un primer levantamiento de materiales por parte de la dirección, todo el equipo comenzó a recolectar fuentes y socializar los hallazgos.
Después de leer testimonios, entrevistas hechas por el equipo, síntesis de los aspectos legales de la situación de la casa que fue el centro de tortura y exterminio La Venda Sexy, discusiones políticas sobre el concepto de memoria, entre otras; empezamos a improvisar las escenas que contenía el primer esbozo dramatúrgico, sumando la información que arrojó la documentación. Con esto, además de potenciar las escenas que se proponían en el primer borrador, se abrieron posibilidades de nuevas escenas a partir de improvisaciones propuestas por la dirección, que luego el dramaturgista sintetizaba, trabajaba literariamente y volvía a presentar.
En este trabajo colectivo, también se propusieron textos que problematizan cuestiones más bien políticas y conceptuales, lo que expandió el dispositivo escénico más allá de las situaciones dramáticas.
Tanto el proceso de documentación como la incorporación de textos más bien reflexivos, proporcionan recursos escénicos que suspenden la acción dramática. Por un lado, la emergencia del archivo visual y sonoro (proyección de la fachada, de los lugares de la casa reconocidos por los testimonios de sobrevivientes y del plano de la casa; las detenidas desaparecidas, sonidos y canciones referenciados en los testimonios, entrevistas a sobrevivientes, entre otras), otorgan la perspectiva histórica y política de la obra y, por otro lado, instalan preguntas a propósito de lo que entendemos como memoria, olvido y violencia político sexual.
Es importante mencionar que el proceso de investigación, además de ser la base conceptual y política de la obra, se constituyó como un espacio de autoeducación política que devino en activismo para algunas de nosotras, tanto en el compromiso de la circulación de la obra, como en la participación de otras instancias y acciones en la perspectiva de la construcción de memorias feministas.
Las funciones
El estreno de Irán #3037 [violencia político sexual en dictadura] fue el 3 de octubre del 2019 en la Sala de la Escuela de Teatro de la Universidad Mayor, y el fin de la temporada estaba pronosticado para el 26 de ese mismo mes.
En plena temporada ocurrió el 18 de octubre, día que inicia el despertar de los pueblos de Chile luego de décadas de precariedades padecidas prácticamente en silencio. Las consignas “Chile despertó” y “Hasta que la dignidad se haga costumbre” atraviesan de un extremo a otro el país. El 18 de octubre tuvimos función a pesar de la sensación de caos que inundaba todo. Cerramos la puerta rápido para resguardar a las y los espectadores que habían llegado caminando largos tramos por la ausencia de transporte debido a la protesta. La presentación ese día fue tensa, la obra circuló entre gritos y sirenas de policías. El aplauso fue contenido y lleno de emoción política. Nos fuimos a nuestras casas entre barricadas, cantos, gritos y lacrimógenas.
Luego vino el toque de queda y con eso la restricción de las libertades públicas, cuestión que hizo imposible terminar la temporada. Semanas después volvimos con funciones en distintos espacios. La obra, tanto para nosotras como para los públicos, cobró un nuevo sentido. La sensación de lo insoportable que tiñó el proceso de creación se expandió al presente de manera radical, ya que si bien la violencia político sexual ha sido una herramienta represiva que el Estado siempre ha utilizado, en los contextos de violencia política expuesta se intensifica, y eso fue lo que vivimos desde octubre del 2019. Un pasado que no quiere pasar.
Luego se nos vino la pandemia encima, y con ello la restricción de las libertades públicas para controlar la expansión del covid-19, pero también, para frenar el ímpetu rebelde y la organización popular. En ese contexto nos arrojamos con nuestra obra a los formatos online con la convicción de que era necesaria su circulación, y como una manera de sentirnos juntxs, no soltarnos. Luego, de a poco, nos fuimos reencontrando en distintos escenarios y ciudades de Chile, en medio de otro sentir colectivo político después del triunfo del Rechazo en las elecciones por la nueva constitución, la avanzada en general de la derecha y la desilusión por la administración del Estado encabezada por el Frente Amplio.
En todos estos contextos (revuelta, pandemia, post-pandemia), la obra ha resonado con el contexto, ha removido el pasado en tanto testimonio de la barbarie y la resistencia, el presente como archivo que interpela el ahora y el futuro como advertencia de lo que es capaz la reacción.
Agradecemos profundamente a Ediciones Oxímoron la posibilidad de publicar nuestro trabajo y así, seguir impulsando la potencia de Irán #3037 [violencia político sexual en dictadura], de interpelar emotiva y políticamente nuestros tiempos. Esperamos que este documento escénico, que testimonia la barbarie y la resistencia, siga removiendo corazones y contribuyendo en la construcción de memorias críticas y rebeldes al relato homogéneo e higiénico del Estado. Agradecemos nuevamente a lxs compañerxs de Oxímoron por su compromiso con el pensamiento crítico y con la dramaturgia nacional.
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