Leer esta novela para mí fue una evocación a mi infancia o más bien hacia mi juventud. Pues los lugares que se relatan en el libro los he transitado y he podido recordar las juntas con los amigos y los lugares que visitábamos.
El habitar el lugar al cual están ancladas las historias que confluyen en esta narrativa junto con el ser Iquiqueña (u Hospiciana) me permitió digerir el libro de una manera propia, pues Iconoclastas, es un libro con identidad local. A las pocas páginas de comenzar la novela de Francisca Palma, la sucesión de imágenes que fueron transitando como cientos de fotogramas de una película. Las polillas espantadas por la Quela y esos pies pequeñitos en puntas de pies, hacen sentir como si ella fuera todas las abuelas del mundo.
La efervescencia de los desfiles del 21 de mayo, la chusca, las Délicas y el crisol de identidades andinas que nos trae a colación la prosa de Palma, hace que me venga a la mente y me resuene lo que dijo Villoro, los libros nos escogen, se vuelven parte de uno y el autor pasa a un segundo plano, se vuelve invisible.
El libro toma la vida que le corresponde, tiene un carácter provocador y vaya que provoca al evocar un hecho tan sacrílego en una ciudad como esta, que es el robo o desaparición del busto de Arturo Prat en la Plaza de Armas de Alto Hospicio. Por cierto ¿quién se lo robó?
La novela nos bambolea entre dos narradores que nos permiten explorar y leer entre líneas diversos temas trascendentales de la identidad hospiciana, por ejemplo, los primeros pobladores. Creo que es crucial la voz narradora de la abuela Quela. Ella llegó, al igual que mucha gente, a fundar Alto Hospicio. Abrió paso a una nueva vida, se atrevió a salir por sus sueños, lo cual fue y sigue siendo el deseo de mucha gente. Ella viene de Isluga y tiene el anhelo de que su familia esté mejor, porque probablemente su profesor la incentivó. En su relato, podemos sentir las consecuencias nefastas de la chilenización. La gente se va de las tierras con la promesa del progreso mientras la maquinaria industrial se instala en esas zonas ricas devastando todo a su paso.
Estamos frente a un libro que nos presenta una paradoja en su esencia, pues, si bien es un texto iconoclasta, está lleno de imágenes y símbolos que nos remiten a la conformación champurriada-andina de nuestra identidad y así mismo, la negación de esta: discriminación a los apellidos “Mamani” “Quispe”, la denostación del término paisano, la exclusión y hasta la cruel broma de tirarlos al mar de caca que se juntaba en las poblaciones.
La bandera en manos de una niña, nos cuenta la historia en reversa, representa el proceso de chilenización, la promesa de la patria.
La evocación de imágenes de oscuridad y terror son encendidas con el recuerdo de la fábrica de Cardoen. Mi memoria intenta reconstruir los laberintos y vericuetos de ese esqueleto fantasmal. ¿Por qué en Alto Hospicio, se fabricaron armamentos para vendérselos a Irán? ¿Cómo fue posible que terribles e irremediables pérdidas humanas hayan sido esfumadas de la memoria?
No puedo no mencionar que la autora pone en valor a los diversos oficios que han practicado por generaciones los “emigrantes del altiplano”, y que hoy en día podemos vislumbrar en el área comercial: ferias, agro, carnicerías, puestos de ventas de plantitas medicinales, etc. Nombrados en la novela para hacer alusión a los “paisanos”.
“Antes de que llegaran en furgón, los del Team Délica eran solo los “paisanos”, palabra que cuando era chico y dieron la teleserie Romané me hizo ruido porque en la novela para los gitanos eran los “hermanos”, mientras que en Alto Hospicio los paisanos son los que venden en la feria, los de la carnicería, los de las parcelas o el peluquero boliviano de mi papá, que no se corta el pelo con el cabo que tiene esa misión en la comisaría porque dice que no sabe hacer bien el rebaje de patilla.”
Tantos son los temas que saca a colación la autora que sin lugar a dudas es una novela que no sólo logra hacer disfrutar del goce de la lectura, sino que también invita a reflexionar sobre temas tan importantes como son la educación, la discriminación o la falta inclusión, la identidad y el territorio.
Sin duda será un viaje emotivo para todo quién se sienta ligado a Alto Hospicio o Enquelga y quienes no conocen estas tierras, podrán gozar el ser transportados allí de una manera envolvente y disfrutable de la mano de Quela, el profe Pinto, Michel, entre otros, desde cualquier lugar del mundo en que se encuentren.
Perfil del autor/a: