El sábado 04 de enero del 2025, en la Casa Taller, se celebraron los 10 años de Raza Cómica. La revista cumplió una década desde su primer latido y los cimientos y formatos del cómo fue concebida, definitivamente cambiaron o, al menos, se reorganizaron, partiendo con la partida física de su socio-colaborador y fundador Cristián Pacheco Guzmán.
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Conocí a Pacheco el 2011, cuando comenzamos a estudiar el magister en estudios latinoamericanos en la U-chile y las calles se llenaron de manifestaciones neoarielistas y genkidamas por la educación. Estábamos en lo mejor de la carrera estudiantil, con mucho tiempo libre, ganas de leer y inmensísima ingenuidad. Fue un match bonito en la capital. Ambos estábamos un tanto solitarios porque habíamos hecho el pre-grado fuera de Santiago. El venía de Concepción después de estudiar periodismo con una tesis en grafitis y arte callejero, mientras que yo “volvía” a “Santiago” (en realidad, por primera vez me desplazaba por el centro de Santiago, puesto que toda mi infancia y adolescencia viví en San Bernardo) después de cinco años en Valparaíso, con ganas de enseñarle al mundo que la geografía radical era el programa de la revolución, tal como Fidel Castro le enseñó a todos sus amigues, tomó un barquito y cambió la historia de América Latina.
El día que muera Fidel, pensábamos, será épico. Habría que levantar un documental de la geopolítica cubana y los pueblos interiores de Cuba, sus distintas misiones y reacciones, los cambios culturales previo/posterior, la desigualdad estructural vía turistificación, la formación política en las esferas cotidianas, etc. etc., etc., y, ante todo, demostrarle al mundo que, a pesar de todas esas contradicciones, cómo la genialidad intelectual fue la propia vida de Fidel. Y sí, era importante problematizar, matizar las carencias y limitaciones de la Isla, pero nunca criticar el aporte de la Revolución y Fidel en su más larga duración. Era un gran proyecto, pero Fidel murió y no lo concretamos.
Poco antes de eso, recuerdo que me comentó la idea de crear la Raza Cómica. De forma inmediata le retruqué -yo, el supercrítico y míster de la política- el contrasentido de crear instancias y revistas sin intentar unificar las tareas. Me mandó a la re-cresta en dos tiempos y la revista salió como un programa de conversación cultural junto a Gustavo y Daniela, en las dependencias de la U-chile. La hicieron a su modo, entre la picardía y la sensibilidad literaria, entre las ganas de hacer política y la periferia cultural organizada. Ya venía con esa idea desde su paso por la radio que piensa. Un día lunes temprano me dijo: “guacho, no nos tincó el loco […] Oye, acompáñanos como panelista el programa de hoy?”, “no puedo, sorry” le contesté. Otro día, otro chat gmail; “veo que para El Mostrador tiene tiempo compañero, no para La Raza”. La frase era acompañada con un emoticón triste. Para mi defensa le respondí que “la descentralización es un tema como el hoyo”, cosa que no ha cambiado mucho. Pero Pacheco no se quedó conforme: “supongo que cuando seamos una plataforma lo suficientemente interesante para difundir ideas nos vas/van a considerar […] a la raza obvio que le interesa, argumento sin fundamento… y deja de ahogarte en un vaso gil, simplemente te estoy insistiendo, dale cuando puedas. Entiendo tu preferencia por El Mostrador, pero una ayuda por estos lados no viene mal”.
La Raza Cómica fue muy importante para la vida de Cristián. Una especie de lugar mítico. Quería que sus amigos y cercanos también se sintieran convocados a un proyecto editorial genuinamente creativo y popular. Yo nunca fui un colaborador muy comprometido. Sin embrago, cada cierto tiempo, Pacheco volvía a la carga: “cuando prepares algo para nosotros va a pasar por edición, vas a recibir comentarios y la vamos a publicar con sus mejoras. nosotros siempre nos va a interesar, es decisión tuya”. O como en este otro mensaje: “weeena chorizinho. tudo bom, vocé? ta bien, oye y todo bien en san pablo? cuando caches a alguien motivao con escribir de brasil vos ofrece el espacio nomas”. Esa vez le dije que que le mandaría algo, pero que en ese instante era imposible, porque había llegado en pleno carnaval: “bacán, póngale nomas, sea cortés, ande con cuidado, edúquese lo más que pueda, respete para que lo respeten”.
Ese fue el último mensaje que tuve del Cristián o del Pacheco. Pacheco para los amigos, Cristián para los super amigos. Tenía esa extraña dulzura y dureza de los cuerpos grandes. Creo que era parte de esa misteriosa bandada de sujetos medios salvajes y cariñosos. Fue extraña su partida en noviembre del 2018, porque cuando ocurrió no pude compartir ni digerir lo sucedido. Me quedé con una tristeza ambigua, entre la nostalgia, la pachotada futbolera y las comunicaciones que decayeron. Con el pasar del tiempo se han ido reorganizando los recuerdos más contemplativamente.
Por esto que, ese sábado 04 de enero, del 2025, ese día de celebración, sentí la necesidad de decirle algo a ese espíritu travieso y contracultural, finamente contracultural, que fue Cristián. Siento que la Raza Cómica es su familia territorial, esa familia producida al calor de afectos cotidianos, entrelazados por pura intuición y placer colectivo. La intuición de querer formar una manada ideológicamente no homogénea, dispersamente unificada, anclada en una voz, en un hogar, que también está organizada en la confianza y la diversión, entre hermanos sanguíneos y políticos, primas de terceros niveles, tío de madre, tías, vecinos, amigos y super amigos lejanos y de muchos países. Un placer de escribir, leer y conversar entre varios, mucho más allá de los like y los corazoncitos que tanta adicción y locura han causado durante esta última década.
Pacheco tenía algo de esos reporteros que quieren llegar a la acción y cubrir la deseada noticia en desarrollo, sopeado y con algún tipo de frecuencia alucinógena. Sensibilidad y experiencia de clase popular, capacidad de gestión, estética, empatía, carácter, creatividad. Todo eso era Cristián. Adicto a los paisajes periféricos, fiel al Colo-Colo y las pichangas duras. Una subjetividad popular que no se achicaba a las distinciones normativas o la intelectualidad camuflajeada que es resueltamente aspiracional. Por eso escribía con las venas abiertas. Por eso invitaba y compartía sus escrituras caminantes en el proyecto político-cultural de Raza Cómica porque creía y vivía plenamente en sus creaciones, auto-creaciones, en su ley, con sus amigxs, con su familia territorial.
Le agradezco muy profundamente a quienes continúan dándole tinta y episodios a la Raza Cómica. Siento que, con ustedes, compartimos un gran amor, una historia, un legado que, por distintas casualidades, sigue vivo en su trabajo editorial. Lamento profundamente no haber aceptado la invitación de Pacheco como panelista de la Raza Cómica aquella mañana del lunes 30 de mayo del 2016, a las 10:36, como registró mi gmail-chat. Leo ahora nuevamente otro mensaje optimista: “ah la raja, yapues, usté mande nomas y le hacemos el espacio en la primera camada de textos, vamos a reabrir el local”. Emociona su ternura, sus ganas, su convicción por lo construido. Si tuviéramos todos al menos un cuarto de esas cualidades, quizás, quien sabe donde estarían caminando los experimentos contra-culturales. Me emocionó la celebración y espero seguir emocionándome cada vez que la Raza Cómica me convoque y vuelva a sus lides. Siempre trataré de ayudarles, tan lejos tan cerca, como aquella silueta enmascarada y grandota, entre el rap, la poesía o la música de Os Mutantes.
En tiempos que leer y escribir en colectivo no es más que un me gusta sin orgasmo y muchos corazones vacíos, la Raza Cómica es el más bello homenaje al querido Cristián Pacheco Guzmán. Viva los 10 años de la Raza Cómica, un Pacheco en el corazón.
Perfil del autor/a:
Geógrafo wanderino, oriundo de la población La Selva, investigador independiente.