Crónicas de dolor y resistencia. A propósito de Palestina Infinita de Yasna Mussa
Ningún libro sobre Palestina puede ser imparcial. Pero eso aplica no solo a quien lo escribe sino también a quien lo lee. Palestina involucra, hace parte, hace tomar partido, induce una sensación de responsabilidad histórica. Los presentadores tampoco serán imparciales en sus presentaciones. Yo no lo seré porque soy palestino, soy amigo de Yasna, y admiro profundamente su trabajo desde hace muchos años.
Hay libros sobre Palestina que utilizan un modo de exposición objetiva, histórica, política, donde se narra o se exponen los procesos y personajes del drama centenario del pueblo palestino. Allí la vida de las personas, su humanidad, es utilizada a modo de ejemplo, para ilustrar tal o cual argumento. Hay otros libros sobre Palestina que se expresan en primera persona o dejan que se expresen las personas, haciendo de la experiencia subjetiva de la historia vivida el hilo central del libro. Allí los contextos históricos, la declaración Balfour, la Nakba, las Intifadas, los Acuerdos de Oslo, son utilizados como ejemplos para que las voces personales tengan un telón de fondo sobre el cual expresarse.
Palestina Infinita de Yasna Mussa trasciende estas categorías, uniendo sin temor la voz paisana partisana, la historia colectiva del pueblo palestino y la vida personal de personas con nombre y apellido que nos hablan al oído para contarnos sus miedos y sus esperanzas. Es difícil encontrar una metáfora para explicar el modo en que la autora une estas tres cosas: no entrelaza, no combina, no articula. Como son crónicas que habitan los saltos temporales y espaciales (El Cairo, 2014; Amán, 2014; Cisjordania, 2007; Santiago, 2025), el libro de Yasna es un puzzle desarmado sobre la mesa, que la lectura va uniendo en un recorrido inevitablemente doloroso.
La autora se propone explícitamente revertir la lógica estadística de los últimos 643 días, en que palestinos y palestinas han sido reducidas a cifras en hojas de cálculo donde crece la columna de la muerte y disminuye la columna del territorio. En las crónicas de Yasna emerge la tridimensionalidad de la experiencia humana: ella misma se vuelve personaje de un recorrido por las calles palestinas, libanesas, jordanas y egipcias, por los hospitales donde los cuerpos mutilados cuentan su historia en silencio, por las conversaciones que explican los primeros días de este genocidio de larga duración, es decir, los primeros días de la Nakba en 1948, los primeros días de la guerra en 1967, los primeros días de la Operación Margen Protector en 2014, los primeros días de esta última ofensiva sionista. La autora sabe perfectamente cómo llevarnos del brazo, como cualquier señora palestina, por ese recorrido, y mantenernos alerta ante los pequeños hechos que terminarán siendo el centro de la historia.
No es un libro que se lea rápido, pero no porque sea enredado o aburrido. Es que el libro está tan bien escrito, que pasan dos cosas: o uno se arrastra dolorosamente por la superficie de las páginas donde habita ya de forma eterna el dolor palestino, o uno saborea cada frase lentamente, dejando que las letras se fundan en el denso café de la resistencia y la lucha por el retorno.
Permítanme hablar del dolor: niños y niñas que en Gaza tienen garantizada la muerte o el trauma; son llevados a un hospital en Jordania donde son atendidos por médicos que no solo han contemplado el abismo, sino que se han lanzado a él para salvar cuerpos fragmentados por las bombas israelíes, estadounidenses, alemanas. Niñas y niños asediados por el dolor de una pierna destrozada que ya no está, pero que sigue doliendo. Niñas y niños enceguecidos y ensordecidos por las esquirlas rompecraneos, pero también por la oscuridad y el silencio que dejan sus padres y hermanos martirizados. En ese hospital, en Amán el 2014, Yasna no oculta ni sus lágrimas, ni las de quienes acompañan a los niños, ni las de los médicos, ni las de los niños. Nunca nos dice “ay, pero mira lo resilientes que son, sonríen a pesar de todo”. Las crónicas nos obligan a sentir el ahogo y el miedo del dolor interminable. No buscan calmarnos, ni dejarnos tranquilos, porque el libro no es un libro de autoayuda para quienes solidarizan con Palestina. Es un cachetazo escrito en 10 capítulos para adoptar el punto de vista de una chilestina y atisbar cómo se ve Palestina si se la mira directo a los ojos. ¿Cómo leer rápido y superficialmente estos capítulos?
Ahora permítanme hablar de la resistencia: Yasna nos lleva a realizar en la lectura una fantasía que cualquier palestino de izquierda ha sostenido alguna vez. Se sienta a la mesa y comparte el alimento con la compañera Leila Khaled, combatiente del Frente Popular para la Liberación de Palestina, la primera mujer en secuestrar un avión, una de las decenas de miles de mujeres de las resistencia que pusieron a Palestina en el mapa mediante la sencilla táctica de hacer estallar el territorio con ideas, fusiles y coraje sacrificial. Yasna y Leila en la oficina de la OLP, Yasna y Leila en casa de esta última, y uno ahí en silencio como espiando este encuentro singular. Khaled es una de esas revolucionarias que no se arrepiente de nada. Es una de esas palestinas que tomó el fusil, la tiza o el azadón, y juró morir por el derecho al retorno; en la guerrilla, la sala de clases o el cultivo de alimento. Leila se hizo famosa por secuestrar un avión y cuestionar al mismo tiempo el mandato occidental y oriental sobre las mujeres, y el mandato colonial sobre los oprimidos. Pero esa conversación de Yasna con Leila es también una conversación con las mujeres que guiaron el éxodo de la Nakba, que organizaron los campos de refugiados, que tomaron el fusil y pasaron a la clandestinidad, y aquellas que durante la primera Intifada construyeron casi una sociedad paralela a la permitida por Israel, en medio de la huelga general y los piedrazos al ocupante, y fueron traicionadas por la dirección que se entregó a los Acuerdos de Oslo y restauró un liderazgo masculino excluyente. ¿Cómo no querer quedarse ahí en esas páginas para siempre? El encuentro y la amistad de Yasna Mussa con Leila Khaled es el tipo de experiencia que nos hace entender por qué este libro se llama Palestina Infinita.
Estas “crónicas de despojo y retorno” llegan en el momento preciso. Cuando necesitamos un movimiento internacional que no solo solidarice con Palestina, sino que se vuelva la fuerza global transformadora para la liberación de Palestina. Cuando el mejor modo de construir ese movimiento es aprendiendo sobre las vidas palestinas en su propia voz, enlazando las diásporas lejanas y las cercanas, reforzando la idea de que todavía nos falta mucho para comprender realmente lo que significa ser palestino en Palestina. Son crónicas que no nos dejan otra que abrir el corazón al deseo y al derecho de retornar como impulso central de cualquier lucha por la liberación del pueblo palestino. Las naranjas de Haifa, las despedidas en la frontera, el abuso y la deportación por parte de Israel, el muro del Apartheid, son todas piezas de este puzzle que nos movilizan hacia una nostalgia invertida: el anhelo de lo que nunca ha ocurrido, pero que se nos presenta como más real que lo real. El genocidio es apenas el presente, aunque uno que ha durado demasiado. Pero Palestina es infinita. Infinita en el tiempo porque no dejará de ser Palestina por más que las bombas y los bulldozers arrasen con ciudades completas. Infinita en el espacio, porque el mundo entero se ha convertido en Palestina, ahora que lo humano de la humanidad cuelga en trozos desangrados y televisados, ahora que la Intifada se ha vuelto global y los Estados del mundo no saben qué hacer con la conciencia moral de sus pueblos movilizados, puestos entre la espada del imperialismo y la pared irrompible de la resistencia. Pero Palestina es infinita también en otro sentido, y creo que este es el que termina por capturar de manera muy sensible el libro de Yasna. Es infinita como el amor y el deseo pueden ser infinitos. Infinita como los abrazos de un reencuentro. Infinita hacia adentro de sí misma, en la emoción cargada de historia donde es posible encontrar estas crónicas palestinas. Infinita como el agradecimiento que le debemos a la autora por este libro.
Este texto fue leído en la presentación del libro Palestina Infinita. Crónicas de despojo y retorno (Ariel, 2025) de Yasna Mussa, en el Centro Social y Librería Proyección, en Santiago Centro, el 11 de julio de 2025.



