“Acta Diurna Urbis” (poemas inéditos-dispersos de Elvira Hernández), contenida en Actas Urbe

septiembre 06, 2025
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Actas Urbe reúne, publicado por Alquimia Ediciones, seis poemas extensos que, debido a sus condiciones de publicación, se encontraron por muchos años en estado de “inencontrables”. A saber: ¡Arre! Halley ¡Arre! (1986); Meditaciones físicas por un hombre que se fue (1987); Carta de Viaje (1989); El orden de los días (1991), Trístico (1995) y Seña de mano para Giorgio de Chirico (1996).

 Se trata de obras marcadas por las contingencias externas e internas, que esculpen una velada crítica a su época, reflexionan sobre la erosión política y económica, y documentan, de forma oblicua, la biografía de una de las poetas más importantes en habla hispana.

El cuento sigue

La abuela de mi abuela solía hablar

de princesas que atravesaron desiertos

y llegaron como Alejandro a Samarcanda.

Mi abuela sabía de una narración interminable.

No era la de Sherazade.

También había allí un rey aburrido.

Las caravanas de Oriente marcan su tranco.

Son más tupidas y misteriosas que los bosques

que desaparecen en el sur. Es Bagdag y los camellos.

Y yo puedo contar que otra mujer vadea el Tigris.

Ha salido de las llamas y las ruinas

y camina sin que le impacte un misil.

***

Estado biográfico

Recibo información de primera mano

que me habla de mí:

la vacilante

la que va para allá y luego para acá

en un cuadro de irresolución aguda.

Me dicen que me han rastreado

con lupa.

Que llego a la tarde

sin saber lo que fue la mañana.

También sé de mi sordera.

Nunca escuché “pequeño dios”

menos “pequeño yo”.

Un grano de sal que tiene que volver

                        a su océano.

***

¿Corresponsal de guerra?

Es lo único que no seré.

No ostento la escritura rápida/escala misil.

Sin embargo me muevo

en lo que se llama línea de fuego.

Esquivo lo que viene

desde los cinco puntos cardinales

(el quinto aimara).

Y voy al encuentro de las tribus perdidas

los perdidos nombres

de Valentía y Conciencia.

***

CALLE LARGA*

            Desde lejos –el aire el sueño–

            parece una iluminada vitrina

            “Parece” –es la palabra exacta–

            cae sobre el artificio del estrado.

            Por algún boquete se cuela un canto de pájaros

            y podrías creer que nada dicen. A tus pies una zanja

            que saltas llevada por las circunstancias.

            Al rato descubres que lo instintivo es

            también mecánico que caminas

            como robot y te duelen los brazos.

Hete aquí que no vas en parada militar

            pero se le parece (para reocupar el verbo).

            Te dejas llevar por esas filas hormigueantes

            y sigues el avance. Saltas algunos casilleros.

            como una antigua jugadora de Metrópolis.

            No cargas en tus brazos bolsas de billetes. ¡Qué importa!

            Únicamente cajas que siguen embalando dolor.

            Quisieras agacharte y recoger el ignorado beleño.

A tus espaldas quedaron iglesia y cuartel

            la escuela la oficina de correos que cerrará mañana.

            Llevaste tus muertos hasta el cementerio que

            está próximo. Los pájaros no dejan de cantar.

            Raudos pasan cerca de ti ciclistas al trabajo

            cruzan el eriazo que no logró anidar la biblioteca.

            Chimeneas contiguas prodigan densas humaredas

            y te acercas al progreso por la ruta del hospital.

            De cerca –el trazado mismo del suelo–

            escarbas por la luz que no te tocó.

            Picoteas con el resto por el grano el amor la simple vida.

            El sol es ampolleta en una jaula de broilers.

No hemos terminado. Hay tantas agonías.

              Hasta en sueños seguimos recogiendo perdigones:

              extraños frutos. No se sabe ya donde se pone el pie

              eso sí (creemos) del sin límite de estirar

              la mano. De ella pende y depende

              el relleno dulce de este deshabitado callejón

              de líneas surco que dejamos abierto 


* Este poema y “Compacto” fueron publicados en el volumen Ecos de Cemento (Alquimia, 2011), muestra poética del taller realizado por el Colectivo a la Sombraen la cárcel de Valparaíso.

***

Compacto

A esta hora tengo una confusión mental.

Como un televisor que no cesa de retransmitirse.

No sé si soy yo protagonista de una película o de un sueño de otros.

Hoy tenemos borrón y no más cuenta nueva.

No hay ese paso adelante ni esos dos atrás.

Ni siquiera derecho a pataleo mínimo.

Prueba son los tábanos en los animales enfermos

los que persiguen la herida.

No sé si estoy en tiempo real en este condenado baile.

Tal vez borrada del mapa.

Me asomo a esta ventana como a una letra muerta.

El río de la vergüenza es el único que debería ser navegable.

Pequeñas cosas flotan todavía en el aire.

No es asunto de gendarmes que el idioma esté ensangrentado.

No es asunto

y ya no escucho nada más.

***

Restos*

¿Encontraremos los pelos de la vergüenza

las escamas óseas de una verdad agrietada

la vértebra de nuestra historia?

¿Estará en algún lugar del territorio

la mano de la justicia o solo seremos pasto

y gente que escobilla sus trajes?         

¿Algo de valientes plaquetas quedará

en la sangre fresca –algunas palabras–

o solo seremos pala para sepultureros?

Los niños corren en busca del Tesoro Escondido

de su Pasado.

                              ¿Los detendremos?

                                                           Sí.

Los arrojaron al mar

Y no cayeron al mar

Cayeron sobre nosotros.

(marzo del 2001)


* Este poema no logró a llegar a la contratapa de la revista Rocinante, pese a los esfuerzos de Virginia Vidal. Originalmente se llamó “Poema sin nombre”.

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