Jaime García, La Linterna Cali: “Apuntamos a que la juventud trate de preservar lo que hemos sembrado y conservado, que es el arte gráfico”

noviembre 06, 2025
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La Linterna es una imprenta que comenzó hace 91 años en la ciudad de Santiago de Cali en Colombia y en la última década se ha convertido en uno de los proyectos gráficos más sobresalientes de la América Latina, al colaborar con diferentes artistas de la región.

Su taller, ubicado en el barrio de San Antonio, es un espacio abierto, lleno de color, conversación y buena música, donde la salsa es la banda sonora principal que se va intercalando con el sonido de los metales de las máquinas de imprenta del siglo XIX, generando una sinfonía selvática moderna que dialoga con las aves, el calor y el bosque tropical del exterior y la brisa fresca de los farellones al atardecer.   

Nuestro corresponsal itinerante Erick Valenzuela Bello viajó hasta el Valle del río Cauca, se echó unos viches, se sacó unos prohibidos de salsa caleña y conversó con Jaime García, impresor tipográfico que, con más de 40 años de experiencia, es uno de los trabajadores históricos del taller. 

Entérese de la historia de la gente que sostiene este bastión del arte gráfico latinoamericano, quienes además estarán en Chile en el marco de la Feria de Artes Gráfikas Kontrabando que se realizará los días 22 y 23 de noviembre .  

Carteles realizados por artistas gráficos en «La Linterna»

–Jaime, ¿Desde hace cuánto tiempo trabaja acá y qué oficios ha desempeñado?  

–Mi nombre es Jaime García, soy impresor tipográfico de aquí de La Linterna de Cali, ya hace cuarenta y cuatro años que trabajo acá y llegué a la edad de dieciséis años. Aquí en La Linterna, pues, me he desempeñado en muchos cargos, pero llegué como ayudante de máquina de prensa. Una máquina impresora tipográfica de Francia de 1870. Ahí me trae el señor José Antonio Álvarez y bueno, todo lo que hoy sé lo aprendí aquí en La Linterna empíricamente, porque la verdad es que no sabía nada del oficio. 

Me gustaba dibujar, y me tiraba mis dibujitos con lápiz, pero eso era todo lo que hacía. Ya el resto lo fui aprendiendo aquí: la limpieza de las máquinas o componer moldes, porque trabajamos con tipos móviles sueltos. Entonces, lo primero que aprendí fue a hacer una composición tipográfica para un afiche, para un cartel. 

Estuvimos cinco años entre las calles Carrera 10 con la Calle 6, en el barrio Santa Rosa. Después nos trasladamos para acá, para este sitio, en el barrio San Antonio. Aquí ya llevamos treinta y nueve años. 

–Cuando usted llegó la salsa estaba en un auge, con artistas que hoy día son clásicos. En ese tiempo, ¿La Linterna también imprimía eventos de salsa?

–Claro. En los años 80, los grupos se iban a presentar en todas partes, en todas las discotecas. Nosotros trabajamos casi el 80% de las discotecas aquí en Cali, donde se presenta el Grupo Niche, el Binomio de Oro. Entonces, todos los conciertos, los circos, las presentaciones de diciembre, todo, todo pasaba por aquí, por nuestra máquina, todo se hacía aquí. 

–¿O sea que los artistas también los buscaban a ustedes para que se imprimiera con ustedes? 

–Claro que sí. Uuufff, por aquí han pasado muchos artistas. 

–¿Cómo quién, por ejemplo?

–Pues, por decir, Binomio de Oro, Grupo Niche, El Gran Combo. No, pues, Óscar de León. 

–¿Y han venido hasta los talleres? 

–Aquí en los talleres han estado algunos, no todos. Que me acuerde han estado Tito Cortés, Leo Dan, Nelson Ned, Gilberto Santa Rosa, Grupo Niche, Herencia de Timbiquí, Nidia Góngora.

Gráfica de la serie «Váyalo» y de artistas salseros

–Y en esos treinta y nueve años estando acá, en el barrio de San Antonio, ¿qué otros oficios ha aprendido y cómo se ha ido transformando el taller?

–Llegando acá me incliné por el tallado en linóleo, el cual me gustó mucho.  Cuando vi algo impreso, hecho por mi mano, me entró el amor por ese arte y empecé a practicar, a practicar, hasta que con el paso del tiempo logré sacar imágenes, rostros, letras, de todo. Ya después aprendí la combinación de colores y también a encuadernar. 

–¿Cómo fueron los inicios de La Linterna, hace más de 90 años atrás?

–Por allá por los años treinta, era una revista que incluso tuvo en su portada de la muerte de Jorge Eliécer Gaitán –jurista, conocido como el caudillo del pueblo, iba a ser el candidato por el partido liberal en las elecciones de 1950 pero fue asesinado el día 9 de abril de 1948, causando una de las movilizaciones populares más grandes de la historia de Colombia–. Entonces, era un periódico local que trabajaba con dos máquinas: la francesa de 1870 y la de Estados Unidos de 1890. Ahora también tenemos una máquina italiana de 1934. 

Pero las dos primeras máquinas, ahí por los años veinticinco del siglo pasado, fueron heredadas del periódico El Relator, de Cali, y ahí salía “La Linterna” como una revistica. Ese periódico, pues, quebró por allá por el año veinticinco. A partir de ahí, el señor que operaba las máquinas, que era el señor Simón Henao, se queda con la maquinaria y continúa con la tradición, pues, de sacar la revista La Linterna. 

Posteriormente, por los años cincuenta, más o menos, empezaron a salir los carteles callejeros, que eran los que anunciaban, pues, espectáculos, artistas, toda la parte cultural. Eventos culturales que se hacían, se publicaban con los carteles y se pegaban en las calles. 

Esta bicicleta que tenemos aquí en el fondo era la que utilizábamos en ese entonces para repartir y para pegar en las calles. Ya con el paso del tiempo nosotros empezamos a vender a nivel nacional.

Arriba bicicleta con la que se repartía «La Linterna», abajo tipos móviles con los que se compone el trabajo gráfico

–Ahí es cuando abren una oficina en Bogotá…

–Primero se abrió una oficina de ventas en Bogotá. El jefe se fue para allá, él hacía sus contrataciones y mandaba los pedidos acá. Desde acá salía toda la producción y él vendía allá, pero era el cartel publicitario como tal. 

Ya con el paso del tiempo, el desarrollo de la tecnología –la litografía primero, después lo digital–, poco a poco nos fue opacando en nuestro trabajo, nos fue limitando, hasta que ya ahorita en el 2017, prácticamente, la empresa se dio una baja, estuvo casi cerca de la quiebra,  porque, pues, ya el jefe se había atrasado en muchas cosas, entre ellas el pago del arriendo del local, el pago de nuestros sueldos. Para el 2017 quedamos apenas tres trabajadores, cuando antes éramos 15 empleados.

Fue despidiendo a todos, uno a uno, hasta que quedamos los más antiguos: Olmedo Franco, Héctor Otálvaro y yo. Entonces, como no nos podían liquidar ni nada de eso, cuando ya vino la crisis nos iban a desalojar de aquí. Cuando llegó la carta de desalojo y el jefe no nos podía pagar, tuvo la idea de deshacerse de las máquinas y volverlas chatarra, para sacarles algo de dinero. 

Entonces, nosotros viendo eso, y con muchos años trabajando aquí y, pues, el amor a la gráfica, no podíamos permitir que las máquinas las volvieran chatarra. 

Entonces fue en abril del 2017 que llegaron dos jóvenes diseñadores, Fabián Villa y Patricia Prado. Ellos habían abierto una oficina de diseño para promocionar y apoyar a artistas locales, entonces vinieron a hacer un cartel tipográfico para promocionar un artista, un amigo, “El eslabón perdido». Entonces, mientras nosotros le elaboramos ese cartel, empezamos a conversar con ellos, y se empezaron a dar cuenta de la situación por la que estábamos atravesando, que era bastante crítica. Cuando vieron su cartel impreso, se dieron cuenta de un potencial muy grande, un tesoro escondido, y nos ofrecieron ayuda. 

Fue así como esta pareja de jóvenes diseñadores caleños, llegaron como a los quince días, ya con una propuesta: lo que ellos hicieron inicialmente fue vender bonos de carteles que no habíamos impreso todavía. Fue algo loco. Entonces, comenzaron a tocar puertas en los restaurantes, en los hostales, y vender esos bonos. Se recogieron quinientos mil pesos –130 dólares–, y con eso, compramos lo que fue la materia prima. 

–Entonces ahí comienza la nueva etapa de La Linterna…

–Ellos invitaron a seis amigos diseñadores para lanzar la primera colección, que fueron bandas de rock. Entonces los amigos de ellos trajeron sus diseños, nos los mostraron. Nosotros lo que hicimos fue tallarlos, imprimirlos y todo eso. Cuando ya estuvieron los afiches impresos, ellos convocaron a la gente para junio de ese año, que era el cumpleaños del barrio, y se hizo un festival con una exposición acá. 

Se le contó a los asistentes lo que estaba sucediendo, que la empresa iba a quebrar, que iba a cerrar, que se estaba haciendo esta campaña para vender algunos afiches para que nosotros lleváramos algún dinero para nuestras casas. La gente reaccionó ante eso, y dijeron: no, pues, La Linterna es un patrimonio de Cali, esto no se puede cerrar.

Empezaron a comprar afiches y se lanzó una campaña, “Salvemos La Linterna”, entonces ya el público empezó a hacernos donaciones de dinero, a comprarnos nuevos afiches. De esa manera recogimos un dinero, y vimos que la cosa podía funcionar por ahí.

Afiche en homenaje a Héctor Lavoe. en el área de tallado del taller

–¿Ahí cambió el giro de lo que venían trabajando como imprenta?

–Claro, con las mismas máquinas antiguas empezamos a hacer un cartel más pensado, más diseñado, como lo estás viendo ahora, y eso nos dio resultado. Como estamos en un barrio que se convirtió en un barrio turístico, nos visitan muchos extranjeros y empezó a gustar nuestro afiche, entonces comenzamos a trabajar en la línea de arte y cultura.

Ahí empezó la alianza con artistas locales e internacionales. En la segunda colección, que fueron las películas de los años ochenta, tuvimos la oportunidad de invitar a un artista mexicano que se llama Ulises. Con la participación de ese artista, ya se abrieron las residencias y más gente comenzó a interesarse en el espacio y a colaborar con nosotros. 

Fue un vuelco muy rápido, en que logramos sacar la empresa muy rápidamente adelante, desde el 2017 al 2019 crecimos muy rápido y logramos, pues, reunir un dinero para cuando llegó la pandemia. A nosotros, gracias a dios, no nos afectó tanto porque teníamos ese colchoncito ahí, y la gente nos siguió comprando por redes. Veníamos al taller, tomábamos pedidos, empacábamos, despachamos y para la casa otra vez. De esa manera trabajamos durante la pandemia, entonces, a diferencia de otros rubros, no nos afectó mucho. 

–Y ahora, post pandemia, han seguido creciendo. Los empezaron a invitar a eventos internacionales, a exponer en galerías de arte, ahora son reconocidos como parte de un circuito internacional de arte gráfico.

–Sí, total. La  primera ciudad que nos invitó y donde empezamos a salir fue Bogotá, con las dos primeras colecciones, la de rock y las de películas. Ahí inició, como tú dices, nuestra gira. Después, la primera salida internacional que tuve fue en el 2019, a México, en Casa Gama. Nos invitaron, también llevamos nuestro arte y poco a poco se fue extendiendo. Hemos ido a Europa, Estados Unidos. Ahora tenemos una exposición en Quito en Ecuador, luego iremos a Chile donde participaremos en la Feria Kontrabando, y en diciembre va a haber una exposición en Miami. 

–Después de este recorrido y lo reconocidos que son hoy, ¿se sienten parte de una propuesta gráfica y artística latinoamericana?

–Sí porque La Linterna ha servido mucho para mostrar a muchos artistas, muchos artistas buenos y que han tenido la oportunidad de venir a hacer algo con nosotros y mostrarse, lo que también ha sido muy enriquecedor para nosotros. 

Inicialmente, el tema que nos impulsó fue el de la colección de salsas y los salseros, que le denominamos “Váyalo”, que año a año la hemos venido haciendo en diciembre, pero de ahí se han desprendido diferentes temas, como el Petronio –Festival de Música del Pacífico–, el Pacífico – la vida cultural de la región–, el Feminismo, el ciclismo, el Estallido Social. O sea, no nos cerramos a ningún tema, ¿sí me entiende?

Máquina de impresión Reliance de 1890, hecha en Nueva York

–Y por último, en términos de proyección, ¿qué es lo que se viene? ¿Cómo quieren que siga creciendo el proyecto? 

–Pues, ahorita, a ver, nosotros le estamos apuntando a una tienda en Bogotá que abrimos hace poco, esa sí es tienda de venta –no es taller–. Ahorita también queremos abrir una tienda en Miami, estamos detrás de un local para montar ya una tienda física como tal y tener más acercamiento hacia la zona europea, para la distribución de los carteles, porque a veces nos piden de acá para mandar un cartel hasta Europa pero es muy costoso. 

¿A qué le apuntamos también? A que el oficio como tal no muera. Por ende, estamos ahorita trabajando con mucha juventud. Está el nieto de mi socio Olmedo, está el hijo de mi socio Héctor, el que está aquí es Steven, que es mi pupilo, ahorita está en la máquina allá –indica hacia una máquina de impresión–. Entonces, le apuntamos a eso, a que la juventud trate de preservar lo que hemos sembrado nosotros y conservado, que es el arte gráfico.  Entonces, esperamos que lo logremos con ellos y que la imprenta continúe por muchos años más.

–No sé si hay algo que quieran agregar, que se haya quedado afuera que le parezca importante decir 

–Una anécdota muy bacana que a mí gusta contarla mucho es que hay mucha gente que conoce nuestro trabajo y lo valora, pero hay otra gente que viene y ve un papel impreso, pero no sabe cómo salió. Entonces, un día aquí vino una señora, yo estaba allá afuera, en la zona de ventas, cuando llegó la señora y me dijo “¿cuánto vale este afiche?” Le dije “vale ochenta mil pesos” –20 dólares–. La señora se horrorizó y le pareció carísimo el cartel. 

Entonces le dije “mi señora, si usted me permite, le voy mostrar cómo se hace este afiche”. La traje aquí, a la zona de dibujo y la zona de tallado. El cartel que ella llevaba tenía cinco placas de color. Le mostré las máquinas, le hablé de qué año eran, de cómo se prepara la máquina para cada color: hay que bajar la plancha, hay que lavar los rodillos, montar el otro color, volverlos a tirar, volver a bajar, volver a lavar. Todo ese proceso, las cinco veces por los 5 colores que lleva el cartel. Cuando terminé de contarle toda la historia, me dijo “¿sabe qué, caballero? Me disculpa mi ignorancia. El cartel está barato, se lo compro”. 

Eso es algo que a uno lo llena porque, pues, hay gente que de pronto llega y no conoce el trabajo que hay detrás. 

–Sí, tal vez eso es necesario: que la gente sea más sensible con el oficio que hay detrás. No sé si ustedes hacen ese tipo de espacios educativos, formativos. 

–Un poco más ahora, porque antes esta era una empresa privada. Entonces, cuando le dimos el giro a la empresa quitamos las barreras que separan el taller del punto de venta, abrimos el taller al público para que vieran el funcionamiento de las máquinas y cómo se elaboran los carteles. Entonces, cuando abrimos la tienda, convertimos el espacio en un museo vivo. Además de eso, empezamos a trabajar con jóvenes, con diseñadores, en la parte educativa, a hacer talleres de linograbado, de impresión, a interactuar con la gente que viene a hacer impresiones en vivo. Eso ha sido algo muy importante. 

–Bueno, lo felicito mucho. Espero que La Linterna tenga larga vida. 

–Esa es la idea, que tenga larga vida.

AUTOR/A/ES
POR 
Erick Valenzuela Bello
Bárbaro de jornada completa, de baja ralea, tornatraz, tenteenelaire, subalternizado, champurria, permanentemente vigilado, sobre todo en supermercados y aeropuertos.
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