El pasado mes de diciembre, después de dos años de proceso, inauguré la exposición del proyecto “Tal vez mañana” en el especial espacio de la capilla del Centro Cultural Montecarmelo. La muestra es la cuarta de una serie de proyectos expositivos de características inmersivas que en su montaje reúne video, sonido y volumen junto a otros elementos sonoros y lumínicos, para interpelar sobre la posibilidad de la trinchera propia en el actual contexto amenazante.
El miedo al “mundo” como el escenario de un daño futuro funciona como una forma de violencia en el presente, que encoje los cuerpos y los coloca en un estado de terrosidad, un encogimiento que puede involucrar una negativa a salir de los espacios acotados de la casa o una negativa a habitar lo que está afuera.
Sara Ahmed
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Hace unos años, durante los meses en que el estallido social en Chile se ensamblaba con el período de pandemia, estaba en el sur del país en el inicio de un tránsito en lo que podría hoy llamar “hogares temporales”, viviendo en Huiro por la costa Valdiviana. En plena época de cosecha de manzanas para chicha, una vecina me regaló un nido que sacó de uno de los árboles pensando en mí, porque es como “el hogar que usted está buscando”, me dijo. Un par de años después ese nido, junto al proceso de investigación sonora que realizaba, se convirtió en la utopía de un momento de pausa para repensarnos en lo que pensamos sería “la nueva realidad” después del encierro, en la exposición “Tregua” en Galería Metropolitana. En las conversaciones durante el período que duró la exposición y mensajes de espectadores, apareció la frase anónima que terminó por condensar las ideas detrás de ese, los proyectos anteriores y futuros: “probablemente mi refugio está en mí, abstracto, limitado, complejo como yo”.
“Tal vez mañana” nace de la posibilidad de encontrar el refugio propio a partir del estudio del sonido y la música en terapias de estimulación binaural y ejercicios de escucha profunda en bajas frecuencias hertz, durante un tiempo de dislocación, inestabilidad y errancia que fue acompañado por una creación sonoromusical y un trabajo en volumen que antes no había experimentado. Retomando el piano y el teclado entre otros instrumentos y registros análogos, creé la composición sonoromusical “Hacia una trinchera I”, que junto a la pieza audiovisual en video vertical y el cuerpo escultórico que interviene el espacio de la Capilla de Montecarmelo, conforman la instalación site specific “Tal vez mañana” hoy en exposición [hasta el 31 de enero].
El proyecto plantea una reflexión frente al actual estado ominoso de una realidad que nos sitúa en un mundo agotado en la lucha por la sobrevivencia, en medio de estructuras de poder que han cancelado la posibilidad de un futuro seguro, afectado o asequible a ser imaginado siquiera. Estamos en un periodo de tránsito entre las utopías obsoletas y el futuro distópico de un apocalipsis que ya se inició, y que de mantenerse la misma entropía actual se prolongará, hasta tiempos en que serán solo nuestras propias trincheras el refugio posible. A partir de las experiencias autobiográficas que las diferentes derivas de un tiempo sin hogar me entregaron y de un nuevo comenzar repleto de miedos e incertidumbres, “Tal vez mañana” se abre a nuevas lecturas presentando ese poder en imágenes universales y construyendo un espacio de resiliencia donde poder reflexionar sobre las posibilidades de resguardo y adaptación ante una vida en permanente peligro y un futuro cuando menos impredecible.
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En su montaje, la muestra enfrenta al entrar al espacio expositivo al espectador con la composición sonoromusical llenado toda la sala y la pieza audiovisual de un video que transita entre imágenes abstractas que aluden al cosmos, el rumeo mental y la velocidad del tiempo, y otras con fragmentos manipulados de escenas que ironizan la idea del poder.
En el año 2017 y mucho antes que comenzara a desarrollar el proyecto de esta exposición, me encontraba en Findlay (Ohio, Estados Unidos) durante unas semanas preparando una exposición para The Neon Heater Gallery. Dentro de los días en aquel pueblo, me crucé con la celebración del 4 de julio y un desfile de producción local simple que reunía a mi parecer todos los elementos que asociaba con la ironía del poder: la supremacía norteamericana sobre Latinoamérica escondida detrás del maquillaje del consumo y la hegemonía de instituciones patrimoniales, entre el bálsamo del espectáculo y la fachada de una calidad de vida inexistente; cuestiones que se replican desde ese norte hasta el sur mas sur en Chile. La revisión posterior del registro en video de aquel desfile y el recuerdo de los diferentes arquetipos que iban pasando por mi mente mientras observaba esa pasarela, terminaron de construir -junto a las demás imágenes- la pieza audiovisual que busca interpelar a quien comienza el recorrido por “Tal vez mañana”. Tal como los personajes dentro de las escenas del video, el espectador es invitado a transitar por la obra completándola en un recorrido que obliga a la pausa tras el acostumbramiento de los ojos a la escasa iluminación del espacio. En una retroproyección vertical que se propone a modo de tótem suspendido en el cielo del espacio, el espectador cruza esta suerte de umbral para entrar a una especie de roquerío y pasillo que tras algunos peldaños lleva a una trinchera natural.
El refugio final de “Tal vez mañana” lo concebí como una nueva trinchera construida de ramas de árboles de diferentes tipos de Santiago, y que tiene en su interior dos piezas objeto que son también nuevas exploraciones en otros formatos que me encuentro realizando. Una pieza fotomusical con un fotomontaje de imágenes que registran parte de las derivas experimentadas entre 2019 y 2023, fusionando el pasar por el sur de Chile y las sábanas de alguna de las tantas camas donde me tocó dormir cuando despertaba sin recordar donde estaba por la confusión que provoca el tránsito constante. Desde su interior, la caja emite el sonido de una aguja de vinilo en constante loop; la metáfora de la necesidad de un mantra propio para sostener los procesos de resiliencia en la tensión cotidiana de protegernos y enfrentar.
“Tal vez mañana” propone a través de ejercicios utópicos y distópicos enfrentarnos –o no- a una nueva realidad futura incierta, para reflexionar respecto al período de crisis que nos toca vivir y la necesidad de nuevos posibles.
Imagino este proyecto como un paisaje interior que compartir; un espacio donde la triste ironía de lo que fluye afuera y presiona dentro es simultáneamente lo mismo que obstruye y construye con su marcha imparable la ilusión de alcanzar tal vez mañana, un porvenir distinto. Quizás como me diría una visitante el día inaugural de la exposición “tal vez mañana” podría ser aquel “espacio donde morir en paz”; si pensamos que para recomenzar y pensar en un mañana diferente, tal vez no hay más que dejar todo atrás.
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