Memoria, lenguaje, duelo y tiempo: Fragmentos de una conversación con Julieta Correa

octubre 02, 2025
-

En su libro ¿Por qué son tan lindos los caballos? (Montacerdos, 2024), la autora aborda el duelo por la muerte de Sari, su madre. Empezó a escribir como una especie de acompañamiento, porque para ella “escribir es una forma de recordar y de pensar”. El libro llegó a las manos de Dania Dumi cuando ella misma empezaba a habitar la pérdida. ¿Cómo conversan dos personas en duelo? Al mirar esta entrevista aparece una posibilidad: de forma fragmentaria.

“El universo en la actualidad está hecho de palabras. Algo que ocurre y no es narrado, deja de existir y perece”.
—Olga Tokarczuk, discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura

Llevo dos meses habitando un duelo. Un duelo que llegó sin permiso, sin aviso, sin instrucciones. En medio de esa intemperie emocional, me encontré con la portada de ¿Por qué son tan lindos los caballos?, publicado en Chile por la editorial Montacerdos en 2024. No sabía bien qué me esperaba adentro. Me dejé llevar por la pregunta del título, por esa fotografía de belleza simple, natural y desbordante.

Y empecé a leerlo sin saber que iba a doler y acompañar al mismo tiempo. Al terminarlo, le escribí inmediatamente a Julieta Correa, su autora. Quería saber si podíamos reunirnos a conversar sobre el libro, sobre Sari —su madre—, sobre la memoria, el olvido y el duelo. Sobre cómo se vive —y se escribe— cuando alguien muy querido se empieza a ir y una no puede hacer nada para detenerlo.

“Todo pasó demasiado rápido. O demasiado lento. Reaccionar a una enfermedad es difícil. Son meses largos en los que me dedico a teorías y revisionismo histórico familiar. Busco la causa, los antecedentes, el origen. Cada nueva idea reacomoda el pasado y construye una nueva versión de la enfermedad”

Así comienza esta conversación con Julieta Correa, acerca de ¿Por qué son tan lindos los caballos?, un relato atravesado por la pérdida, el duelo, el paso del tiempo y por cómo la palabra puede sostenernos cuando todo lo demás parece desmoronarse.

Estos fragmentos de conversación son resultado de ese encuentro.

La memoria y el archivo familiar

“Tiempo después, encuentro en una carpeta unos pocos apuntes que escribió mientras.
En un papel apartado, leo: ‘Espero que nos queden muchos años, para vernos muchos años’”.

“Creo que los archivos familiares están en todas partes: uno se los encuentra sin querer, o a veces los busca a propósito. Yo empecé a escribir el texto —que después se convirtió en libro— cuando Sari, mi madre, estaba enferma; mientras atravesamos todo ese proceso. En algunos momentos, miraba cosas viejas; en otros, me resultaba doloroso hacerlo. El libro se fue escribiendo de manera un poco desordenada, como se viven esas experiencias.

Después, cuando terminé de escribir, pasó un tiempo y Sari murió. Ahí dejé de mirar ciertas cosas. Ya ha pasado un año, pero todo sigue dependiendo del momento. Por ejemplo, hoy a la mañana su hermana me envió unas fotos que yo no conocía, de cuando eran chicas. Y así, todavía siguen apareciendo cosas que no sabía que existían, o que simplemente se me aparecen. Y ahí me doy cuenta de que cada persona se relaciona con los archivos familiares de una forma muy particular. Tengo hermanos a los que eso no les interesa en absoluto. Esa diferencia me hace pensar en cómo lo afectivo y lo personal marcan el vínculo que tenemos con lo que guardamos”.

El lenguaje

 “No es lo que dejó de estar la memoria, sino las palabras”.

“Es tan identitario el lenguaje. Una es tanto quién dice, cómo lo dice, cómo es. Me pregunto, por ejemplo, si una madre no te puede reconocer como hija… ¿te convertís un poco vos en la madre? Porque todo tu lenguaje verbal y no verbal hacia ella se vuelve maternal.

¿En qué se convierte una persona que no puede decir nada? Yo sentía que ella tenía todos esos recuerdos dentro suyo, y que lo que decimos es también una forma de seguir relacionándonos con quienes ya no están.

En nuestro caso, la relación había sido muy conversada. Yo leo y escribo todo porque ella leía y escribía todo. Incluso cuando no nos estábamos llevando tan bien, charlábamos siempre. Una de las cosas que más me gustaba era su manera de hablar y todo lo que hacía. Entonces fue muy violento… pero bueno, siempre es muy violento cuando tu madre deja de reconocerte y ya no puede decir tu nombre. No es algo que solo me pasó a mí, puede pasar de muchas maneras.

Pero claro, eso plantea un quiebre. Una trata de buscar maneras de volverse a armar, de reconstruir una relación. Por ejemplo, yo siempre que la iba a ver le compraba cosas ricas para que estuviera contenta, y si decía ‘riquísimo’, yo vivía para escucharla decir eso. Después ya no podía comer, y así se van generando otras maneras de estar. La música también —tiene una forma de comunicación más cariñosa, sin necesidad de palabras”.

El duelo

“La tristeza es distinta al duelo. Nos acostumbramos a la tristeza, como a todo, como todo el mundo».

“En el caso de este libro, puede ser una de esas formas de duelo. Yo lo empecé a escribir como una especie de acompañamiento. Ahora me pasa que las cosas que más recuerdo de esos años son las que están en el libro, porque las escribí. Y para mí escribir es una forma de recordar y de pensar.

Entonces escribí tratando de entender qué le pasaba a ella, qué me pasaba a mí. Y todo el duelo está atravesado por esa escritura. Después pasó que Sari se convirtió en un personaje, algo un poco fuera de mí. Que haya gente que la lea y la conozca así, es también una forma deformada del duelo, muy distinta de lo que yo pensaba cuando lo estaba escribiendo. Porque claro, no fue escrito con la idea de que se iba a publicar. Entonces ahora existe otra versión de ella, además de la que yo tengo.

Estaba leyendo un libro que habla de cómo nos relacionamos con los muertos, y me gustó mucho esa idea de vivir el duelo no solo desde el pasado, sino también en presente, con cierta alegría. Se llama A la salud de los muertos, de Vinciane Despret —una filósofa de la ciencia belga— y es muy hermoso. Me hizo bien pensarlo así.

Entonces sigo un poco su tradición, para que eso siga estando acá: formas de estar en diálogo, de acordarse. Y estoy leyendo sus cosas, o habitando lugares que ella habitaría”.

El paso del tiempo

“¿Cómo se reinventa una familia cuando cambia el centro? No. El centro sigue siendo el centro. Los que no seguimos siendo los mismos somos nosotros«.

“Ahora ella sigue siendo el centro. Pasó algo en estos años: yo tengo dos grupos de hermanos —venimos de una familia un poco disfuncional— y con todo este proceso, hubo momentos difíciles. Las relaciones entre hermanos pueden volverse conflictivas: por temas de organización, de tiempo, de plata. Eso puede generar rencor. Pero nosotros tres formamos un bloque bastante bueno en relación a ella.

Y ahora creo que tenemos un poco la responsabilidad de mantener ese bloque, de seguir encontrándonos cada tanto. Seguimos siendo familia con Sari en el centro, aunque ella ya no esté. Porque somos los únicos que compartimos esa memoria tan fresca y nos importa —por suerte— mantenerla viva, con distintas estrategias.

En cuanto al cambio… creo que me pasaron demasiadas cosas desde entonces, muchas muy buenas, y lo de Sari muy malo. Pero cuando leo mis diarios, siento que sigo siendo la misma. Entonces pienso que eso del cambio es un poco una ilusión.

No se entiende del todo si no te pasa. Es una experiencia medio intransferible. Tomás distancia de muchas cosas, porque entendés que hay cosas que los otros no pueden comprender del todo. Es una especie de soledad inevitable que trae el duelo. Es rarísimo”.

ARTÍCULOS RELACIONADOS