Lina Meruane, escritora y dramaturga: “Escribir teatro fue más ligero y entretenido que escribir novelas”

julio 29, 2025
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La obra Esa cosa animal es una adaptación del libro Contra los hijos, que en estos 10 años desde que se publicó se convirtió en un básico de la literatura feminista chilena. En el montaje, dos hermanas y un hermano discuten sobre la idea de procrear y se enfrentan a sus propias contradicciones, individuales y colectivas. La obra estará en el Teatro La Memoria entre el 6 y el 10 de agosto.

Entre el 6 y 10 de agosto se podrá ver, en el Teatro La Memoria, Esa cosa animal, la primera dramaturgia de Lina Meruane, puesta en escena por Animal Company, compañía conformada por Lorena Carrizo Polanco, Daniela Jacques Aviñó y Daniel Parra, actrices y actor chileno radicados en Barcelona, bajo la dirección de Roma Monasterio. El texto toma Contra los hijos, ensayo de Meruane publicado en 2014, como punto de partida para exponer este y otros temas dentro de una conversación familiar. Ambientada en un Santiago sitiado por una plaga de langostas, Esa cosa animal nos sitúa en las contradicciones de tres hermanos y su relación con los hijos, y también el vínculo difícil con su propia madre. 

El miércoles 6, luego del estreno de la obra, se realizará el lanzamiento del libro Esa cosa animal, editado por Alquimia, junto a Nona Fernández. 

–Lina, ¿cómo llegas a la dramaturgia? 

–La realidad es que la dramaturgia llegó a mí mucho antes, desde que yo era chica. Tal vez la gente más joven no lo sepa, pero yo soy sobrina de Nelly Meruane, que era una gran actriz de telenovelas, y que en los años 80 apareció en un rol fabuloso en La Madrastra. La veía prácticamente sin respirar. Además, yo hacía teatro en el colegio; tuve mi veleidad de actriz de niña. Entonces, siempre estuvo el interés en el teatro y la actuación. También es verdad que yo era una persona que estaba buscando cuál era mi espacio en las artes y lo encontré con más pasión en la escritura. Nunca se me había ocurrido realmente escribir una obra de teatro, pero se me acercó un director chileno, Rodrigo Soto (Pompeya, Bernarda), y me dijo que le había gustado mucho Contra los hijos y que por qué no hacía una versión teatral. Nos pusimos a conversar sobre eso, me dio algunas ideas. Luego la idea de que Rodrigo dirigiera no siguió adelante, pero yo me quedé con mi texto escrito –gracias a una residencia– y disfruté muchísimo escribiéndolo, que es la parte más linda de todo. 

Estaba un poco nerviosa, sin saber cómo iba a ser esto, y de pronto sentí que era muy liberador escribir teatro, mucho más ligero, agradable, feliz y entretenido, incluso, que escribir novelas. Me gustó mucho como ejercicio. Ahora, por supuesto, he tenido que aprender todo tipo de cosas, desde qué pasa con los actores en un texto, hasta cómo se pone en escena, y los altos y bajos de todo eso. Son dificultades que para mí son nuevas, y trabajar en equipo claramente es algo que me cuesta porque no es mi práctica habitual. Pero ha sido toda una aventura, muy entretenida y desafiante. 

–En Esa cosa animal hay tres personajes: son tres hermanos que se encuentran en una casa, en un contexto bastante particular. ¿Cómo fue el trabajo de convertir un ensayo en una conversación entre tres hermanos? 

–Esa era justo la cuestión que yo le pregunté a Rodrigo en ese momento: “¿tú quieres hacer un teatro post dramático en el que los personajes van recitando el libro?”. Entonces, él me dijo: “no, hay que tener una crisis, una tensión interna”. Entonces lo que se me ocurrió a partir de eso fue que uno de mis personajes, que es el personaje al que llamo “B”, es el que de alguna manera encarna el discurso de Contra los hijos y lo hace de manera ambigua, contradictoria, desde una supuesta bisexualidad en la que no está muy segura de quién realmente le gusta y con quién podría llegar a tener un hijo si es que lo tuviera. Entonces ahí, incluso, saqué pedacitos de Contra los hijos y se los puse en la boca a este personaje. Luego tuve que crear a los otros dos desde cero y esa es la hermana mayor, que es conservadora, contra el aborto, que también tiene sus grandes contradicciones, sus secretos; y el hermano menor, que es gay, y quien de verdad quiere tener hijos, pero lo tiene dificultado por su orientación sexual. Me gustó mucho poder no solo traducir Contra los hijos en un personaje, sino que ir buscando una suerte de otras posiciones en relación con la procreación. Y no solamente eso, sino que ir recordándome a mí misma que todos somos hijos o hijas de alguien y que estos tres que están discutiendo sus maternidades o paternidades también son hijos, tienen una madre y un padre que los abandonó en la infancia, y que eso también los posiciona de cierta manera en relación con su propia madre. Ahí encontré una manera de ir poniendo todos estos roles en la página y luego ahora en las tablas. 

Fotografía: Felipe Rubalcava

–Esa cosa animal tiene un elenco chileno radicado en España, tuvo una primera temporada en Barcelona. ¿Cómo se fue armando este montaje una vez que tú ya tuviste este texto en tus manos? 

–Ese proceso fue realmente muy afortunado, porque me llamaron de Casa Amèrica Catalunya para decirme que estaban haciendo una serie de lecturas dramatizadas, y me preguntaron si yo tendría un texto de prosa para dramatizar. Venía sacando del horno este texto, así que les ofrecí una obra de teatro escrita como tal. Se alegraron muchísimo y consiguieron a Andrea Segura, una directora chilena. Ella gestionó y consiguió tres actores chilenos, porque es una obra de un lenguaje muy chileno, entonces a ella le pareció fundamental no tener actores españoles. Y además esto era en Casa Amèrica Catalunya, con lo cual el público iba a ser latinoamericano. Yo no hice nada en ese proceso, fui como público a ver lo que habían hecho en este semi montaje. La compañía quedó entusiasmada y decidieron formarse como tal: la Animal Company. Siguieron adelante, tuvieron una pequeña beca y luego montaron la obra en el Teatro Dau Al Sec, que es un hermoso teatro de Barcelona. 

Luego, la directora tenía otros compromisos y el equipo quedó solo, entonces invitamos a una segunda directora, que es Roma Monasterio, también chilena, y que le dio una lectura diferente al texto. Lo bonito también es que un texto se puede interpretar, y en la versión de Andrea Segura era un texto muy chileno y muy conectado con el estallido. De alguna manera, la plaga de langostas podría convertirse en una metáfora del movimiento social que está fuera de esa casa de una familia de clase media, aspirante a alta, y con dos personajes muy conservadores. Pero cuando la toma Roma Monasterio hace una lectura más psicológica y más desde el lugar del terror. Le da otra interpretación y, por eso mismo, hemos cambiado algunas pequeñas cositas del texto y de la interpretación de los actores en relación con lo que pasa con la madre. Esta obra es mucho más internacional en el sentido que se vuelve un drama que podría ocurrir en cualquier lugar y que no necesariamente está anclado a una referencia chilena. 

–¿Cómo están preparando esta temporada en el teatro La Memoria? 

–Estoy muy agradecida con el teatro La Memoria, he sido muy fan de ese teatro y de Alfredo Castro. Cuando les pedí el teatro, tuvieron la gentileza y la disposición de facilitarnos cinco noches. Es una ayuda gigantesca tener una sala que está bien montada, que tiene toda la infraestructura que necesitábamos y que, además, tiene un recorrido y un prestigio. También tuvimos la suerte de contar con la ayuda del Centro Cultural de España. Estoy muy contenta porque el otro día vi la obra Orinoco, dirigida por Marcelo Leonart (en La Memoria). Fue muy lindo sentarse ahí y, al mismo tiempo que ver la obra, ir imaginando cómo se iban a mover en ese espacio tan grande, porque, claro, en Barcelona los espacios eran más pequeños. Todos son desafíos que a mí me sobrepasan, pero que, afortunadamente, la directora maneja muy bien.

–¿Cómo han trabajado los aspectos más estéticos de esta puesta en escena: vestuario, escenografía? 

–Nosotros siempre trabajamos de una manera muy mínima. Está todo puesto en muy pocos objetos, en vestuario, sonido, luz, composición escénica. Por ejemplo, Roma pensó el vestuario como nudos. Todos estos personajes, los tres, guardan secretos. Entonces, la hermana mayor tiene un vestido con una especie de nudo en el cuello: es el secreto que ella va a confesar. La segunda hermana lleva un cinturón con un nudo más bien cerca de los órganos reproductivos, porque su gran pregunta es sobre si tener o no tener hijos. El hermano menor tiene algo que quiere contarle a las hermanas, les viene a pedir un favor, y lleva una corbata con un nudo que en algún momento se saca. El elemento nudo como elemento secreto, tensión, es muy significativo en la obra. 

La escenografía es solo una mesa y cuatro sillas. Todo tiene ruedas y se mueve. Entonces, eso que es una mesa también es una casa, el juego de las sillas musicales, las alianzas entre los hermanos que se van movilizando. Y luego hay un mantel que la hermana conservadora procura que siempre esté estiradito sobre la mesa y que la otra hermana está procurando quitarle a la mesa, y el tercer hermano utiliza para cubrirse. Todo es mínimo y al mismo tiempo muy significativo. En términos de luces se trabaja mucho con la cuestión luz-sombra y con el hecho de que hay unos teléfonos que están todo el tiempo sobre la mesa y que se encienden y se apagan, porque hay unas llamadas que están ocurriendo a lo largo de la obra y que luego se explica por qué. El sonido lo está haciendo Roma Monasterio y ahí ha habido bastantes cambios. Por ahora, para mí, está siendo todavía un misterio, pero ella es muy hábil. Hay una serie de elementos que está usando que son muy lindos y uno de ellos es muy importante y es el ruido de las langostas.

–La maternidad es un tema que sigue siendo complejo de abordar. Contra los hijos tiene ya una década, y te quería preguntar, primero, cómo fue la recepción del libro en 2014 y cómo crees que ha cambiado la capacidad de conversar sobre esto durante estos años.

–Cuando dices una década me da un poco de vértigo porque, por un lado, pienso, fue hace tanto tiempo, pero también siento que es un tema tan presente para mí, sobre el que he seguido escribiendo, de hecho. Viene una obra más adelante que está produciendo y actuando Patricia Rivadeneira y que está dirigiendo Alexandra von Hummel, que vuelve sobre estos temas desde otro lugar. Una vez que abrí esa cajita de Pandora –que era un poco mi propia situación de haber sido tan juzgada por no ser madre– sucedió algo muy particular. Cuando empecé a escribir este libro se lo ofrecí a unos amigos editores que tenían una colección contra diferentes cosas, y les dije yo les escribo el “contra a los hijos”, y pensaba que era un tema que realmente solo me importaba a mí. Entonces, fue muy extraño presentar este libro primero en México –la primera editorial que lo publicó fue la mexicana Tumbona– y ver que llegaban 150 jóvenes, mujeres y hombres, a la presentación. Eso me llamó la atención y pensé, bueno, esto es México, en México uno levanta una piedra y salen cien personas, no es el caso de Chile. Y,  de pronto, a una amiga se le ocurre hacer una presentación en Santiago de la edición nueva de Penguin Random House, y llegan cien personas y queda gente fuera. Eso me llamó muchísimo la atención, dije: este tema tiene mucha más tracción de la que yo nunca hubiera imaginado. 

A partir de ese libro es como si se hubiera abierto una especie de veda, o se hubiera roto un tabú, y las compañeras empiezan a escribir muy activamente sobre maternidad. Ahora hay una  gran cantidad de libros, ensayos, poemarios, sobre este tema. Entonces, el mandato materno sigue siendo un tema. En este momento tenemos una gran discusión sobre la disminución de la población en Chile, y hay una gran preocupación, que a mí me genera sospecha. Es interesante la manera en que esto se dice en términos oficiales, porque el expresidente Sebastián Piñera dijo que una sociedad sin hijos era una sociedad enferma, de manera punitiva, como suele hacerlo la derecha. Me parece que el presidente Boric lo ha planteado de otra manera y es el mismo teniendo un hijo en este momento y apareciendo con su hijo en brazos, de una manera más tierna, más interpeladora, diría yo. Pero estas dos versiones de esa idea de que hay que tener hijos para sostener una sociedad, habría que planteársela un poco vis-à-vis la crisis ecológica, que pasa por cuánto comemos, qué comemos, cómo recalentamos el planeta con tanta gente, hay una serie de preocupaciones que realmente son gravísimas y a las que se le está prestando poca atención cuando subrayamos el tema de la disminución de población. Piensa que yo soy de la generación 11 millones en el RUT, y cuando estábamos en 11 millones, estábamos tan preocupados y tan despreocupados del tema materno como hoy que somos 18 millones. Entonces, claramente, esto también se construye a nivel discursivo. No éramos menos país con 11 millones. Entonces, ¿por qué vamos a ser menos país con 18? Esa sería una pregunta que hay que plantearse y en la que he estado pensando mucho últimamente. 

–Esa preocupación por las cifras ha estado muy presente en los medios, he visto a muchas personas intentando encontrar explicaciones como los bajos sueldos o el poco involucramiento del Estado, pero no se habla de deseo personal. Es como si solo hubiera que tener razones “de peso” para no tener hijos/as. 

–Es un discurso público que genera un nivel de alarma en el que las decisiones y los deseos personales empiezan a quedar ya no en segundo lugar, sino que en tercero. Y precisamente por eso se activan las alarmas, para que las personas empiecen a sentir que son culpables de no estar teniendo hijos para mejorar el bienestar de la sociedad en términos económicos. Ahora, la realidad es que si fuera tan grave este problema, tendría que haber una política de Estado que ayudara a las personas que quieren, pero que no se ven capaces económicamente de sustentar una familia, para que de pronto pudieran tomar esa decisión. No estoy todavía hablando del deseo, pero es que ni siquiera a un nivel material ha habido colaboración real,  activa y larga en el tiempo para que las personas que se lo plantean, o que se plantean un hijo, pero no dos porque no alcanza para dos, pudieran planteárselo. Ahora, en términos de deseo, es verdad que las mujeres hemos tenido como una suerte, históricamente, de bombardeo de lo que debemos y no debemos hacer. Si debemos o no debemos estar en la casa con los hijos, si debemos o no debemos tener una profesión, si debemos o no debemos ser independientes económicamente. Las mujeres estamos bajo una presión muy grande en relación a esto, mucho mayor que la de los hombres. Ahí también hay un problema de cómo se gestiona el deseo de lo que uno quiere hacer y cómo se complementan los múltiples deseos que tenemos las mujeres, porque tú y yo no quisimos tener hijos, pero hay mujeres que quieren tener hijos y que quieren tener una profesión y que tampoco ven ninguna conciliación en estos términos, con lo cual tienen que elegir qué deseo es más prioritario, o cómo hacer que esos deseos se puedan cumplir. Yo no he visto un análisis suficientemente poderoso para entender bien cómo gestiona sus políticas públicas cada gobierno y cómo las piensa en términos de hacer felices a sus ciudadanos. Porque el deseo tiene que ver con la búsqueda de un estar mejor, de una felicidad. Cuando yo digo no deseo tener un hijo, es que no veo que un hijo o una hija pudieran hacerme más feliz de lo que soy, porque he conseguido ser feliz de otras maneras. Pero el problema es para la gente que tiene deseos que compiten en su realización. 

–Hay algo que me parece muy interesante de Esa cosa animal y tiene que ver con este deseo de los personajes y que pone sobre la mesa un tema que para los feminismos sigue siendo complejo hoy: la maternidad subrogada. No se mete de lleno ahí, pero te deja la pregunta. ¿Por qué quisiste poner ese tema?

–Contra los hijos es un libro bastante corto y escrito hace diez años. Yo no abordé todos los temas, y la maternidad subrogada es un tema en el que yo estoy un poco indecisa. He escuchado y leído todas las posiciones, y a todas les encuentro razón. Me cuesta pensar justamente en la cosa del deseo. ¿Qué pasa cuando una mujer quiere un hijo pero no lo puede llevar en su propio cuerpo? ¿Es o no es un abuso pedirle a otra que lo tenga por ti? Esa es una pregunta que no tengo clara. Es como la discusión de la prostitución. ¿Es buena o mala la prostitución? Depende del contexto. La mujer que se prostituye porque no tiene una opción económica es muy distinta al caso de alguien que, por ejemplo, es suficientemente conocida como Virginia Despentes, que decide ganarse su sustento voluntariamente como prostituta. A veces esa versión cerrada sobre si es bueno o es malo es mucho más compleja en la vida real. 

Me parece que es una primera entrada pensar en este personaje que verdaderamente ha querido ser padre desde que el padre los abandonó. Hay una serie de tensiones ahí muy fuertes, eso es lo que me gusta de ese personaje. Me pareció una pregunta importante, y me encanta que me digas que te quedó dando vuelta la pregunta, porque para mí una de las funciones de la literatura, ya sea la prosa, la poesía o la dramaturgia o el ensayo, es generar preguntas.  

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