Juan Gabriel: Recordar es volver a vivir
Buenos días señor sol, hoy jueves 30 de octubre se estrenó el documental Juan Gabriel: Debo, puedo y quiero. Un archivo fílmico de más de 40 años, que el equipo dirigido por María José Cuevas estuvo trabajando durante 3 años, con un staff nuclear de 30 personas y un grupo externo de al menos 170 personas más, que le dieron vida a una serie de 4 episodios ya disponibles en la plataforma Netflix.
Nuestro reportero Erick Valenzuela, avezado en karaokes y en Juan Gabriel, estuvo junto con el equipo de realización de la serie en el marco del Festival Internacional de Cine Documental de la Ciudad de México, con quienes conoció en mayor detalle el trabajo que hay detrás de la propuesta audiovisual. Aquí nos comparte algunas impresiones a modo de tomavistas, esas que dieron origen a la historia del cine y que registraban escenas de la vida cotidiana:”Juan Gabriel dentro de sus múltiples inquietudes también fue archivista y documentó la mayor parte de su vida en una bodega que reúne más de 2000 archivos fílmicos”.
Les invitamos pues a Abrazarse Muy Fuerte, ver la serie y comentarla con la raza, esa que en todas partes, en algún momento del día, se encuentra con alguna melodía de Juan Gabriel, un Amor Eterno que solo se amplifica conforme pasan los años.
Agradecemos también la gentileza de «Mezcla producciones», productora a cargo de la serie por compartirnos todos los materiales que acompañan esta publicación.

Fue en agosto de 1971 cuando Alberto Aguilera Valadez, con 21 años de edad, luego de salir de la penitenciaría de Lecumberri de la Ciudad de México, lanzó su primer disco “El Alma Joven”. Fue su inicio como Juan Gabriel y, en medio de todas las implicancias vejatorias que tuvo la experiencia de la prisión, resistió cantando. Con el apoyo de la cantante Queta Jiménez, conocida como “La Prieta Linda”, salió de la cárcel directo a la RCA Victor para lanzar su primer disco. Además, por primera vez tomó una cámara de video, en un ejercicio fílmico que no se detuvo y que lo acompañó hasta su fallecimiento, también en agosto pero del 2016.
Alberto Aguilera murió a los 66 años, Juan Gabriel a los 45. Esa dualidad es el tono que acompaña la serie dirigida por María José Cuevas, que entre sus trabajos audiovisuales ha dirigido el documental “La Dama del Silencio”, nominada a mejor largometraje documental en los premios Ariel.También realizó el documental sobre la vida de las vedettes de la Ciudad de México en la década de los 70 y 80, llamada “Bellas de Noche”, película reconocida como mejor largometraje documental en el Festival Internacional de Cine de Morelia, el Festival Internacional de Cine de Los Cabos, Festival de Cine de Panamá, Premio Luminus y Premios Ciudad de México.
A partir de ambas experiencias conformó un equipo mayoritariamente constituido por mujeres, lo que a criterio de sus realizadoras permite generar un clima colaborativo y una intimidad que puede dar el tono acorde a la sensibilidad Alberto Aguilera: a lo largo de su trayectoria, él mismo fue sostenido principalmente por mujeres, como su hermana Virginia, su manager María de la Paz , la actriz más importante de México María Félix, la cantantes Rocío Dúrcal, Daniela Romo, Ana Gabriel, Isabel Pantoja, Aída Cuevas, Lola Beltrán, entre otras divas que cantaron algunas de sus canciones. Hoy son nuevamente ellas quienes toman su voz para amplificar su memoria.
La serie abre con la muerte del artista, que según los datos oficiales fue acompañada por más 700 mil personas, convirtiéndose en el funeral más masivo de la historia de México. Luego la cámara nos introduce hacia una bodega llena de archivos. Algunos de ellos que no se sabía si se podrían rescatar por el daño del material, y muchos de ellos tenían hongos, luego de estar guardados por más de 40 años.

Junto con los materiales, aparece la voz de Juan Gabriel que dice: “Se está haciendo un video para cuando no esté en este planeta, para dejarlo como testimonio. Es una época muy hermosa de mi vida y he querido así compartirla con ustedes”. En un gesto de invocación, Juan Gabriel nos habla desde un lugar que va más allá de su vida finita. Dentro de sus múltiples inquietudes, también fue archivista y documentó la mayor parte de su vida en una bodega que reúne más de 2000 archivos fílmicos.
La serie documental se apoya en los más diversos recursos de archivo: el uso de collage, intertítulos, recortes de prensa, las cinco peliculas que protagonizó el artista, sus recitales, sus apariciones en shows televisivos, los textos que escribió en pedazos de servilletas, apuntes y canciones que hacía durante sus trayectos, fotos con su familia y amigxs, el registro de la grabación de discos en las salas de ensayo, las cartas del “club de amigos de Juan Gabriel” –conformado principalmente por una red de mujeres de todas partes de América–, autorretratos con sus hijos, las celebraciones de cumpleaños, los primeros días en la escuela.
Muchos de estos registros fueron tomados por él. Sus inicios fílmicos fueron con una cámara Súper 8. A los 21 años de edad salió a descubrir la ciudad, comenzó a registrar paisajes, trayectos, sus viajes y a él. En uno de los audios, Juan Gabriel dice: “Yo quisiera estar otra vez joven para vivir muchas cosas”, a lo que agrega “recordar es volver a vivir”. El autorretrato como recurso fílmico se volvió una forma de autorreconocimiento y conformación de su identidad. Alberto Aguilera era muy consciente de que en el archivo se volvía a vivir, se volvían a pasar por el cuerpo las emociones y la juventud no terminaba de desaparecer. Es desde esa claridad que Alberto Aguilera hace brillar a Juan Gabriel también a partir del archivo fílmico. Durante los cuatro episodios de la serie, vamos viendo cómo el autorretrato es un recurso que lo acompañó toda su vida.
En uno de esos videos, mientras está frente al espejo, entra un audio de Juan Gabriel que dice: “Cuando me bajo del escenario soy Alberto Aguilera”, y los registros nos conducen hacia el archivo personal y familiar. A través de las cámaras Betamax y VHS podemos conocer la vida cotidiana de Alberto jugando con sus hijos, haciendo las tareas del colegio, tratando de estar presente en todas las etapas de su crecimiento, con el apoyo de Laura Salas, con quien crió a sus cuatro hijos. Alberto Aguilera deseaba crear la familia que no tuvo y lo materializó, cuidó como a él nunca lo cuidaron.

El otro giro en términos de registro es el de Juan Gabriel artista. El archivo, como herramienta para la imaginación, nos permite viajar hacia la vida nocturna de Ciudad de Juárez de los años 60, donde se presentaba bajo el pseudónimo de Adán Luna; las 5 películas que realizó fueron también para él una forma de autobiografía artística. Sus apariciones televisivas y el registro de sus shows nos dan cuenta de las diferentes estrategias que usó para trascender a los prejuicios y al machismo aún vigente, supo hacer alianza con personas claves en momentos determinantes de su carrera, pero por sobre todo tenía un poder único y magnético de conectar con el público y en cada uno de los capítulos se aprecia el fervor, la reacción descontrolada: no importaba dónde se presentara – podía ser el palenque o el Bellas Artes, la plaza de toros o los escenario más elitista–, toda la gente terminaba bailando arriba de la mesas, todo el mundo deseaba a Juan Gabriel.
Como él era consciente de esa energía y capacidad de catarsis colectiva, podía hacer shows de incluso más de 6 horas, “pues si ustedes no se cansan, yo menos” le decía a su público. En todo momento tenía presente la dimensión fílmica de sus presentaciones. Otro de los audios de Juan Gabriel que aparece en la serie dice: “Pasa el tiempo y todos son recuerdos”. El Divo de Juárez sabía a qué cámara mirar, cuándo entrar y salir de cuadro, era performer y a la vez director de cine en escena, bailaba con los camarógrafos, los dirigía mientras cantaba, en cada gesto sobre el escenario estaba creando sus recuerdos.

Hay una escena profundamente conmovedora en la que una fanática le canta en estado de éxtasis la canción “Yo no sé qué me pasó”, Juan Gabriel se acerca a ella y le pide al camarógrafo que la grabe, mientras ambos compenetrados cantan “Pero nunca le hieras, nunca le humilles, nunca le engañes, nunca le dañes su amor”, la mujer se lleva sus manos al pecho, mientras entre lágrimas canta con Juan Gabriel.
El título de la serie “Debo, puedo y quiero” es parte de la letra de la canción “Debo hacerlo”, del disco homónimo del año 1987, pero también se refiere a un titular puesto en un periódico de la época en el marco de una serie de presentaciones que Juan Gabriel realizó en el escenario del Palacio de Bellas Artes en mayo de 1990. Se trató de una apuesta inédita: nunca antes un artista popular se había presentado en este espacio restringido para la “alta cultura”, y esa propuesta no estuvo exenta de polémica. Sin embargo, la habilidad de Juan Gabriel para caminar entre la cornisa del mundo popular y el de las grandes esferas de poder en México le permitió la autorización por medio de la mediación de Cecilia Occelli González, esposa del presidente Carlos Salinas de Gortari, que amaba su música.
Fue tal el grado de polémica que incluso el director de orquesta, Luis Herrera de la Fuente, se negó a colaborar con Juan Gabriel para concierto, pero el maestro Enrique Patrón de Rueda no sólo se sumó sino que motivó a toda la orquesta del Bellas Artes a que tuvieran la mejor disposición para los cuatro conciertos que Juan Gabriel ofreció.
Una vez despejadas todas las incertidumbres, los conciertos ofrecidos en el Bellas Artes, además de confirmar la calidad artística de Juan Gabriel, fueron un parteaguas para una nueva generación de músicos populares que hasta la fecha se presentan en uno de los escenarios más emblemáticos de México. A lo largo de 2 horas y 50 minutos, el show del Bellas Artes presentó por primera vez una combinación de orquesta sinfónica con mariachis, música pop y balada romántica, en donde lo televisivo y el registro audiovisual mantuvo la centralidad que caracterizaba la propuesta estética y performática de Juan Gabriel.

Fue esta combinación única la que permitió que la figura de Juan Gabriel pasara de la periferia y se volviera centro, que la dualidad trágica-eufórica pudieran ser parte de una misma interpretación, que la canción con los temas más cotidianos y universales –como el abandono, la pérdida, el desamor, y la soledad– encarnados en su voz e interpretación se volvieran los más espectaculares.
“El tiempo es cruel y no perdona a nadie (…) ya me quiero despedir”, señala en uno de sus últimos autorretratos previo a su fallecimiento, mientras toca su rostro dando señales del paso del tiempo, y es que él fue un defensor de la belleza, esa que se contraponía al canon hegemónico y parco que aún es muy vigente. En cada etapa de su vida destelló su hermosa morenidad, sabiendo que tenía la capacidad de provocar desde su arte en contra de lo hétero-patriarcal, en cada traje de lentejuelas, en sus colorido vestir y en su sensualidad al bailar había una señal de ruptura contra el machismo y la homofobia.

En esa última etapa de su vida se despidió de todas sus personas cercanas, de sus hijos, de Enrique Okamura –ex director artístico de la RAC, Victor que creyó en su capacidad artística cuando comenzó su carrera como Juan Gabriel–, también se despidió de su equipo más cercano, de Laura Salas –con quien crió a sus hijos–, de Jesús Salas –su amigo que lo acompañó desde los primeros años de carrera–, y de sus amigxs Silvia Urquidi y Paco Fernández. “Cuando uno se va, lo que se queda es lo que dio”, es otro de los mensajes que nos deja Juan Gabriel en el medio millón de cintas que grabó. En el caso de él, su legado son alrededor de 60 discos, más de 1500 canciones y millones de personas que a diario, camino al trabajo, en sus casas, en fiestas, tararean, cantan, lloran alguna canción de Juan Gabriel. Probablemente, en este momento, mientras cierro este texto, en muchas partes de la Ciudad de México, de Ciudad de Juárez o en algún rincón de Latinoamérica hay radios colocando sus canciones, o alguna plataforma de streaming reproduciéndolas. Alberto Aguilera murió a los 66 años, Juan Gabriel no murió. Sigue acá, cantando junto a nosotrxs.



