Ekfrasis de Sebastian Alvarado
En Ékfrasis -primer poemario del autor- Sebastián Alvarado se sumerge con honestidad punzante en los territorios más oscuros de la experiencia humana, relacionados con la decadencia del ser, la ausencia, la muerte y el vacío. Así mismo se abordan las dolorosas emociones con las que, quienes hemos tocado fondo en algún momento de nuestras vidas, nos podemos identificar. En particular, su poesía me remontó vívidamente a aquellos sucesos que recuerdo como los más tristes de mi vida. No obstante, el dolor que nos presenta Sebastián es también reflexivo. Hay en este libro una voluntad de comprensión, una intención de dar forma al sufrimiento. Porque hay emociones que, aunque nos resulten incómodas, merecen un lugar en el lenguaje. De este modo, escribir no es solo una manera de enfrentar la oscuridad, sino también una forma de permanecer lúcido dentro de ella. Por estos motivos, pienso que todo lector podrá re-encontrarse consigo mismo al leer el presente poemario.
Asimismo, en Écfrasis ofrece una oscuridad constantemente atravesada por la imagen. Estas imágenes las extrae del cine, el teatro, la danza y las artes visuales. Acompañado de su libreta de notas, Sebastián toma apuntes poéticos de su experiencia como espectador de diversas obras del mundo visual; que luego funde con sus poemas y su vivencia del dolor. En cuanto al cine, su poesía se entrelaza con el imaginario del neorrealismo italiano de Roberto Rossellini, la nueva ola francesa de Jean-Luc Godard, la intensa filmografía de Ingmar Bergman, las atrapantes películas de Andréi Tarkovski, y los títulos nacionales de Andrés Wood y Fernando Guzzoni, entre otros connotados directores. En el plano del teatro y la danza, Sebastián asiste a las producciones de Andrés Kalawski, Fernanda Zamorano, Daniela Santibáñez y Makiko Tominaga. Y, finalmente, en las artes visuales, sus poemas se funden con las imágenes de los amenazantes animales de Guillermo Lorca, así como los rostros fragmentados y deformados de Pablo Picasso.
Por medio de una expansión crítica de la écfrasis, el autor se pregunta qué es una imagen y nos responde con poesía. Atraído por el cine, el teatro y la danza, la imagen que este libro persigue no es una imagen fija, sino una imagen en movimiento. Una imagen viva y en acción, una imagen que actúa, que duele, que insiste. Sebastián se acoge del mundo de la visualidad para dar forma a su dolor y hablarse a sí mismo. Así, de su encuentro con dichas imágenes emergen aquellas sintomáticas figuras que asechan y se imponen en la mente del poeta y que, por algún motivo, tal como suelen padecer los escritores, no lo abandonan. La ausencia y la muerte se presentan como las sombras persistentes de un ser en descomposición, en ocasiones representado como una manzana podrida o carcomido por moscas y buitres. Atormentado por el vacío y la espera que dejan aquellos que se han marchado, su esencia se hunde en la búsqueda de un sentido de identidad. La niebla, la frontera, gritos ahogados, la infantil inocencia, los cuerpos muertos, el cielo y el infierno, la falta de fe, animales descarrilados, son algunas de las figuras a las que acude el poeta para dar voz al vacío que deja la ausencia del ser amado.
A lo largo de todo el poemario, Sebastián se sumerge en el territorio de las pesadillas, el instinto, el miedo y la muerte. Por esta razón, a mi parecer, resulta sobre todo sugerente realizar el ejercicio de leer cada poema, no como piezas independientes, sino como fragmentos de un todo. Leerlos en conjunto para así descubrir cómo, en el diálogo entre cada poema, se alumbran los sentidos de los unos y los otros. De este modo, Écfrasis nos permite comprender que, para el poeta, la experiencia de su sufrimiento sólo adquiere sentido a través de la potencia de sus metáforas. Por este motivo, quisiera cerrar mi presentación con una frase de Marguerite Yourcenar, que me resonó durante mi lectura del libro.
Cito:
“Ardiendo con más fuegos… Animal cansado, un látigo de llamas me azota con fuerza las espaldas. He hallado el verdadero sentido de las metáforas de los poetas. Me despierto cada noche envuelta en el incendio de mi propia sangre” (Yourcenar, 1992).



