24 tejedoras y 18 escritoras fueron convocadas para montar el tapiz “Mujeres en Dictadura: Tramas de la Memoria”, que grafica la resistencia femenina al régimen de Pinochet en acciones como las rondas de mujeres, la cueca sola o las ollas comunes. La técnica usada para la obra es, a su vez, una forma de resistencia: “Trabajar el textil es un acto revolucionario”, dicen las artistas detrás del proyecto.
Es un ensamble de 24 imágenes. Zoom a una: el retrato detallado y perfecto –tan detallado y tan perfecto que podría ser un óleo o una fotografía– de dos mujeres preparando comida sobre una gran olla que humea. Zoom a otra: un fondo negro y la silueta de dos manos blancas que se estiran para alcanzarse. La primera imagen habla de las ollas comunes que alimentaban al pueblo hambriento, reprimido por la dictadura; la segunda sobre las adopciones ilegales que se volvieron una práctica institucionalizada en esos años.
Pero no son óleos ni fotografías: ambas imágenes forman parte de un tapiz de hebras entrelazadas que tienen volumen, densidad, textura, color. El tapiz, que fue realizado por 24 tejedoras diferentes convocadas por la Colectiva Tramando y que se llama «Mujeres en Dictadura: Tramas de la Memoria», es tridimensional y parece vivo. El tapiz, de 170 cm de ancho por 107 cm de alto, cuenta varias historias que juntas cuentan una historia mayor, una historia trascendental.
“Mujeres en Dictadura: Tramas de la Memoria” es el resultado de una investigación en torno a los imaginarios visuales, gráficos y discursivos del movimiento feminista entre 1973 y 1989; una exposición que invita a reflexionar sobre la épica de lo cotidiano, sobre una historia que se construyó a través de las acciones de miles de mujeres durante la dictadura, unidas por la no violencia y la recuperación de la democracia. “Fue un trabajo de investigación histórica”, explica Mariana Gaete, encargada de montaje y conservación de la Colectiva Tramando, además de licenciada en Historia, conservadora y restauradora.
Por lo mismo, quizás, el tapiz está en exposición en el hall central del Archivo Nacional: varias de las imágenes que lo componen corresponden a boletinas feministas, las publicaciones que el movimiento feminista y de mujeres realizaba periódicamente durante la dictadura, y que forman parte del Archivo de Mujeres y Géneros del Archivo Nacional. La coincidencia entre la misión de la institución y el objetivo de la exposición fue evidente: con ayuda del tapiz, el contenido del Archivo Nacional se diversifica en su forma de llegar a la ciudadanía.
No es común ver una exposición de tapicería: los espacios diseñados para la formalidad del arte –como los museos– definen su parrilla con mucha anticipación y el formato para exhibir las obras suele ser en una sala. “La tapicería es una técnica muy lenta, entonces es muy complejo que nuestra capacidad de producción alcance para llenar una sala, sobre todo considerando que nuestros proyectos son completamente autogestionados”, comenta Daniela Contreras Flores, directora del proyecto y la primera que convocó a las demás a tejer tapicería.
Artista textil graduada de Arte en la U. de Chile, Daniela se dedica a la tapicería desde hace trece años: teje tapicería, la investiga –especialmente la precolombina y de la costa peruana– y hace docencia. En sus clases está el germen que da origen a la Colectiva Tramando: en 2019, cuando llevaba cerca de ocho años enseñando tapicería en la sede del GAM del Museo de Arte Popular Americano, surgió la idea de elaborar una obra colectiva para la exposición que normalmente se hacía al final del año. Tomaron la decisión el 12 de octubre, una semana antes del estallido social que se convirtió, de forma natural, en el tema que congregaría a todos sus tejidos.
La primera obra, llamada “A reconstruir el tejido social”, fue elaborada entre 27 personas y apenas alcanzó a estar exhibida un par de semanas antes de la llegada de la pandemia. La idea de este segundo trabajo colectivo nació en el marco de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado y la idea era que se constituyera como una “obra hermana” del tapiz del estallido. “Visualmente son obras muy similares, porque queríamos ser reiterativas en una apuesta estética, línea curatorial y autoral, aparte de los lineamientos políticos, que también se conservan. Queríamos que visualmente tuviese ese peso”, comenta Daniela.
El vínculo está a la vista: en el tapiz del estallido, una de las imágenes muestra manos que sostienen una olla y una cuchara –un “cacerolazo”– y en el tapiz de los 50 años hay otras manos a punto de hacer chocar dos tapas de olla. También ambos tapices tienen mujeres encapuchadas –aunque mujeres de distintas décadas, en cierta forma siguen siendo las mismas mujeres con las mismas protestas y las mismas capuchas– y ambos tienen banderas chilenas.
“Nos dimos cuenta de que persisten las mismas situaciones de carencia y las mismas estrategias para enfrentarlas. Cincuenta años después, todavía sigue habiendo campamentos, y la miseria va a seguir existiendo en la medida en que el capitalismo siga sosteniéndose. Y así es como también las formas de protesta se siguen reutilizando. A menos que los problemas sean otros, las formas de protesta no van a cambiar: mientras el hambre sea un problema, las cacerolas siempre van a estar ahí”, dice Mariana.
Otra particularidad del proyecto es que, además de convocar a 24 tejedoras de tapicería, congregaron además a 18 escritoras que elaboraron textos explicativos sobre las imágenes que lo componen. En el caso de la imagen de las Ollas comunes, por ejemplo, tejida por Alexis Jara Jorquera, el texto fue escrito por Claudia Deichler Carrasco, creadora del proyecto «Historia de la alimentación en Chile». La imagen de una ronda de mujeres, tejida por Paula Huenchumil Labraña, fue descrita por la investigadora Cyn Shuffer; el tapiz de la cueca sola, elaborado por Claudia Moreno Arancibia, fue narrado por la poeta y profesora Joyce Morales.
Las imágenes del tapiz cuentan una historia y el texto refuerza esa función comunicacional. “En su esencia, el textil te invita a querer narrar algo, te entrega una libertad narrativa que a mí me emociona. Este proyecto, para mí, es como la tesis que me hubiera gustado hacer”, dice Mariana.
“Siempre se asocia al arte textil a la artesanía, y es interesante ver cómo nuestro tapiz permite un acercamiento que se distancia completamente de esa lectura: lo que está plasmado es, de verdad, un trabajo de investigación histórica”, agrega.
Como técnica, la tapicería tiene su propia narrativa. “Trabajar desde el textil hoy en día es un acto revolucionario, porque va en contra de todo lo que está instaurado: es un proceso súper lento y súper metódico, o sea, ¡tenemos precisamente la problemática de que no llenamos una sala! Dentro del rubro de las artes, insistir en esta diversidad de técnicas textiles siempre va a ser un arma de lucha para mí”, afirma Daniela Contreras Flores.
Su objetivo personal también es visibilizar la tapicería como un patrimonio de la región “sobre el cual no se ha insistido suficiente”. “Es urgente hacerlo, porque el patrimonio textil latinoamericano es muy rico, es muy diverso, es muy amplio. La falta de conocimientos que tenemos con respecto al textil muestra lo profundas que son las raíces de la colonización, porque Latinoamérica fue vastamente tejida, de norte a sur. La tapicería es una pieza fundamental de este puzle de las raíces latinoamericanas”, añade.
“La tapicería tiene una forma de trabajar que conlleva en sí una metodología muy clara y sistemática”, complementa Daniela Rossi, psicóloga de profesión y asistente de producción en la Colectiva Tramando, a la que llegó, también, a través de las clases. “Creo que lo bonito del trabajo de la Colectiva, de lo que se logró hacer con todas las tejedoras y las escritoras, es que se establecieron directrices de trabajo que dieron un sentido de totalidad. Desde la metodología de la tapicería, se logró levantar una metodología de trabajo para un grupo de mujeres en torno a una temática, y creo que eso es muy valioso”.
–Ustedes mismas, como colectiva, son un tejido de tapicería –les digo.
Ellas se ríen y me responden, casi a una misma voz:
–Sí, ¡estamos todas entramadas!
La exposición “Mujeres en Dictadura: Tramas de la Memoria” puede verse en el hall central del Archivo Nacional (Miraflores 50, Santiago) hasta el 31 de mayo de 2024.
Cada tapiz y su respectivo texto se puede conocer en la plataforma web https://www.colectivatramando.com/
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