La pieza teatral cuenta la historia de dos actrices que encarnan a una madre y una hija, y que dialogan, ayudadas por la dinámica del juego, sobre hacer política y hacer teatro. Dentro de esta historia, vemos cómo dos generaciones con contextos socio-políticos distintos se encuentran. Laura Mauriziano, dramaturga y actriz que interpreta a la madre, aborda en esta entrevista el proceso de creación de la obra y las reflexiones que se desprenden de ella.
Todo se puede explicar con ese desayuno. Era 2011, Laura Mauriziano (29) estaba en segundo medio y en la radio o la televisión hablaban de lo que ocurría ese año, de uno de los temas principales que acaparaban la prensa en ese momento: una convocatoria a marcha, un movimiento estudiantil que iba tomando fuerza. Su madre, que desayunaba con ella y que era dirigenta sindical, le llamó la atención, de forma tajante pero cariñosa. Cabra hueona, debe haberle dicho, qué estás haciendo acá.
El recuerdo sobrevivió. El recuerdo fue insistente, pertinaz. Pertinaz: obstinado, terco o muy tenaz en su dictamen o resolución. Es el nombre de la obra de Revuelta Teatro que Laura escribió y que protagoniza, que tendrá un reestreno esta semana en el Departamento de Teatro de la Universidad de Chile (Morandé 750, Santiago). La pieza teatral cuenta la historia de dos actrices que encarnan a una madre y una hija, y que dialogan, ayudadas por la dinámica del juego, sobre hacer política y hacer teatro. Dentro de esta historia, vemos cómo dos generaciones con contextos socio-políticos distintos se encuentran.
Revuelta Teatro está integrado por Laura Mauriziano, dramaturga y actriz; Francisca Ortiz, directora; y Catalina Rozas, que interpreta a la hija en la obra. “Les agradezco mucho haber confiado en algo que era un par de páginas y que ahora no sólo tiene cerca de 50, sino que está escrito con propiedad intelectual y todo”, reflexiona Laura en conversación con La Raza Cómica a días del reestreno de Pertinaz, que tendrá funciones de jueves a sábado entre el 10 y el 26 de abril.
Antes de estudiar Teatro en la Universidad de Chile, la actriz y Licenciada en Artes estudió brevemente Administración Pública. En esta entrevista, la dramaturga entrelaza lo que han sido dos polos en su vida: el teatro y la política.
–La obra se llama “Pertinaz”. ¿Qué es lo que quieren evocar con el nombre?
–Al principio no sabíamos cómo ponerle, pero encontramos esta palabra. Apareció pertinaz. Fue la directora la que nos dijo que pertinaz es algo que persiste en el tiempo, que se queda, que insiste, que es terco. Al principio, en la primera puesta, no nos hicimos mucho cargo de eso, pero ahora sí nos estamos haciendo cargo. Creemos que la obra habla de algo que queda ahí, como el eco de una marcha que nunca se acaba, desde el No hasta ahora.
–El primer estreno fue en 2023, en el marco de los 50 años de la dictadura. ¿Cómo nace?
–Primero fue un ejercicio, nosotros nunca pensamos que iba a ser una obra. Era una escena que partió en la Escuela de Teatro y a raíz de una convocatoria para reunir “50 acciones por la memoria” dijimos: esto califica para que lo mostremos. Recién nos habíamos titulado y estábamos buscando espacios para hacer teatro. Y mostramos lo que teníamos, que era básicamente una escena que no duraba más de 15 minutos. Después vimos que tenía potencial y cuando abrieron una convocatoria en el Teatro de Bolsillo, quedamos rápidamente. Ahí fue cuando supimos que ahora teníamos que escribir una obra.
–¿Y la idea para esa primera escena, de dónde sale?
–Es un tema personal que pasa con mi mamá. Mi mamá es dirigenta sindical y mi familia es una familia muy involucrada en la política. Y yo igual, por lo mismo. Para el 2011 yo recuerdo estar tomando desayuno y que había una convocatoria de marcha, y mi mamá me dijo “¿Qué estás haciendo acá? Deberías estar yendo a la marcha”. Y para mí eso fue tan fuerte que cuando me tocó escribir, naturalmente pensé en agarrarme de eso. En ese momento el 2011 ya había pasado, y también había pasado todo lo que estuvo en el medio –el 2019, por ejemplo– y todo lo que eso conllevaba. Pensé que obviamente eran vestigios de algo que pasó hace 50 años.
–¿Qué tiene de novedosa la versión que reestrenan ahora?
–Lo interesante de esta nueva apuesta es que le dimos otra capa, que es la de hablar de la representación. No vamos a tener solamente una madre, una hija y una cuarta pared, sino que buscamos responder la pregunta de qué pasaría si las conversaciones que teníamos durante los ensayos entraran a la obra.
–Transparentar el proceso de creación.
–Sí. Es dentro de un juego. En la Escuela de Teatro nos hablaban del hecho de que el teatro es político, pero no porque hable de política, sino porque habla de tomar decisiones, y uno toma decisiones en todas partes: en la casa, en la cocina, en la vida, y en el juego igual. Nosotras nos agarramos mucho del juego. Estamos haciendo teatro porque nos gusta jugar, nos gusta ser niños, y también hay algo ahí que agarra.
–Y el juego puede ser una cosa muy seria también. En el juego, muchas cosas que entran de una manera lúdica no son lúdicas en su esencia.
–De hecho, tuvimos conversaciones recordando eso, a veces era con risa y a veces con un poco de asombro, pensando “qué risa que hicimos esto cuando éramos chicas”. Cosas como “jugar a los países”, que también tenía un peso, o sea, había países que se elegían más y otros que se elegían menos.
–¿Alguna vez, entre que ocurrió la conversación con tu mamá y que escribiste la acción, habías pensado en retomar ese diálogo y convertirlo en algo?
–Fue quizá algo del momento, pero siempre todas las cosas que he escrito tienen algo muy contingente, muy político, muy de la memoria.
–¿Y qué tan tu mamá eres en esta obra?
–Es difícil de responder. La representación de esta madre no es una madre muy convencional, y también es muy personal todo. Mi madre ha sido siempre muy aguerrida, de decirme “anda a marchar, qué tanto”. Cuando yo tuve problemas en el colegio, que también era muchas veces por estar metida en política estudiantil, ella me bancaba. De ahí también nace una contraparte que es un poco… “qué hinchapelotas mi mamá, déjame tranquila”, “yo también puedo pensar sola”. También hay algo lindo que se da a medida que transcurre la obra y que aparece la dramaturgia, que es querer entender esta generación que se contrapone a la otra, es una madre que no vivió en democracia su juventud, que estuvo más reprimida y que tiene ganas de hacerlo todo. Y está la hija que siempre ha podido hacerlo todo sin pensar mucho, hasta la música que escucha. Eso también es una cosa muy interesante que se habla en la obra: la música ahora no es lo mismo que la música de antes, en este aspecto más político.
–Si pienso en la música, es obvio que hoy muchos necesitamos emocionalmente la música, pero no como para sobrevivir a una dictadura, sino como para sobrevivir, qué sé yo, a un corazón roto…
–Sí. Esa es una de las partes nuevas de la obra que se repensó, porque queríamos contraponer escenarios: qué pasa si esta madre y esta hija se pelean, a raíz de qué podría suceder. Quizás es porque la mamá no quiere que su hija escuche reggaeton. Y también queríamos abordar qué pasa si tratan de entenderse, ¿por qué no podría escuchar esto? En el fondo, también es reconocer que antes la música no era solo música, no era bailar por bailar, y ahora esa hija puede escuchar música sin pensar en nada, y qué rico, es distinto. Es un privilegio.
–En la escritura de repente aparecen estos paradigmas sobre escribir desde la experiencia personal, el tema de la autoficción. Están los que piensan por qué a alguien le va a interesar lo que te pasó en tu vida y están los que dicen que lo personal encarna algo que, por algún motivo, le hace sentido a otras personas. ¿Para ti fue natural esta traducción entre vivir algo y transformarlo en una obra? ¿Cuál es tu postura con respecto a tomar la vida personal para crear obras?
–Yo creo que en el fondo siempre, cualquier creación, está teñida de experiencias personales. Yo soy muy metida en la teoría, me gusta mucho leer, y creo que al final todo “significa”, toda experiencia es individual pero también es colectiva, porque no podemos separarnos del otro.
–¿De qué forma la realidad entró en la obra?
–Hay un ejercicio que hice con mi madre cuando estaba en el proceso de escritura. Le puse música, le dije que escribiera siete cosas que le recordaran a su infancia. Y es heavy porque había de todo: desde que hacía deporte y jugaba básquetbol, a que cuando iba al colegio de repente no llegaba un compañero y nunca más lo vio.
–¿Y sientes que el proceso de haber hecho la obra incidió en algo en tu relación personal con tu mamá?
–Sí, yo creo que sin duda hay momentos muy lindos que me dio este proceso, como haber invitado a mi mamá a mi casa, darle un tecito y hacer con ella estos ejercicios. Me sentía muy pedagógica con mi mamá, fue como invertir los roles. Siempre ha sido ella la que ha estado, quizás, enseñándome, y en esta oportunidad era yo, aunque no estaba enseñándole nada, estaba pidiéndole que me contara un poquito más de ella en una actividad muy de la artesanía. A mí siempre me ha gustado eso. Revisar las fotos, ir a buscar y preguntar, desde chica y hasta el día de hoy. Cada vez que voy a la casa de mi mamá le pregunto si puedo ver las fotos, y son las mismas fotos. También me pasa con mi abuela, que tiene una historia súper dura con el exilio. Yo siempre le pregunto, la grabo. Hay mucho material ahí con el que no sé qué va a pasar…
–¿Y tu mamá vio la obra?
–Sí, la anterior, y me criticó harto. Me dijo “oye, yo no soy tan pesada”. Se cagó de la risa igual, pero sí.
–¿Por qué interpretar a la madre y no a la hija?
–Se dio así, pero creo que sirve para distanciarse. Haber tomado el rol de la mamá es un desafío, porque esto yo lo viví, pero yo no soy mi mamá, entonces, ¿cómo la interpreto sin enjuiciarla o sin reírme tanto de algo que me es súper cercano? Ahí también hay un aprendizaje. Al principio yo era súper pesada, porque claro, los textos no son tan simpáticos, pero mi mamá no es una persona pesada, entonces cómo lo hacemos para darle esa vuelta.
–¿Piensas que la obra contiene alguna clave para lo que hoy día está pasando en Chile, por el hecho de contraponer estas generaciones?
–Yo creo que sí hay una clave, pero más bien en un análisis a veces un poco absurdo –porque no se deja de lado el humor– de poner en perspectiva y pensar “qué loco Chile”. O sea, en qué momento pasamos de tener movimientos sociales a tener un estallido social, a hablar de cambiar la Constitución –que es algo que yo desde que era chica había escuchado– y después que se haya convertido en una opción, y después que estuvimos a punto de hacerlo, y que ahora estemos en nada. El análisis va desde eso hasta lo sociocultural, por ejemplo acá se cancela a una persona y después no. Primero “chúpalo Karol Dance” y ahora ya no importa. Se cancelaron cosas que ahora volvieron.
–Como Kike Morandé, que volvió a tener un programa.
–¡De verdad este país es imposible! Exactamente. En la obra vemos cosas muy puntuales, se escuchan también noticias porque la radio está siempre presente, que no sé si es muy personal, pero algunos papás que vivieron la dictadura escuchaban radio más que tele, y está ahí en la obra, y se escuchan cosas, y también nos reímos, pero estamos donde mismo y lo vemos.
Laura llegó al teatro a través de un taller en la Municipalidad de Recoleta, justo después de dejar la carrera de Administración Pública. Estaba a cargo de Teatro Aleph, hoy localizado en La Cisterna. Por eso, dice, su aproximación al teatro tiene un carácter muy comunitario. “Íbamos a la feria a invitar a la gente a participar, construimos juntos un teatro. Pienso que a veces el teatro, para ser político, no tiene que hablar de cosas tan serias. A veces hace lo suyo al ir a un lugar donde no hay teatro y lograr que la gente converse en torno a una obra, que puede ser infantil, puede ser Shakespeare, puede ser cualquier cosa que montaste ahí. El hecho de que esas personas que son vecinas y que no se conocen puedan conversar y conocerse ya es político, ya es importante”, dice.
Las entradas están disponibles por ticketplus.cl
Dirección: Francisca Ortiz Matus.
Dramaturgia: Laura Mauriziano Zúñiga.
Elenco: Catalina Rozas López y Laura Mauriziano Zúñiga.
Diseño Integral: Kristian Orellana González e Isidora Páez.
Universo sonoro: Dani Costa Bruna.
Producción: Revuelta Teatro.
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