Nada es más hermoso y natural que una transición. Sobre “Bitácora Trans” de Esther Margaritas

octubre 11, 2025
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Las fotos de Esther son de Cristóbal Donoso.

Bitácora Trans fue publicado por Palabra Editorial.

Las transiciones son procesos de cambio que ocurren frecuentemente en los seres vivos. Los anfibios, por ejemplo, atraviesan fases acuáticas y terrestres a lo largo de su vida, experimentan una metamorfosis antes de alcanzar la madurez y, en algunos casos, retienen estructuras embrionarias en su forma adulta. Algunos tipos de algas alternan ciclos de vida para adaptarse al medio ambiente y así, a veces, pueden ser esporofitos (que libera esporas para la reproducción, las que no necesitan fusionarse con otra célula para desarrollar un nuevo organismo) y otras gametofitos (que produce gametos como óvulos y espermatozoides). Incluso todos los tejidos de nuestro cuerpo fueron en algún momento epitelios, es decir, células polarizadas y con contactos tan fuertes y estrechos como una barrera mecánica hasta que, luego de un conocido y muy estudiado proceso llamado transición epitelio-mesénquima, pasan a ser los distintos tejidos y órganos que nos dan forma.

Todos estos ejemplos sirven para poner en evidencia la falsedad de los discursos actuales que insisten en que la naturaleza es binaria, apoyándose en la idea de una biología estática que no existe. Necesitamos difundir e insistir que los procesos de la naturaleza son cíclicos, plásticos y cambian constantemente. Comprender esto abre nuevos sentidos y direcciones de pensamiento, agregando complejidad a la forma en que entendemos la vida y sus mecanismos.

Este frecuente movimiento pone en evidencia que la naturaleza siempre ha sido trans en el sentido de algo que jamás está quieto ni anquilosado. Y aunque la biología nos resulta una rica fuente de metáforas sociales que nos ayudan a comprender el mundo, me gustaría enfatizar que no todas las transiciones necesitan justificarse en ella. Algunas, como las transiciones de género, tienen más que ver con la autodeterminación por dar la forma que queramos a nuestro cuerpo más allá de las complejidades de la biología, por moldear nuestra subjetividad dependiendo de nuestros propios deseos y necesidades. No necesitan explicaciones ni médicas ni psicológicas para vivirse libremente.

Bitácora trans de Esther Margaritas es el testimonio vivo que una transición de género más que explicaciones basadas en moléculas, hormonas o tratamientos, necesita de la palabra afiebrada y su alegría revolucionaria para dejar huella de este proceso que es a su vez, el desarrollo de la voz de una escritora. En esta bitácora hay un sentimiento de pérdida que recorre las páginas, una pérdida de los relatos dominantes sobre qué significa ser una mujer trans en el sur de Chile. De alguna manera, este libro es la crónica de cómo un paisaje se vuelve cuerpo en tránsito, una geografía que se escribe a sí misma a través de la generosidad de su autora, que nos muestra tanto las tribulaciones como la fuerza de quien se aferra a la palabra para no naufragar.

Como dice en una parte de esta bitácora, aquí suenan los ladridos de la garganta, los gritos desesperados por los amigos que ya no están, las historias de los archipiélagos del sur, donde las comunidades se forman a partir de sus propias fantasías sexuales.  Margaritas construye un relato en el que documenta su travesía a través del tiempo (marcado por fechas) y la palabra, atrapando el instante en que una poeta del sur de Chile se sostiene en la escritura, mientras la pandemia y la soledad arremeten con su fría persistencia.

Este libro es parte de las escrituras que más admiro: aquellas que no temen mostrarnos el borrador, las anotaciones, las tachaduras y ediciones de un manuscrito final que no existe. Esta Bitácora trans es la cartografía de una metamorfosis, el diario de una transición que es, a la vez, un testimonio compartido.

Leí este diario en lugares de tránsito porque sentí que esa era una buena manera de acompañarse con estas letras de Esther: en un viaje. Abrí el documento en buses, trenes y carros de metro de esta gran ciudad que habito momentáneamente para sentirme más cerca del calor barrioco que estas páginas exudan. Me dejé acompañar por sus personajes y por todas sus reflexiones desde el sur del mundo para volver un poco a casa a través de la generosidad que tiene para narrarnos todo lo que vivió estos últimos años.

Este libro hace de la transición y también del tránsito la poética de su letra, esa que se escribe en libretas, apuntes de celular, o en el tatuaje de una mano: todo vale cuando se quiere atrapar ese momento vital de una ciudad que te habla y que exige tu palabra. Darle palabras al cotidiano, entregar poesía a la rudeza de un clima inclemente y frío, fantasear con las noches de sexo que acompañan a los amantes.

Las notas cotidianas que conforman esta bitácora trans son parte de un pensamiento fragmentado; no pretenden generar grandes relatos ni ensayos acabados. La urgencia y la vitalidad de su escritura, no logra esperar: necesita dejar el registro de su tiempo enrarecido. Este diario permite escarbar en esas costuras donde queda esa hilacha que no se cortó.

Compartir esta bitácora de viaje y tránsito es una necesidad en un mundo donde la ultraderecha y sus líderes crueles —hombres blancos, heterosexuales, fanáticos y sedientos de dinero—, con mitos de refundación y venganza, quieren borrar los mínimos civilizatorios para mujeres, migrantes y disidencias. Pero ya lo sabemos: a pesar de todo lo difícil que signifique seguir resistiendo, ya no somos minorías.

Las voces que habitan estas páginas oscilan entre la risa, la tragedia y la ternura. El amante transfóbico, la amiga travesti peluquera, la abuela con Alzheimer, el pescador con el alma rota, el gay misógino, la poeta con boina. En este relato de exilios internos y externos, de amores perdidos y luchas cotidianas, también está la compañía de toda una comunidad activista con la que Esther ha desarrollado gran parte de su escritura, en un compromiso político con las disidencias locales, expresando su respeto y admiración por las historias de dolor y resistencia que nos formaron como artistas y activistas.

Quisiera con estas palabras darle un abrazo a esa Margaritas pequeña, a la poeta sureña y así acompañarla con estas letras. Quisiera decirle que no está sola, que la escritura es definitivamente su terreno y que agradecemos las imágenes que construye en esta hermosa bitácora, la que nos deja con deseos de seguir leyéndola en sus próximas aventuras literarias.

Tal vez la escritura sirve para eso: para inspirar a otras y acompañarnos. Y, en ese gesto, vengar el mundo a través de las palabras. Para recordarnos que la escritura nos tiene que seguir entregando distintos modos de narrar nuestras historias, de acompañar nuestras transiciones como las amigas que, luego de una noche compartida en la disco Angels en el muelle de Puerto Montt, miran juntas el amanecer con su ajetreo y violencia.  

Jorge Díaz Fuentes

Londres, Invierno de 2025

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