Escribí caleta, siempre escribo harto. Crónica de la travesía de un nuevo libro

agosto 08, 2024
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En bicicleta y en bus, el poeta y escritor recorrió el sur distribuyendo su nueva novela, Pasta Láser. “Salí en Copa América y volví en olimpiadas”, escribe en esta crónica donde narra amistades, aventuras de carretera, y se refiere a su registro fotográfico sobre las animitas de Chiloé, que pretende convertir en libro. “Es un catálogo de la muerte”, anota. 

 

 

 

 

Voy en el asiento 1 de un bus de 2 pisos. En esa primera fila frente al camino que se traga los kilómetros en la primera persona del parabrisas. En la esquina izquierda del pómulo del bus. Es de noche, es invierno, cualquier pencazo y salgo eyectado. Soy mis propios mocos cuando en bici me pego un Alexis Sánchez. Tengo las manos manchadas con aceite negro de la cadena de la bici que desarmé hace unos minutos antes de subirme al bus en Nueva Imperial. Salí hace 5 semanas de Santiago pedaleando. En 8 días llegué a Concepción. Me detuve a dormir en Malloa donde mi mamá me remendó la ropa, en Curicó donde el poeta Joaquín Rebolledo me invitó a una tokata y terminé teloneando a los cabros de la Lira Libertaria, en Talca en casa del cineasta western y creador del videojuego “Pinochestein” Vittorio Farfán, más conocido como Juanito Gasolina, el príncipe del romance maulino. Salí en Copa América y volví en olimpiadas. Luego llegué vía San Carlos-Nahueltoro-Coihueco a la comuna de Pinto, cerca de Chillán. Amigos y familia me dieron techo. Hicimos una nueva película con mis sobrinos. En Concepción pedalié a Caleta Tumbes y Caleta Chome. En Concepción presenté la novelita “Pasta láser”, cuyas ventas sirvieron para financiar esta aventura. Miro por la ventana del bus y me da pena ir tan rápido y no poder mirar el paisaje. “Pasta láser” es una novela corta, de 100 páginas, que cuenta una historia de amor ordinaria, con una escritura centrada en lo genital, alta en bullying y fotocopia a roneo, de esos libros no premiables que me suelen salir siempre. Con esto generé las moneas pa arreglar la bici y comprarme ropa de obrero (ando con esas parkas naranjas fluorescentes, lo que me hace pasar piola como un obrero de la carretera. La idea siempre es no pasar como turista). 

 

El bus ahora va por Cholchol. Estamos frente al supermercado Lily. Comienza a caer la niebla. Antes de subirme me compré una petaca de wisky y una coquita pa irme tomando, mirar por la ventana y escribir sobre este viaje. Y porque me gusta tomar en los buses. Uno de los grandes placeres. En bici no se puede tomar pero puta que se fuma. No hay nada mejor que fumar marihuana y andar en bici kilómetros y kilómetros. Ayer hice, como último día, mi pique más largo: 145 k desde San José de la Mariquina hasta Nueva Imperial, por la costa, vía Mehuín y Teodoro Smith. Volé. Mis piernas estaban al cien. Durante la tarde, antes que anocheciera, lloré un poco mientras pedaleaba. Pero antes, una vez que llegué a Concepción, y estudiando los mapas de viento, -mi nuevo fetiche- decidí tomar un bus hasta Ancud y desde ahí moverme hacia el norte, por la tendencia de los vientos. Tener el viento en contra puede ser muy desesperanzador. 

 

En la isla grande presenté en la librería El Gran Pez mi nueva novela, donde conocí a la poeta Rosabetty Muñoz, quien me invitó a su casa, que quedaba justo al frente de un conteiner-departamento que el poeta Ítalo Berríos me había prestado para pasar un par de días de lluvias, escribir y tener un espacio para hacer el taller online de poesía con Josefina González, mi esposa. Ideal. Esto era a unos 4 k de Ancud, en el campo. 

 

Por las noches salía a comprar vino. En las noches, el hospital nuevo que están construyendo sobre un monte, no sé por qué fantasmas, pero las luces se encendían y apagaban como si de un pedazo de orgía estuviera ocurriendo dentro. Y pedaleando los 80k hasta Castro, la cineasta Verónica Quense me prestó un palafito donde por las noches escuchaba el mar bajo la cama.

 

 

 

 

 

Escribí caleta, siempre escribo harto. Lo que sea: diario y poemas principalmente. Pedaleando en Chiloé vi un hermoso coipo muerto a la orilla del camino. Pucha que vi animales atropellados. Y bueno, el objetivo de llegar a Chiloé era el de recorrer los caminos fotografiando animitas. El 2020, en plena pandemia, hice un viaje similar, pero hacia el norte, y llegué a Iquique en este mismo plan. En esa ocasión retraté casi 500 animitas. Ahora, salí de Chiloé con un montón de nuevos amigos y con el corazón armado de cariño crucé el Canal de Chacao y comencé a pedalear hacia el norte, me dije que si llegaba a Temuco la misión estaría cumplida. Tendría cubierta todas las regiones desde Iquique a Chiloé. Le pedí a mis amigos de Punta Arenas y de Arica si me podían colaborar con algunas animitas de allá porque quiero armar un libro que se llame algo así como “Animitas de Chile”, una güeá entre Spoon River, interpretación de foto a lo Cámara lúcida de Barthes, levantamiento de registros en terreno y notas de diario. Es un libro que se escapa de mis alcances de publicación. Quiero un libro grande, con fotos a color, en papel blanco brillante, mil páginas, quiero que se venda en los aeropuertos y valga 200 lucas. Tal vez haya que imprimir en China. Un catálogo de la muerte trágica, algo coloso, de mil páginas a color. En volá mandar a imprimir a China, allá está la mano. Me interesan las animitas como expresión popular, no regidas por instituciones de la fe, muchas veces de una creatividad alucinante, muchas otras veces abandonadas a la orilla del camino, la muerte real: el olvido. 

 

Desde Chiloé al norte me detuve en Osorno, donde se hizo otro lanzamiento de “Pasta láser”. Luego me moví a La Unión, donde caché la volá nazi de las baldosas de la plaza. Ahí me recibió el Jonatan, amigo del Genaro, que anda gueando en Nueva york. Allí me dijeron que no pasara por Paillaco, pueblo conocido más popularmente como Cuchillaco, donde mataron al viejo pascuero por ser un pueblo que soluciona sus conflictos a puro cuchillazo de huasos flaites. Me da risa que los pueblos tengan esos apodos de sus vecinos. Los de Iquique le dicen Tacna Sur a los de Arica.

 

Luego llegué a Los Lagos, donde el poeta Javier Milanca me recibió y me llevó hasta el pueblo de Folilco, en cuya entrada más de 30 animitas, una al lado de la otra, dan la bienvenida. Fuimos a un fuerte español del siglo XVIII en ruinas. Me armé de frutos secos para el otro día seguir la ruta de la ribera sur del río Calle-Calle para llegar a Valdivia. En Valdivia estuve en casa de las niñas Balbontín quienes saben de fantasmas y les corté la leña de esos días; y en el Rebellín pasé a tomar un té que derivó en perder una de mis mochilas y mi parka fluorescente de estacionador de autos, pero que gracias al wasap de los vecinos pudimos recuperar. Ese retraso me hizo alcanzar hasta San José de la Mariquina esa noche, donde pude pagar el alojamiento en una pensión de trabajadores forestales, súper barato y recomendable: 15 lucas la noche, pensión “Casa Rosada”. Esa noche decidí dar el gran paso: haría la ruta completa hasta Nueva Imperial, donde me estaría esperando la Tanita, tía de mi esposa. Serían en primera instancia 130 k, pero resultaron 145, récord para mí en bici con peso. Cargaba mi cámara y mi compu, más la ropa precisa, raciones de marcha, cocinilla, saco de dormir y repuestos básicos de bici. Nunca pinché una rueda. Mi mecánico personal me monitoreaba (es mi primo Panchulo, que tiene un taller y me dejó la cleta impeke). Recomiendo mucho el líquido antipinchazo dentro de la cámara, ojalá exista algo así para el corazón. 

 

Y siempre deteniéndome en cada animita. Era un diálogo que yo tenía con ellas. Llegué, en la locura que lleva estar tanto rato en el camino, a hablarles. Les daba las gracias cuando aparecía una como para tener la excusa de parar y poder recobrar el aire, sobre todo en largas cuestas que me golpeaban mentalmente

 

Ahora vamos entrando a Temuco en el bus. En unas horas estaré en Santiago. El viaje tiene un bajón parecido a la caña. Uno queda melancólico varios días cuando vuelve a la vida normal, civil. Volver a la rutina de no tener rutina porque todos los días hay que inventar algo pa conseguir las moneas. Igual es bacán poder hacer esto en invierno, evitando a todos los turistas de verano. Me da rabia eso de que los santiaguinos crean que el sur recién comienza en la Carreta Austral. Me apesta el cicloturismo como me aborrecen los slams poéticos. Por el pico. La costa del Maule es preciosa. Aunque me carga cuentiarme con la naturaleza también. Me causan más conmoción una torre de alta tensión y una animita, creaciones humanas, que el ideal de belleza que deriva de lo natural. 

 

Ahora salimos en este bus de dos pisos desde Temuco. ¿Cuántas animitas me faltaron? Se me acaba la batería del compu y me queda el último concho de whisky. Pienso caleta en la muerte. La muerte acompaña mi escritura, mis acciones, la intensidad de mi emoción se rige por el riesgo que se corre. Y quiero que la única energía que me atraviese sea la de mi propio cuerpo en el camino. Más peligroso, más peligroso, más peligroso. ¿Qué pasa si me voy a México en bicicleta? La güeá es tener un objetivo, el viaje sin objetivos es turismo. Lo importante es siempre sorprenderse Uno nunca sabe que será animita, y está lleno de animitas de gente que nunca pensó que se iba a morir. La idea es tomarse cada vez menos en serio la vida. Ahora el bus agarró vuelo y la velocidad me zarandea y me pregunto: ¿qué pasa sí esta es mi última noche en el planeta? La única mala cuea sería reencarnar nuevamente en otro chileno.

 

 

 

 

Antes que se me acabe todo, me escribe desde el aeropuerto de Santiago el poeta Daniel Rojas Pachas: “No nos vimos en esta vuelta, culero”, y me pega por wasap:

 

Leí en alguna parte y en algún momento: «El viaje es un cambio de escenario que corrobora la persistencia del sujeto que viaja». He aprendido a amar los viajes como una forma de escribir lo incierto. Los precipicios al doblar una curva son un principio desde cualquier ángulo que se adopte, lecturas trasnochadas, alguna película de Jackie Chan, el agazapado frío pegado como sudor en cada vidrio y espalda de los anónimos compañeros. Adoro esas animitas cada treinta metros y pienso en todas las historias interrumpidas o eternizadas. Recuerdo un poema que dice: «Me he convertido en una animita de éxito entre los camiones y sus familias». Animitas hechas con pedazos maltrechos de maderas y cruces. ¿Quién deja las flores a estos muertos que duermen en las riberas invisibles de las cuestas? ¿Quién deambula estas mismas carreteras durante la medianoche para depositar un saludo en forma de hojas muertas a los que vemos de ida o retorno, dependiendo del ángulo que se adopte? Yo he adoptado muchas poses y rostros por el solo gusto de extraviar lecturas y sentir que siempre estoy de vuelta y quizá en casa. Mientras alguien piense en mi ausencia, puedo creer en estas escrituras generosas por concebir.

 

Cito el poema de Enrique Lihn que cita Daniel: 

 

Me he convertido en una animita de éxito

entre los camioneros y sus familias

Una casita de la muerte iluminada a vela, piadosamente;

a diario con flores frescas a sus pies

Me he convertido en un actor que va a morir, pero de verdad, en el último acto

en un afamado equilibrista sin red que baila noche a noche sobre la cuerda floja

El teléfono suena constantemente en mi camarín.

No me pueden llamar para derogar mi aparición en escena

lo hacen sólo para pedirles que les reserve entradas aunque sea para el tercer acto

Tinguirinea gente cercana a mi corazón ahora vacío pero no indiferente y gente que estuvo a miles de kilómetros de él

estos últimos para reconciliarse con Jesús, su paralítico, a pito de mí

para obtener la absolución en el último momento

Par délicatesse voy a perder con lo que me queda de vida

la alegría de morir, recibiendo a esos jetones

La muerte es un éxito de público

Basta con doce personas

No quiero a nadie más en la platea.

 

 

 

 

 

Mientras tecleo en el compu, arriba del bus, arriba del primer piso, siempre pienso en la muerte. Un amigo que ahora está muerto me dijo que me cuidara, que lo ideal sería que la última animita de este libro no sea la mía, y esto pa puro no dejar de sorprenderme, es que la vida está en todas partes y la muerte es el decorado por el que uno se mueve. Sentir en el cuerpo la geografía. Comer carne, meterse azúcar, mascar chocolate a la orilla de la carretera, comerse hasta las semillas de las manzanas, hermosamente exhausto. Oreste Plath y Manuel Rojas estarían orgullosos de los escritores que transitan lento por la superficie. Saber lo que es la montaña es la primera enseñanza para que el frío no te mate al nivel del mar. Dominar el pensamiento como quien peina a alguien o como surfear o bajar acarreos de piedra volcánica, el plumavit de pome de los descabezados. 

 

Voy a escribir hasta que se me acabe la batería del compu. Ya no me importa nada. Voy a copiar un poema que escribí en Ancud: 

 

«momento de andar hinchao en vino por la isla» dijo el watero galáctico

       

les apareces desde el fondo del camino 

sin velocidad de combustión suenan las piedras 

y los dejas con el medio drama en rutas rurales

y te ladran por si acaso, se hacen los choros

muestran los dientes territoriales, guaf

pero ya domino el teatro: jurassic park me enseñó

a no mirar los ojos a las bestias, no hacer

movimientos bruscos al detenerme y posar 

los pies en tierra para decirles en mi mejor tono

QUÉ PASA CACHORRO, TRANQUILO, VENGA, HUÉLEME 

olorósame la bici, mis cosas, mi olor no es el miedo

ellos saben cuando un hombre anda con la maldad

los perdidos en el vicio, la gente mentirosa, los perros

huelen la frustración y no suelen perdonar

cuando en los desiertos se vuelven salvajes 

a ciclistas que se vuelven animitas, venga, sígueme

y vuelvo a pedalear y ladrando se avisan

de una parcela a otra que una güeá rara

cruzará la calle, y hay perros chicos insistentes 

que porfiados desesperan por morderte los bototos

son los que más deben demostrar que sirven de algo

y que son más que un adorno junto a la chimenea

hay perros grandes, pailones temerosos que ignoran

su propia fuerza y les explota adentro una ternura

que no quisiera decir humana, pero he visto tantos perros

tantas animitas, tantos camiones, tanta panamericana

que aprendí a interpretar el rostro de los perros

los perros del sur no son los perros del norte, pero perros

infinitos pa la gente que viaja lento y debe saludar

por medio de ellos, la entrada a las penínsulas

y que las várices se vuelvan topografía, que las manchas

de un colchón sean el gps para llegar a los labios

que son las playas y los faros son los topes 

que te invitan a perderte en el mar y no volver 

a tierra, como si olvidarse de los perros fuera fácil

hay menos perros en el desierto, los más brígidos

descansan a la sombra de las torres de alta tensión 

en alto hospicio, en caldera, y nunca dudaron

en atacar mis piernas en bajada, para ganarle 

a un perro, así al ojo, habrá que superar los 60 k x hora

y confiar que después de la curva no haya una subida

la zona central y el sur envenenada por la propiedad

chantan perros en honor a la seguridad

esos perros rabiosos amarrados con cadenas

esos que saltan y se aprietan el cuello

esos perros que los tienen para avisar propiedad

hermosos perros guardias como hermosos carabineros

que terminan desconociendo la mano que les da de comer 

me gusta el desierto porque hay menos alambre de púas

y uno puede cortar camino por la pampa

acá en el sur todo tiene cerco y la berma

suelen ser vertientes mohosas más refalosas 

que rocas con choritos, los perros chilotes merecen

una insignia pokemon por su entrega en guear al ciclista

ni hasta el más casero desperdicia su oportunidad 

google me mandó por unos pasajes en Ancud y no sé

cómo lo harán los carteros acá, pero me siento

faltando el respeto por pasar en bici y logro evitar 

a los quiltros lipigas, doblo por un pasaje y el mismísimo perro 

que sobre el techo de un fiat tomaba el sol luego de la tormenta

peludo al viento y gigante por la luz, sorprendido 

como un ángel que llega a la tierra se me lanza

pero ya no tengo miedo: es el show que hay que hacer

y me doblo con toda la ganancia de mi cuerpo en este viaje

con permiso, perro, y a veces freno como Akira la moto 

me salta barro en la cara y le grito a los perros 

QUÉ TE PASA! VEN PACÁ, YO NO TE QUIERO QUITAR NADA

y muchas veces las mamás de los perros choros

salen a defender a sus hijos porque saben que son güeones

y pensé en los perros que comen carne de león

en esos que se parecen a sus dueños y cazan pudú

o matan cualquier cosa que no sean ellos mismos

y me dije awante la violencia y la falta de empatía

no hay mejor forma de hacer el día que buscar la muerte

y hacerme el leso con las exigencias de la antropología

la observación participante va por dentro y los perros

brillan de noche como un par de luces navideñas

cuando en la linterna que llevo en la frente

como un tercer ojo que me avisa el abismo

no saben a la primera quién soy, a la segunda

ya me saludan y un ladrido, a la tercera me acompañan

arrójame a los lobos que yo seré el champion dog

aguante gurdjieff y su sentada frente a los perros

él me enseñó esta técnica de viajar así, sin morir

sin querer quitarle nada a nadie

al único perro al que le tengo miedo

es al que lidera la manada y decide matar

lo he visto es muchas caletas

en muchas orillas de ríos, hay un perro líder que nace

en las peores y la suerte lo alimenta

lo vuelve un perro sin otra opción que ser el mejor

y es fácil ser el mejor en la miseria humana

la mano es poder arrodillarse 

abrir los brazos

demostrar que no tienes nada que te roben

bajo la lluvia todos somos mascotas que piensan lo salvaje

y no sé cómo pensar el capitalismo

 

buenas noches josefina yo no tengo miedo yo no tengo miedo voy brillante lleno de cariño el gran parabrisas del segundo piso los primeros asientos como en el cine porque cada ventana es una película cada luz de carretera me atraviesa primero que a los demás del bus pienso en el avión de los uruguayos una señora por Facebook me advirtió que el andar en busca de la muerte trágica no es bueno para alguien bautizado por tres iglesias distintas amor la carretera no es peligrosa los peligrosos son los que adelantan con sus camionetas guatonas en curva viendo que la bici viene en contra el verdadero peligro es la gente la propiedad y el poder, y no el viento en contra porque los mapas del viento están ahí, me da pena avanzar tan rápido es fácil sentir pena por cosas que no se conocen melancolía de cosas que no pasaron pero ya te vas en volá volverás difícil volver a juntar todas esas muertes en el camino más encima me encalillé pero no tengo miedo dios proveerá la güeá es que los fantasmas existen la panamericana es infinita aguante la raza cómica que se quejen los culposos a lo que voy es la vida en todo su brillo y encandilar

 

domingo 28 de julio del 2024 y no sé si pueda dormir y llegar bien a la Pintana mañana hay profe Carlos y lo bacán que los colegios de cerca vengan a la biblio hay biblioteca plaza chica eso es bueno lo malo la mala onda gratuita de gente que hace nada puras frases gratuitas de autoayuda pa llamarle a eso destino y se hacen las morales pero las instituciones las pudrieron de adentro a mucho chile frustración la rabia pa cualquier parte hay que volver a la cuidad, la ciudad y las animitas    

 

Volver dar cara y amar. 

 

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