Somos consciencia 20 viajes en DMT, de Gaspar Rossel Prado, es un texto motivado por la búsqueda de autoconocimiento y el afán de compartir estos viajes experienciales con miras a dialogar con una comunidad, interpelada como un “tu”: el lector. Como escribe Juan Pablo Sutherland en el blurb, “este libro es un devenir, un flujo de multiplicidades para ir y volver a mundos invisibles que se escapan de la cotidianidad”.
Al leer Somos consciencia vienen a la mente algunas referencias clásicas, como las acuñadas por Antonio Escohotado, quien dedicó su vida al debate en torno a las drogas, a la antiprohibición y al derecho de elegir, notablemente con Historia general de las drogas. Escohotado revela ahí:
“Sin libertad no hay nada… A mí me gustaría definirla como el arte de hacer posible lo que debo hacer, que es lo que vas encontrando en cada momento: ahí donde te va llevando la investigación, ahí donde la pesquisa te pone… El que pise la libertad de mi vecino me está pisando el cuello. Lucharé a muerte por la libertad de mi vecino. Es reconocer que el otro es por lo menos tanto como tú”.
Carlos Castaneda en Las enseñanzas de don Juan es otro título que se hermana a Somos consciencia. En él también el viaje es en pos de un aprendizaje: “El hombre vive sólo para aprender. Y si aprende es porque ésa es la naturaleza de su suerte, para bien o para mal”. Castaneda es ya un clásico de la literatura y sus enseñanzas, por boca de Don Juan Matus, han sido disputadas por distintos grupos que celebran su capacidad de convocación e iluminación:
“¿Tiene corazón este camino? Si tiene, el camino es bueno; si no, de nada sirve. Ningún camino lleva a ninguna parte, pero uno tiene corazón y el otro no. Uno hace gozoso el viaje; mientras lo sigas, eres uno con él. El otro te hará maldecir tu vida. Uno te hace fuerte; el otro te debilita”.
Aquí hay más de una sincronía con Somos consciencia, pues, como vemos en su conclusión, es el corazón el que indica el camino en un juego de equivalencias: “El hombre solo debe reflexionar y desear hasta el momento en que su cuerpo esté listo para emprender el viaje”.
Thomas Szasz es otro ensayista con el que es posible dialogar aquí. En su provocador ensayo Nuestro derecho a las drogas discute nociones establecidas y afianzadas en nuestra cultura, como el estigma que cae sobre quien consume drogas, considerado un delincuente, traficante o enfermo mental. Szasz interpela al Estado: ¿Por qué es él quien decide por nosotros y administra nuestra libertad?
En Somos consciencia, textos acompañados de hermosas ilustraciones, figuras piramidales, geométricas, que hablan de otras conformaciones y nos transportan a otras culturas, a la vez que a un mismo centro, se nos extiende la invitación a este viaje:
“La DMT, Dimetiltriptamina, también llamada La Molécula de Dios… es específicamente esta sustancia, molécula, portal, tecnología alienígena, o como quieras llamarla, una de las formas que permite que tu tercer ojo se abra y puedas ver las infinitas dimensiones y entidades espirituales…”.
Espiritualidad, magia, contacto con culturas ancestrales, monjes, desdoblamientos, extraterrestres, telepatía, reencarnación, iluminación: todo converge en Gaspar, el protagonista que renace en la narración:
“Morí aproximadamente 5 veces, en la quinta, sentí́ que mi alma se iba por una especie de recorrido programado, donde era netamente energía que, mientras avanzaba, iba interactuando con muchas entidades y seres del bajo astral, no tenía miedo, pero al terminar el recorrido, volví a renacer…”.
“Dejar de ser tú” es uno de los objetivos de los viajes que ponen en jaque la concepción de ego con la que funcionamos en nuestra cotidianidad. Así, el primer viaje es designado como “Buda” y, al compás de música india, comienza la experiencia:
“la DMT es una Caja de Pandora, un viaje puede durar entre 5 a 25 minutos, todo depende de cómo entres y con qué entidades o sensaciones conectes”.
Estos viajes son formas de contactar con otras personas, pues siempre se experimentan en compañía y resulta interesante contrastar y comparar los testimonios, en forma de sensaciones y percepciones, que revelan los participantes. En las secciones denominadas “Paréntesis” vemos el modo en que Gaspar dialoga con los acompañantes de sus viajes. Ellos ofrecen una perspectiva más amplia y sugieren la posibilidad de habitar en comunidad, a partir de un entendimiento espiritual común. De este modo se va construyendo una noción de comunidad alternativa; una comunidad espiritual que se desliga de los pactos convencionales, de las religiones tradicionales:
“Jamás fui religioso, jamás creí en dioses, pero sabía que era Ganesha, un dios hindú, hijo de Shiva y Parvati, representante de la sabiduría, la inteligencia, la prudencia, la abundancia y la política en los nuevos comienzos”.
Así es como, en el último viaje, se concluye que todos “somos Dios”. Gaspar comparte: “Todos estos seres vivos, de esta o cualquier dimensión que haya pensado la consciencia, finalmente somos lo mismo. Todos somos uno”.
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