Bajo el sello editorial Falso Azufre, la escritora y docente publicó en Chile el volumen Enciclopedia de las artes cotidianas, libro que reúne ensayos breves que exploran con ingenio y sensibilidad situaciones ordinarias que nos rodean cada día. En esta conversación ahonda en las consideraciones fundamentales del ensayo literario como género y su práctica en la era del yo.
Hay dos distancias evidentes en la escritura de esta conversación. Primero, sin duda, la geográfica. La ensayista y docente Laura Sofía Rivero está en Ciudad de México, en invierno, y yo estoy en Buenos Aires, en verano. La otra es la que experimento con el libro Enciclopedia de las artes cotidianas (Falso Azufre, 2024), que revisé gratamente en los albores de estas vacaciones en el sur de Chile. En el tránsito de estos días abandoné el libro en el camino. Para ser más precisa, lo dejé encargado para que lo lleven a Santiago, donde ocupará un lugar que hoy propiamente tal no existe: el del ensayo literario.
No había tenido la posibilidad de leer textos de este tipo -o no había sido consciente de hacerlo-, menos enfocados en la vida cotidiana como materia prima. Es por eso mismo que introduzco este texto con esta anécdota del libro encargado, porque de allí, de ese gesto menor y más precisamente útil de deshacerme de peso para continuar ruta, se pueden desprender un montón de reflexiones escritas, y quizás, aproximarse al registro del ensayo literario que nos propone Laura, al describir que este corresponde al pensar con palabras.
Algunos puntos que pueden surgir:
-El apego a los libros
-Marcar citas de libros como práctica lectora
-Abandonar libros (nunca botarlos, como escribiera mi querida amiga Natalia Figueroa en Revista Libra)
-Aprender sobre nuevos géneros literarios
-Entrevistar a escritoras desde la vereda de la conversación
-…
Pero volvamos a Laura, mejor.
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–¿Cómo se aprende a escribir un ensayo literario?, ¿se puede aprender ese género en términos de formación o de experiencia?
Creo que el ensayo como género literario es una oportunidad para dedicarle más tiempo de reflexión y de comprensión a cosas que quizá nos parecerían poco relevantes que no ameritan un pensamiento más extenso que el que le dedicamos en nuestra vida cotidiana. En ese sentido, hay actividades y experiencias que ayudan a formarnos en el ensayo literario -como por ejemplo, ciertas becas de creación literaria que al menos acá en México hay un par de ellas dedicadas específicamente a este género- pero son becas en donde no te dan cursos, sino solamente la oportunidad de dedicarte de lleno a escribir, pensar y leer este género literario.
Sí se pueden aprender algunas cosas de técnica, porque el ensayo sigue siendo un género literario, y hay técnica en cada uno de los géneros literarios. Quizá en otros como la poesía, la dramaturgia o la narrativa hay una técnica más consolidada. En la dramaturgia tenemos, por ejemplo, las tres unidades aristotélicas; en la poesía el verso tradicional; en la narrativa la narratología, que nos dice, bueno, existe un personaje, un narrador, cómo se analizan, etcétera.
En el ensayo no tenemos la misma tradición teórica sobre el género, pero eso no quiere decir que no haya una técnica, y que no haya una técnica que se pueda afilar de manera personal o comprender de manera colectiva en un taller, en un curso. Por lo mismo es quizá una técnica que se va aprendiendo de manera muy autodidacta y más que nada a partir de la lectura. Creo que así como nosotros aprendemos a hablar por contagio -a diferencia de cuando tomamos una clase de idiomas, que trata de hacer ese proceso de una manera muy artificial- pasa lo mismo con el ensayo; es un género que aprendes a comprender cómo escribir, cómo replicar cosas que han hecho otros, y es a partir de la lectura donde también uno va entendiendo que existen tradiciones, pero no todas son entendidas de la misma manera; considerando incluso el propio hecho de que tenga palabras distintas en diferentes idiomas para designarlo: en inglés essay es algo diferente de personal essay o de non-fiction. Aquí en México y en Latinoamérica también hay diferentes ideas de lo que significa un ensayo, entonces creo que se aprende más bien de manera autodidacta, tratando de construir una biblioteca personal de lo que significa el ensayo y replicando eso que vemos.
-Y en tu caso, ¿qué caminos te llevaron a esa vereda del ensayo?
Llegué por una coincidencia en la escuela donde yo cruzaba la universidad. Estudié Lengua y Literatura Hispánicas en la UNAM en una facultad muy apartada del centro cultural en la Ciudad de México. Era una universidad periférica, y por lo mismo era un lugar muy pequeñito, muy lejos de la mano de Dios. Por esas coincidencias de clases que fui eligiendo, tocó el azar que en una misma semana leímos en muchas de ellas ensayos, y siento que esa coincidencia se ligó con que me dejaron de tarea investigar qué era el ensayo literario. Allí llegué a una convocatoria de la Fundación para las Letras Mexicanas de un curso breve que tenía cuatro disciplinas para enviar la solicitud y una de esas era la disciplina del ensayo literario y la mandé, pero la verdad es que ni escribía, me quería dedicar más bien a la docencia. No veía nada de esto como algo más allá que un hobby que he hecho toda mi vida, que ha sido escribir.
Me seleccionaron y me senté allí muy extraña porque sentía que todos como que habían nacido para ser escritores y les encantaba y tenían fanzines y plaqués y no sé qué, y yo no sabía si se habían equivocado al invitarme a ese curso, pero fue allí donde justamente con compañeras que ya leían ensayo que empecé a tener esa curiosidad de decir qué más puede ser el ensayo. Emprendí el camino que llevo hasta ahora, 11 años después, de estarme preguntando cuántas cosas puede ser el ensayo, cómo se puede entender, y comencé a dedicarme de lleno a eso.
Desde siempre me ha interesado qué significa pensar por escrito, y es algo que me sigue interesando hasta la fecha. Creo que quienes hacemos ensayo estamos guiados siempre por esa pregunta. Hay un momento detonante que te hace saber qué significa pensar por escrito, cuántas maneras hay de pensar por escrito, pues se puede derivar en la escritura y en la lectura de este género.
-¿Cuán cargado está el campo del ensayo literario del mundo del yo? ¿Es fundamental esa presencia o puede extrapolarse de la misma?
Pues usualmente diríamos que el yo está muy presente desde el inicio del ensayo literario, con esta advertencia al lector que hace Michel de Montaigne, nuestro padrino de este género, que dice: “yo mismo soy la materia de mi libro”. Sin embargo, creo que el yo es algo mucho más complejo que escribir de las cosas que nos pasan; va mucho más allá de la autobiografía, de la confesión, del diario íntimo. El ensayo es un género que sí colinda con todas estas formas de la escritura personal, por decirle de alguna manera, pero no significa que se reduzca a una escritura personal o que se quede allí.
Esto además es algo que nos tenemos que preguntar: ¿cuál es el lugar que ocupa el yo en un ensayo? Todo esto, de manera muy importante en esta época tan “yoizada”, tan “yoificada”, no sé cómo decirle, donde todo el tiempo estamos rodeados de yo, de yo, de yo, en todas partes, en las redes sociales, definirnos en una biografía pequeña de Twitter, o las selfies, ver nuestra cara. Si bien es un elemento muy importante del ensayo esa presencia del yo, sí me parece mucho más importante reflexionar sobre qué significa escribir del yo en una época donde el yo es casi una deidad.
La presencia del yo en el ensayo, en sus orígenes, fue fundamental porque estaba la importancia de darle lugar a la perspectiva. El ensayo es un género renacentista que nace en un momento de crisis, en donde ya no se considera que hay verdades absolutas, sino formas muy únicas de ver la realidad, que alcanzan a ver algo, pero no todo. El renacimiento está muy consciente de que no alcanzamos a ver todo, hay zonas grises, y que justamente eso es lo que nos da tanta importancia a la mirada. Entonces así como nació la perspectiva en pintura, lo interesante es que pasó eso mismo en literatura con es un interés de representar la mirada por escrito, con una manera muy distinta de pensar después de venir de esta escolástica en donde lo que importaba eran las autoridades, lo que habían dicho los otros, y no lo que yo pensaba por cuenta propia ni mi forma de disentir.
En ese sentido el yo es importante porque es la entrada a la perspectiva, y creo que eso sigue siendo importante ahora, pero me parece que vivimos en una época en donde el yo suele ser un punto de confrontación, de polémica, o de homologación, y no de disenso, no de encontrar esas zonas grises, esas zonas oscuras; o incluso como una palanca para encontrar momentos que nos permitan empatizar con los demás y “mi experiencia es la experiencia de todas las otras personas, es una experiencia compartida”. Escribir la experiencia no significa solamente escribir la experiencia personal, porque está formada de muchas, la experiencia vicaria, que es lo que le pasa a los demás; la experiencia virtual, lo que vemos, lo que leemos; y todo eso es experiencia que va conformando quiénes somos nosotros.
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-Uno de los textos aborda los talleres literarios, tu experiencia allí. ¿Cómo planteas la docencia en base a esta experiencia?
Para mí la docencia es muy importante, creo que es mi verdadera vocación. ¿Qué significa la docencia dentro de la creación literaria? Es un tema bastante complejo. Me he dedicado a dar bastantes talleres de creación literaria y en todos estos talleres se ligan muy bien estas dos preguntas que me invitas a enlazar, porque sé que el ensayo es un género en donde lo que más importa es encontrar un estilo propio del pensar y del decir, como menciona Liliana Weinberg. Tú no le puedes decir a otra persona en qué pensar y cómo pensar en eso: lo que sí puedes hacer es decirles “bueno, otras personas han pensado en estos temas de estas formas y con estos recursos”. Para mí los talleres son una invitación a amueblar un poco más esa biblioteca personal que tiene cada una para que conozcan qué más puede ser el ensayo, qué otras cosas pueden ayudarles a darse cuenta de que las maneras que tenemos de pensar por escrito en nuestra vida diaria no son las únicas, a pesar de que sean las que más usamos.
¿Cómo entra lo cotidiano al ensayo? Al quedar plasmado, de alguna forma, ¿sale de esa condición?
Lo cotidiano tiene un lugar muy importante para mí, al menos en el ensayo, y para -sospecho- muchos de los autores y de las autoras que más me gusta leer porque permite ser muy honesto con las cosas que nos invitan a reflexionar. Para mí lo cotidiano es importante porque a veces me da mucha desconfianza leer ensayos que empiezan hablando de la amistad o de los temas mayúsculos como la muerte. Para mí lo cotidiano es casi la declaración de mis detonantes, de qué cosas me hicieron comenzar a tratar de entender una pregunta mayor. El ensayo te permite esa posibilidad de declarar detonantes y de también saber que mientras te pones a cavilar sobre cualquier asunto, puedes convertir las cosas ordinarias en extraordinarias. A mí me parece que por eso es también un género literario tan importante como cualquier otro porque vuelves a ver con ojos como recién nacidos el mundo que te rodea.
-Leí algunas revisiones de este libro y se destaca como un valor la transparencia y la sinceridad. ¿Es sincera siempre o al elegir qué poner “performanceamos” de alguna forma nuestra experiencia misma?
Para mí siempre es un artificio y que creo que esa es la razón por la cual no nos hemos preguntado a fondo cuál es el papel que tiene la ficción en un género como el ensayo, que siempre leemos de una manera factual, como si fuera una opinión y no una obra literaria. Cuando citamos a un ensayista decimos “Jorge Luis Borges dijo en su ensayo tal”, “Alfonso Reyes dijo en su ensayo tal cosa”, pero no asumimos que hay una instancia que está hablando que no es el autor de carne y hueso. Leemos el ensayo como si fuese una opinión de una persona, pero creo que hay allí un carácter de ficción que no nos hemos preguntado a fondo. Sin embargo creo que ese carácter de artificio y de ficción no es una cualidad que nos lleve a ser deshonestos por completo. En mi caso, al menos en este libro, hay un interés muy personal de encontrar revelaciones incómodas, cavilaciones incluso muchas veces difíciles para mí de asumir, y en esa honestidad hay algo también de artificio. En ese mostrarme como no me mostraría en otros espacios, en redes sociales, ese carácter confesional ya me parece artificial en sí mismo porque mi vida no transcurre con esas confesiones.
Por otra parte creo que hay algo artificial en la escritura misma porque uno elige una forma, hay una elección deliberada de qué sí decir, qué no decir, cómo presentar la información, cómo presentar las reflexiones. Cualquier escritura que se pregunte por la forma tan deliberadamente me parece que tiene un pie como en otras estrategias literarias.
-Y esa elección de esa forma, ¿se podría definir como una posición?
Depende del texto. A veces la forma casi viene antes que las ideas, a veces es irle dando muchas vueltas. Por ejemplo, uno de los textos del libro que más tiempo me tardé en escribir y en pensar qué forma darle, es uno que habla de una ruptura amorosa y de lidiar con las cosas que quedan en un espacio compartido. En otros casos casi me parece muy obvio, tiene que ser así porque esto es lo que estoy sintiendo. Por eso la forma es tan importante, porque me parece que no solamente se escribe para compartir una idea, sino una sensación.
-¿Cómo se cruza el ensayo literario con la crítica? En la escena mexicana, ¿hay un diálogo?
Sí, hay lectores críticos de ensayo y espacios de investigación de teoría. A pesar de eso todavía no se le da un lugar privilegiado a la manufactura literaria del ensayo, a su condición de literatura. Aunque hay crítica, esta se enfoca mucho en cuáles son los aportes a un tema, cuál es la novedad de esta idea… Quizás en donde ha sido más fértil este intercambio crítico es entre los propios ensayistas que también reseñan a su vez a otros. También, el auge de escrituras de ensayo un poco más cercanas al diario íntimo, a la confesión personal, han propiciado eso, que se le dé otro tipo de lectura.
Yo vengo de una tradición de lectura de ensayo breve –Chesterton, Julio Camba, Jorge Ibargüengoitia, o los ingleses como Lamb– que le pone énfasis al ingenio, a la forma e idea inusitada, que aparentaría no tener ninguna importancia y justamente creo que es una forma del ensayo que enfatiza eso, su condición literaria.
-¿Cuán generacional es este libro?
La mayoría de los textos están escritos un poco para dialogar con mis pares, pues lo primero que una tiene en mente es tratar de replicar esas conversaciones, ya que el ensayo es una conversación, una conversación por escrito, una conversación literaria.
A veces me pasa mucho eso de que una conversación que veo que se replica con distintas personas, en distintos lugares, pienso que quizá está escondiendo una preocupación que va más allá de mí, una preocupación compartida, y me interesan a mí las preocupaciones compartidas, justo por encontrar ese espacio de empatía, encontrar ese espacio de complicidad, me gusta cuando yo leo ensayos de hace siglos, decir, híjole, a Luciano de Samosata le estaba pensando lo mismo que yo, y eso me emociona, eso me entusiasma, entonces supongo que hay un interés en ofrecer ese espacio de complicidad con un lector, una lectora, y probablemente sea más fácil, que sea un lector o una lectora de mi generación, que comparta mis propias incertidumbres, mis propias preguntas, entonces sí, yo creo que probablemente lo sea.
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