La escritora Marcia Mogro se adentra en el libro de Kamelia Mardones, publicado por la Ediciones Capucha. El libro fue presentado el 7 de noviembre. Revisa el adelanto que publicamos previamente.
[Fotos de Julio Núñez]
Inmersa en el encanto de la fugacidad, quiero hablar un poco del libro último de Kamelia Mardones Vergara, Música de Elevador.
Lo leo como la experiencia del cuerpo y la intuición del no cuerpo. Eso sentí y así observo a las personas y a los fantasmas que estamos aquí, esta noche en la presentación.
Este es un texto polifónico que busca articular y quizás descifrar en parte la complejidad individual y, en consecuencia, la humana.
Diferentes historias van conformando un corpus que cruza la poesía, la prosa poética y la descripción de emociones, de estados y desconciertos.
Kamelia se arriesga a transcribir lo verdadero, aunque esté oculto, cubierto por envolturas de diferentes paisajes, de gatos, de anhelos, esperanzas y voluntades. Se arriesga a exponerse de frente a la difusa posibilidad de la revelación, aunque sea en un sueño que se transforma en pesadilla recurrente.
Capas, transparencias y veladuras configuran un espacio cuyos límites se difuminan a medida que la escritura se retuerce en si misma.
En vez de develar, se enreda y mezcla más. Se anudan las representaciones unas con otras hasta formar una madeja multicolor que los gatos se afanan en desarmar.
En ese espacio con tintes expresionistas se desenvuelve la escritura de Kamelia Mardones Vergara que va merodeando, va avanzando laboriosamente entre metáforas e imágenes de una interioridad siempre cuestionada que intenta relatar su aproximación al desarrollo de una ficción. Ficción que tiene mucho de objetiva y auténtica, aunque maquillada con tatuajes que son el punto de partida de la búsqueda y la revelación.
Kamelia está siempre atenta y pendiente de observar el mundo exterior y el mundo interior. Los complejiza, los cuestiona y los relata al modo de una fábula cercana, unas veces a la ilusión y otras al delirio. Delirio que va haciéndose tan real como posible en la medida que los sucesos son susceptibles de ser descritos, representados y graficados con la precisión de su pluma y su pincel.
Su imaginario contemporáneo se acerca al dolor, a la pérdida y a la desolación. Sin embargo, su referente principal es siempre el amor. Amor a un otro, pero también a sí misma y a los antiguos espacios que alguna vez la han acogido y los nuevos que la acogen ahora.
Su imaginario urbano responde a la emergencia y a la urgencia de dotar de consistencia y sustancia a la superficialidad y velocidad que impone el agitado y convulsionado cotidiano en una ciudad como Santiago.
Así, la realidad y la ficción generan, en un espacio a la deriva, una suerte de hogar, de refugio, cueva y orilla que Kamelia transcribe de manera lúcida y admirable en la página 31 de Música de Elevador:
“Un lugar donde sea lo que aquí no
un lugar con cicatrices
y espíritus
penando, todavía,
por humanos
amores”
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