En su reciente libro “La belleza del ruido. Una aproximación al viaje de Suárez y Rosario Bléfari”, el poeta y escritor argentino Walter Lezcano ahonda en la obra, personalidad y vida de la artista y compositora que fue referente de la cultura independiente trasandina. “¿Qué valor tiene escribir sobre música?”, se pregunta el autor en esta entrevista donde vuelve a ese personaje casi mítico que fue una “artista autodidacta, solitaria y marginal”.
“Rosario Bléfari abordó su arte y su vida desde una perspectiva que desafiaba las ideas tradicionales de éxito y foco. Influenciada por un linaje familiar femenino, ella asociaba elementos que usualmente no se conectan”, dice Walter Lezcano, periodista y escritor argentino que publicó La belleza del ruido. Una aproximación al viaje de Suárez y Rosario Bléfari (Gourmet musical, 2024). El libro es una biografía coral y también un retrato en orden cronológico de la vida de su banda Suárez. Es, según Clarín, “un acercamiento al proceso creativo y a la cosmovisión que Bléfari tenía sobre la música y el arte” que en 136 páginas mezcla material de archivo, reflexión y análisis.
En entrevista con La Raza Cómica, Lezcano continúa: “La dispersión, algo despreciado en la sociedad, era una herramienta para crear. Rosario rechazaba las fórmulas preestablecidas del éxito y prefería ‘fracasar’ bajo sus propios términos, lo que paradójicamente la llevó a un tipo de éxito genuino, basado en la libertad creativa. Su obra, valiente y única, la convirtió en una figura trascendente cuyo impacto sigue vigente, más allá de su corta vida de 54 años”.
–¿Cómo nacen en ti estas inquietudes que se vinculan con la música? ¿Dónde surge el interés por una banda o un artista en particular?
–El motor inicial, en realidad, es una especie de conversación constante con la música. Es algo muy bonito, porque los discos, las canciones, los artistas, todos generan ideas en mí. A veces, escuchar una canción me despierta una necesidad de escribir sobre ese artista, de reflexionar sobre su obra. Cuando siento que hay algo que puedo aportar sobre un artista que no esté ya presente en su obra o en lo que ya se ha dicho, ahí comienza el proceso. Hoy en día, con todo el material disponible en línea, la pregunta es: ¿qué valor tiene escribir sobre música? Cuando encuentro esa respuesta, cuando siento que realmente puedo aportar algo nuevo, ahí es cuando comienza el proceso del proyecto.
En este tipo de escritura, es importante tener una razón sólida que impulse el trabajo. Porque escribir sobre música no es fácil; tiene su complejidad. Decir algo nuevo, algo que no se haya dicho ya, emprender esa aventura, requiere un gran esfuerzo. Es costoso en tiempo, y te lanzas sin red, con todas las posibilidades de que el resultado no sea el esperado. Y, sin embargo, es ese desafío, esa posibilidad de explorar algo que podría salir mal, lo que a veces me empuja a tomar la decisión de seguir adelante.
–En tu libro mencionas que había muy poco material sobre Suárez, especialmente en los años 90, a pesar de su influencia y ser lo que se le denominaría una banda de culto. ¿Qué te motivó a documentar su figura y su proceso artístico?
–Lo que me llamó la atención es que, a pesar de todo lo que Suárez había logrado —su faceta como ícono en Rosario, sus múltiples proyectos musicales, su trabajo en cine y medios— en 2016 seguía siendo parte del «mega under», pero al mismo tiempo era conocida por gente del «mainstream». Ella nunca dejó de trabajar, publicar en editoriales como Mansalva, protagonizar películas; pero cuando iba a sus recitales, a menudo éramos solo 30 o 40 personas. Eso me generaba una curiosidad enorme. Pensé que valía la pena hacer un libro sobre una persona tan misteriosa en ese sentido, alguien que se mueve entre esos mundos y sigue creando a pesar de la escasa retribución económica y la dificultad del gremio. Mi pregunta fue: ¿por qué alguien decide seguir en una industria tan complicada, a tan alto costo y con tan poca recompensa, en lugar de ‘mandarlo todo a la mierda’? Eso fue lo que me motivó a profundizar en su historia.

“El diario del dinero”
El diario del dinero es un libro de Rosario Bléfari, una especie de reflexión personal donde expone y aborda cuestiones como la lucha constante por mantenerse en el circuito artístico, las dificultades económicas y emocionales, y las contradicciones de vivir entre el reconocimiento y la falta de sustento material.
–¿Qué motiva a un creador a seguir adelante, a pesar de las dificultades y la falta de reconocimiento?
–En “El diario del dinero”, Rosario Bléfari explora el costo emocional y económico de ser un artista independiente. Sobre si alguien sería capaz de seguir adelante en este contexto, donde, a pesar de exponer su obra y organizar recitales, solo venden 30 entradas y siguen siendo parte del monotributo. En este libro se abre la pregunta de si te bancarías exponer tu obra, organizar un recital por meses y solo vender 30 entradas, o si es mejor vivir siendo conocido pero sin salir del monotributo. La motivación detrás de todo esto es el verdadero misterio.
–Al hablar de «artista de culto» o «nicho», existe una delgada línea entre lo positivo y lo negativo. ¿Cómo se refleja esta perspectiva en la vida y obra de Rosario Bléfari, y cómo su enfoque autodidacta influye en su carrera artística?
–Rosario Bléfari encarna perfectamente esa delgada línea. Por un lado, su carrera como artista autodidacta, solitaria y marginal le permitió crear una obra única y auténtica, pero por otro, la falta de reconocimiento mainstream y el difícil acceso a un público más amplio también la mantuvieron en un nicho. Su enfoque autodidacta, lejos de ser una elección política, fue una necesidad personal y de supervivencia: no esperó ser descubierta por grandes figuras ni depender de subsidios, sino que se abrió paso por sus propios medios, a veces desordenadamente, pero siempre fiel a su arte.
Esta capacidad de caminar fuera de los márgenes, sin renunciar a su deseo de crear, define su obra, y muestra cómo ser un «artista de culto» puede implicar sacrificios y una lucha constante, pero también una forma genuina de mantenerse fiel a su visión, me parece que Rosario también emplea un elemento de comunión al compartir cómo se hizo lo que se hizo, a quiénes recurrió como recurrió, porque los artistas en particular son muy mentirosos y ocultan mucho lo que hicieron y uno se queda muy tipo “¿cómo lo hizo?”.
–El concepto de «comunión» que mencionas, en el que Rosario compartía su proceso y su saber, ¿cómo se conecta con la idea de que el arte debe ser accesible y colectivo, y cómo esto se aleja de la noción de arte elitista o exclusivo?
–Rosario tenía una actitud radicalmente abierta hacia su proceso creativo, algo que no es común en el mundo del arte, donde a menudo se guarda celosamente la «fórmula» detrás de las obras. Ella decía: «Así lo hice, así salió», y transparentaba todo, desde cómo financió su trabajo hasta cómo unía dos libros para crear una letra. Este enfoque refleja una visión del arte como algo comunitario y accesible. Para mí, hay algo muy humano en esa generosidad, algo muy de las clases populares, que constantemente comparten lo que tienen, lo que saben, sin pretender ser dueños exclusivos del conocimiento. Es una invitación a tomar lo que uno necesita, a crear su propio camino. Este enfoque refleja un arte más democrático, donde lo importante no es el resultado final, sino el proceso y la posibilidad de que otros sigan sus pasos, experimenten y encuentren su propio camino. Para Rosario, la verdadera riqueza estaba en compartir el saber, para que todos pudieran hacerlo suyo y crear su propio arte.
–Sobre Rosario en la banda Suárez, ¿qué visión o retrospectiva te genera?
–Creo que es una banda hija de su tiempo, porque a fines de los 80 tanto Rosario como todos los integrantes eran gente que había crecido en dictadura militar y que había vivido con mucha intensidad esa vuelta a la democracia en Argentina. En Capital Federal, sobre todo, hubo un under muy efervescente, hubo renovación en la poesía, en el teatro, en la música, en la forma de vivir. En los periodos post dictadura hay una necesidad de vivir la vida al límite, pasó en España con el destape musical cuando cae Franco, y empiezan a salir todas esas necesidades que estaban tapadas en ese momento. Suárez y sus integrantes crecen en ese periodo post dictadura a fines de los 80 y empieza a transitar la década de los 90 con toda esa información en sus corazones, en su mente y su cuerpo, ellos empiezan a experimentar, empiezan aparecer los primeros estudios, sus primeras grabaciones. Logran hacer su camino solos y se le suma la astucia de entender que, en ese momento tecnológico de los 90, pueden grabar de forma propia y no necesitan ir a golpear la puerta a nadie. Todo eso no hubiera sido posible ni en los 60, 70, ni tampoco el 2010, hubiera sido otra cosa.
Pero claro, también tengo una teoría muy personal, que tiene que ver con Rosario y Suárez, pues yo creo que artista es también quien sabe ver su momento, y ellos entendieron que ese era su momento, que se pueden grabar en casa, que pueden armar sus propias fechas, siendo también una enseñanza para muchas otras bandas de cómo generar desde la independencia y llegar lejos. Creo que el mejor aprendiz de esto es el “Él mató” haciendo desde la independencia.
–Al terminar La belleza del ruido, ¿con qué te quedas? ¿Se respalda la hipótesis inicial?
–Yo quería pensar en el tránsito del texto. Rosario fue una artista que tenía tantos deseos que trató de hacerlos todos a la vez y lo hizo de la manera en que pudo, y piensa que ella terminó su vida estudiando en la universidad de escritoras creativas acá en ciudad capital antes de irse a vivir con su papá. Antes de que empiece la pandemia, ella estaba con Suárez, estaba también en otra banda que se llamaba Los Mundos Posibles, había terminado una obra de teatro, otros proyectos solistas y estaba planificando una que otra película, más de seis cosas estaba haciendo en ese diciembre del 2019. Entonces me parece que hay algo para aprender de cómo los pobres en Argentina nos insertamos en el terreno del arte, en esta Argentina del siglo XXI. Me parece que hay algo revelador de aquellos que no tenemos ningún tipo de privilegio económico en esta vida y así y todo vemos un camino posible. En el camino de Rosario Bléfari podemos ver un camino posible de cómo transitar tu existencia en el arte viniendo de un espacio no privilegiado, en un país machista, xenófobo y criminal, entonces nos preguntamos: ¿Podemos hacerlo? ¿Es posible? La respuesta es sí, y es Rosario.

Crédito fotografía de portada: Rodrigo Piedra
Crédito fotografía de Walter Lezcano: Germán García Adrasti
Perfil del autor/a: