En el libro, publicado por Editorial Cuneta, el protagonista es Francisco Arzola, exsuboficial de Carabineros, condenado a 22 años de cárcel por delitos de tortura. El ejemplar se vuelve un testimonio ante los abusos de poder cometidos por uniformados sobre civiles.
Al realizar una búsqueda rápida en Google, con el nombre de Francisco Arzola, algunos de los titulares que aparecen inmediatamente en la pantalla son: “Carabinero conocido como ‘El Nazi’ de Estación Central es declarado culpable de torturas”; “Declararon culpable a ‘paco nazi’ por torturas en comisaría de Estación Central” y “Condenan a 22 años de cárcel a carabinero (r) por tortura y falsificación”.
Francisco Arzola era suboficial mayor de Carabineros y fue conocido como el “Nazi” debido a la brutalidad, y a ciertos rasgos físicos (tez clara y calvo), con la que trataba a sus detenidos, mientras dirigía la ECO 21, “unidad enfocada en fiscalizar el comercio ambulante de la Plaza Argentina, de Estación Central”. Incluso se jactaba del poder que tenía y de la violencia con que trataba a las personas que caían en sus manos: generalmente vendedores ambulantes, de uno de los sectores más concurridos por el comercio informal en la capital.
Este libro, recién publicado por el sello Cuneta, El Nazi de Estación Central, del periodista Felipe González Mac-Conell (la portada, asociada al título, es un acierto), existe porque no hubo espacio, esta vez, para la impunidad. Se siguió un proceso legal donde la justicia hizo su trabajo como, habitualmente, debería ser. El volumen se vuelve un registro y un documento testimonial de lo que no puede repetirse: el abuso de poder.
¿Por qué es relevante este libro? Si bien los hechos de tortura narrados en sus páginas ocurrieron entre 2016 y 2017, recuerdan la violencia sistemática aplicada sobre miles de personas durante la dictadura cívico-militar, liderada por Pinochet. Todo, bajo un manto de impunidad que involucró a las Fuerzas Armadas y Carabineros, donde la prensa se volvió cómplice de esos delitos. No solo hay que revisitar, para corroborar lo anterior, títulos como Así se torturó en Chile (1973-1990). Relatos del Informe Valech. También es pertinente darse una vuelta por YouTube y ver los registros de las protestas y dimensionar la brutalidad de la policía sobre la gente.
El protagonista del libro, Francisco Arzola, quien creció en una familia humilde en el sur, y estudió en una escuela agrícola, ve como una salida posible de un mejor futuro ingresar a Carabineros. ¿Cuánta preparación le faltó a este uniformado, quien vivió trasladándose entre Chiloé, La Serena, Puerto Montt, Temuco y Santiago? Arzola es el reflejo de lo que se le ha exigido a la institución desde el Estallido Social de octubre de 2019: reformar Carabineros, mejorando niveles de profesionalismo, especialización funcional y estableciendo un sistema de evaluación externa, entre muchas otras necesidades.
En semanas en que aparecen libros publicados como Diario 1982-1984. De la oración a la acción, de André Jarlan (Cuneta, 2024) y Letras torcidas. Un perfil de Mariana Callejas, de Juan Cristóbal Peña (Ediciones UDP), el ejemplar de Felipe González Mac-Conell parece un reportaje vivencial: escrito al calor de los hechos. En 2019 Francisco Arzola fue condenado a 22 años de cárcel por delitos de tortura, apremios ilegítimos y falsificación de instrumento público.
El periodista y escritor no solo habla con el carabinero que se autodenominaba “Nazi”, sino también con las víctimas. El factor común en estas tres publicaciones: el mal que se cuela entre las páginas. La miseria humana y también la precariedad en la que nos movemos a diario. Lo dice su autor al comienzo del libro El Nazi de Estación Central: “Los horrores narrados en estas páginas, más que deberse a circunstancias fortuitas y a demonios personales, los cuales sin duda son parte de ellos, creo que también dejan entrever una estructura social cimentada en la violencia y la marginalidad”.
Estamos frente a un nuevo libro que entrega detalles de terribles delitos, describen al culpable, les da el micrófono a las víctimas, y sobre todo reflexiona, entre sentencias judiciales y la violencia, con una prosa ágil y cautivante, sobre la necesidad de perseverar en la justicia, aunque sea engorrosa, lenta, y tenga, a veces, un rostro nefasto, o encarne la burocracia misma.
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