Compartimos un extracto del libro del escritor Juan Pablo Sutherland, recientemente publicado por Alquimia Ediciones.
Revisa además la presentación de Patricia Espinosa de este volumen, acá. Las fotos son de Marena Verónica.
Y ahora el comienzo. Cuando nos leímos y peleamos seguimos como siempre por más de treinta años.
—Oye, Juanpi, no pensé que Ángeles negros fuera así.
—¿Cómo así, Pedro?
—Tan gay… gay.
—¿Y tantos gays alabándote siempre y no te quejabas…?
—Te gustan los mismos, chiqui.
—¿Y tú, con la fantasía del amor heterosexual, niña?
—Ay, niña, fumémonos un pito mañana y ya está. No nos peleemos entre nosotras, chiqui, que para eso ya tenemos el mundo en contra.
(Recreación de una llamada telefónica de Pedro desde su departamento familiar en San Miguel tras la publicación de Ángeles negros en 1994).
El 2024 se cumplen treinta años de Ángeles negros. El 2025 se cumplen treinta años de La esquina es mi corazón.
Ojo de loca no se equivoca
El veintiuno de enero de 2015, Michel Bachelet fue a visitar a Pedro Lemebel a la clínica donde se trataba el cáncer, ninguno de sus amigos estuvimos en aquella escena presidencial. Durante esas semanas, habitualmente algún amigo(a) acompañaba en la puerta, otros sentados en la sala de espera conversaban de otros tiempos, de Pedro y sus andanzas.
Ese día la escena fue como si la presidenta de Chile quisiera decirle a Pedro algo lejos de la multitud y de los amigos, no hubo testigo directo. Por los comentarios de las auxiliares y enfermeras presentes, la visita no fue extensa, duró minutos, y algún personal de enfermería se entusiasmó con la connotada visita, incluso algunos solicitaron fotografías de recuerdo a la presidenta. Ella estuvo en la habitación de Lemebel, quizás extendió una sonrisa nerviosa y amistosa, y no sabemos si Pedro, en medio de la fragilidad extrema de su salud, pudo responder aquel gesto. Se agradece, por lo demás, que la visita presidencial no estuviera agendada en los medios y que la presidenta haya sido respetuosa del momento delicado que vivía Lemebel. Su familia, su sobrina Daniela, los amigos y amigas de Pedro, como una larga cadena de biografías, lo acompañaron en ese verano lánguido y extenso.
Días antes, había llegado a la clínica una carta de la presidenta y yo le pregunté si la había leído, inmediatamente me hizo un gesto con la mano con clara displicencia tan típico en él, pero minutos después me pidió que se la leyera. Lo hice lento y ceremonioso, intentando dar algún énfasis en una carta tan protocolar que destacaba la obra y la lucha social del escritor. En su rostro agotado se dibujó cierta picardía. Al terminar, me preguntó con dificultad si la carta de ‘la presi’ tenía faltas de ortografía. Los dos nos miramos al instante y enseguida nos reímos como dos niñas traviesas jugando con el poder. Creo que ese momento fue el último que compartí con Pedro de la manera cotidiana que solíamos vivir.
Más información sobre «Lemebel sin Lemebel. Postales amorosas de una ciudad sin ti”, de Juan Pablo Sutherland en Alquimia Ediciones.
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