Catalina Tamar, poeta: “Vengo de un contexto donde la palabra no ha sido una posibilidad”
La autora de Tocar el agua, publicado por Queltehue Ediciones, trabajó el texto por muchos años. Para llegar a publicarlo, fue fundamental haber ganado el Premio Roberto Bolaño 2024 en la categoría poesía. Su escritura es una búsqueda colectiva: la de una narrativa propia para todo un linaje, buscando que pueda nombrarse por sí mismo mediante los únicos recursos que han tenido. En esa búsqueda aparece la naturaleza, los pájaros, el dolor y el duelo.
Era el fin del mundo, o eso nos habían prometido: a fines de 2012 se terminaba todo. Una época que para algunos era el final, y para otros fue un periodo donde las cosas empezaron. Para Catalina Tamar, por ejemplo, entonces de 14 años, una adolescente que empezaba a aburrirse de los libros juveniles. Fue a esa edad cuando una de sus profesoras le presentó la poesía, las vanguardias.
“Y ahí no pude salir más de este género”, dice ahora Catalina a La Raza Cómica, después de publicar su primer libro Tocar el agua (Queltehue Ediciones, 2025), uno que empezó a escribir en 2019 y que le tomó tiempo llegar a publicar. El gran catalizador para verlo convertido en un objeto físico fue haber postulado el texto al Premio Roberto Bolaño y haber resultado ganadora de la categoría poesía en 2024.
Le cuesta nombrarse a sí misma como una voz de la escena poética nacional, pero hace el esfuerzo, porque sabe que es importante hacerlo, y sabe también que es un espacio al que le costó acceder. Sobre todo a ella, que viene de los márgenes, como ha dicho en otras entrevistas. Por eso la poesía funciona como un lenguaje y como una herramienta: con ella puede nombrar las heridas y volverlas tangibles, con ella puede aproximarse a una narrativa para darle a su familia, que no tuvo un acceso privilegiado a la palabra.
En esta conversación con La Raza Cómica, la autora repasa sus primeros acercamientos a la poesía, la materia prima para su escritura y el lugar que ocupa la familia en su trabajo.

–¿Cómo empezaste a acercarte a la poesía?
–Desde muy pequeña creo que mi manera de comprender el mundo era de una forma poética. Quiero decir que elaboraba mis pensamientos apreciando mi entorno, construyendo imágenes poéticas, que en ese momento por supuesto no podía nombrarlo como tal. Eso lo entendí siendo más grande.
Mi papá me hizo acercarme a la literatura desde que tengo memoria, pese a que no venía de un entorno con ningún capital cultural. Él se lo tuvo que armar solo, porque su contexto socioeconómico no lo acompañaba. Pero aun así lo logró, y fue el regalo más lindo que me dio. Creo que por eso pude comenzar a entender el mundo desde lo poético.
–Como lectora, ¿lees o leías poesía? Y como escritora, ¿cuándo empezaste a escribir?
–Comencé a leer y escribir poesía a los 14 o 15 años, cuando los libros adolescentes me dejaron de gustar, me aburrían. Conocí a una profesora que me mostró las vanguardias y ahí no pude salir más de este género.
–¿Cuáles fueron los primeros temas que entraron en tu poesía?
–Siempre he sido muy filosófica para escribir, me ha llamado la atención las maneras de poder experimentar el mundo de diferentes aristas y preguntas que me van surgiendo. Recuerdo que desde mi adolescencia me hacían ruido muchas cosas de la sociedad, de mi entorno, que me hacían cuestionarlo todo. De hecho, siempre me han reclamado mis cercanos por ello. Y creo que Tocar el agua cae bastante en tratar de responder preguntas que aún no puedo sobre mi historia familiar.
–En tu libro, tanto la naturaleza como el lenguaje ocupan lugares importantes, ¿Cómo te relacionas con cada uno de ellos? ¿De qué manera entran en tu imaginario y en lo que escribes? ¿Cuál es la materia prima para tu escritura?
–Esto surge porque vengo de un contexto donde la palabra no ha sido una posibilidad, por lo tanto, es la búsqueda de una propia narrativa de todo un linaje que pueda nombrarse por sí mismo mediante los únicos recursos que han tenido. Y este es su entorno. En este caso es la naturaleza, pero también el duelo y con ello, el dolor. En este sentido, la materia prima de mi escritura consiste en poder sacar la herida y convertirla en algo tangible. La necesidad de volverla palabra para poder nombrarla de alguna manera y poder suavizar lo que nadie pudo habitar. Tantos años en un silencio atorado en una misma casa.
–¿Cómo llegaste a la figura del pájaro y de todo su universo? El nido, el vuelo, el canto. –Necesitaba crear un imaginario para nombrar una historia que no fuera evidente y en el periodo que comencé a pulir el texto estaba un poco obsesionada con las aves. Pero no quería especificar a un pájaro en particular, porque perdía la generalidad de personas que no han tenido un lugar en el mundo. Por lo tanto, debía ser generalizado. No podían ser nombrados desde la particularidad de un ave en específico. Y desde ahí se abre paso a todos los imaginarios asociados a los pájaros: el nido, el vuelo, el canto. Ligados a la construcción y destrucción –dicotomía constante– de un espacio que termina por derrumbarse.
–¿Qué lugar ocupan las relaciones familiares dentro de tu escritura? Me parece, como lectora, que se van entrelazando en todas las imágenes que evocas.
–Es el centro de todo. Es de donde surge el libro, desde la experiencia personal. Es la herida que llevo y que ha sido transmitida por muchas generaciones. En esta ocasión quise optar por darle voz a un grupo de personas que nunca hemos sido nadie, a tener al menos la posibilidad de encontrar la palabra en algún espacio, aunque sea minúsculo. En este caso, en este pequeño libro.
–¿Qué ha significado para ti como autora y para tu libro recibir el Roberto Bolaño?
–Fue la posibilidad de publicar un proyecto de libro que ya tenía terminado y que venía trabajando hace muchísimos años. Y esto me abrió paso a entrar a la escena nacional de la poesía chilena, aunque me cuesta decirlo y creerme el cuento. Sigo trabajando en otros proyectos y espero poder publicarlos sin que cueste tanto como antes del premio.
–Uno de tus poemas empieza diciendo: «Este poema / lo hice para encontrarnos». ¿Qué posibilidades piensas que entrega la poesía para quien la escribe y para quien la lee?
–Para mí, la poesía es un encuentro íntimo con una manera de percibir la vida que a cada persona le resulta diferente. Es una experiencia única, una vivencia necesaria, que se debe vivir desde el sentir y no desde la comprensión. Cuando esto se devela, me parece que hay una apertura mayor de posibilidades, tanto como para quienes la escriben como para quienes la leen. Poder decir lo indecible que se lleva dentro es acercarse a lo que hay afuera desde lo más interior, y eso es algo increíblemente preciado.



