Danitza Luna, de Mujeres Creando: “Nuestra impronta es la creatividad como instrumento de lucha”
La raza tomó un cablebus/telesférico en línea directa a La Paz en Bolivia donde compartimos con el colectivo “Mujeres Creando”, que entre sus múltiples áreas tiene una línea de trabajo de arte popular, a través de intervenciones en la calle, graffitis y performance, lo que ha generado una nueva propuesta estética a partir de la lucha feminista, comunitaria y anarquista.
Nuestro reportero en terreno Erick Valenzuela Bello fue hasta los 3600 metros de altura de la Ciudad de La Paz, mate de coca mediante, se sacó unos pasos de minerito, probó las salteñas y conversó en la casona de Mujeres Creando, llamada “La Vírgen de los Deseos” con Danitza Luna, oriunda de El Alto y que además lleva 14 años en la organización aportando desde la producción artística al desarrollo de una propuesta gráfica, visual y plástica de la organización.

–¿Cómo te integraste al Movimiento Mujeres Creando?
–Ahorita tengo 36 años, y empecé cuando estaba estudiando en la universidad. Fue un proceso muy gradual, y muy intuitivo. En el libro de la María –Galindo–, en el “Feminismo Bastardo”, ella habla de esto del feminismo intuitivo. Es una forma en como ella nombra un fenómeno que está pasando más allá de incluso la categoría feminismo, como forma de pensamiento político y práctico.
Entonces, yo creo que ese es mi caso, hay mucha heterogeneidad aquí en el movimiento. Hay mujeres que vienen hasta de partidos políticos, de sindicatos, y hay mujeres también que vienen de historias de vida donde han roto una situación de violencia.
Y en mi caso, yo no vine de ningún partido, no tenía ninguna militancia previa, fue gracias a la radio, eso sí me acuerdo. Esta casa ya existía –La Vírgen de Los Deseos– y la radio también. Llegué en un momento en el cual ya había muchas cosas logradas. Sin embargo, yo creo que he llegado también de manera muy primaria. Es decir, yo las escuchaba en la radio y ni siquiera sabía qué era feminismo. Me gustaba mucho algo que ellas tenían que me sedujo, pienso, que era la relación entre la práctica y el discurso.
–¿Qué estabas estudiando cuando entraste al movimiento?
–Artes plásticas, aquí en la UMSA hay una carrera que se llama Artes Plásticas.
–¿Alguna especialidad?
–Salí de escultura. Y digo así un poco con risa porque estaba estudiando, pero estaba en un momento en el cual me sentía decepcionada de mi carrera, planteándome realmente si valía la pena seguir estudiando esto, porque yo vengo de una familia de comerciantes, que básicamente es clase media baja con aspiraciones, y en mi familia sí hay mucho racismo. He encontrado mucho racismo internalizado, y también arribismo de clase. Son cosas que a mí siempre me han generado mucho repudio.
Entonces, yo renegaba de esas cosas de mi familia y por esas aspiraciones de clase que hay, pues estudiar Artes es lo peor que puedes hacer. Estudiar Artes es como la clásica, “¿de qué vas a vivir?” “¿qué vas a hacer con tu vida?”, y estaba en un punto de estudiar Artes por cierto tipo de rebeldía, pero también porque no había otra cosa. No tengo una visión muy romántica de dedicarme al arte.
–¿Cómo describirías la visión del arte que se enseña en la academia?
–En esa facultad, a nivel micro-facultad, en esa carrera, también se dan fenómenos de clase, porque estudian arte gente como yo, o incluso compañeros míos que no tienen ni para un carboncillo, y que buscaban cosas en los desechos para trabajar, así como gente de clase alta, de la élite, que incluso ve estudiar Arte como una especie de estatus, y chocaban esos dos mundos y las cosas que pasaban, así.
Yo bajaba desde El Alto hasta la facultad todos los días y siempre era así, duro, pero bueno, hay otra gente que venía de mucho más lejos todavía. Y en ese sentido, a mí lo que me jodía era esa cuestión de clase. Se supone que estás en una carrera que te está enseñando las bases para crear, que debiera dar cierta formación académica, y te das cuenta de que es un sistema muy cerrado, muy clasista, elitario, eurocentrista, súper arribista y sobre todo, que es como una especie de gueto donde se mezquinean las cosas, las pocas cosas que hay, digamos.
–¿Y dirías que sigue siendo así hasta ahora?
–Sí, honestamente, justo es gente que vive en esta zona de Sopocachi. Tiende a ser así, personas de sectores medios o acomodados que se dan puestos de trabajo, cargos culturales, es un circuito entre ellxs mismos. No pienso entrar en esos circuitos de mierda, de ir a galerías a rogar que, por favor, vendan una obra mía y que me estafen, o tener que ir a la zona sur con algún empresario que por favor me compre una obra.
No sé si es una cuestión de orgullo, pero era algo que me rompía mucho, el ver lo que tenía que hacer para vivir del arte en esta sociedad, sobre todo en América Latina, y más aún cuando uno viene de un contexto popular, no da para vivir del arte. No da, y si quieres vivir, pues tienes que hacer ese tipo cosas.
Y más allá de eso, yo no entré a Mujeres Creando porque tuviera la intención de cambiar algo en el arte, sino, era más una intuición por lo que hacen, dicen y desde ahí quiero aportar.

–¿Cómo se desarrollan las propuestas artísticas dentro de Mujeres Creando? ¿Cuál fue tu propuesta o tu sello? ¿Qué dirías que viene de ti también?
–Es un proceso gradual, y he ido proponiendo ciertas cosas, como la línea gráfica de las publicaciones. Antes el diseño editorial era externo, de a poco me empezaron a delegar esa responsabilidad a mí porque yo estaba terminando un curso de diseño gráfico. Mi primer trabajo fue el diseño del libro “Feminismo Bastardo” de la María –Galindo–. Luego tuve el desafío no solo de diagramar sino de proponer una síntesis gráfica en el libro sobre “Conceptos Fundamentales para las luchas feministas” –Libro ilustrado de “Calibán y la Bruja” de Silvia Federici– y es un buen libro que la María lo lleva mucho a sus viajes, cuando me toca viajar a mí también lo llevamos y lo vendemos, porque es la forma de autogestionarse acá. Entonces, para mí, ese libro es uno de los aportes que yo he hecho al movimiento.
Aparte, hay obras que hemos hecho colectivamente entre María, Esther y yo. Son obras de arte que se han producido para específicos eventos artísticos, en donde las tres somos autoras, y son obras que se trabajan de forma horizontal.

–¿Qué obras son parte de la propuesta de trabajo colectivo?
–Una de las obras es el mural llamado “El Milagroso Altar Blasfemo”, que fue creado como parte de la IX Bienal Internacional de Arte SIART. Contenía frases críticas hacia la Iglesia católica y el patriarcado, como «Ave María llena eres de rebeldía» y «Ni la tierra ni las mujeres somos territorio de conquista». Luego de que lo hicimos, fue pintado de blanco; fue censurado y generó toda una especie de debate en respuesta a esa censura violenta que se sufrió.
Luego se volvió a repetir la experiencia en un mural que fue de 14 x 5 metros, en las espaldas del Centro Cultural Metropolitano de Quito, que es una ex universidad jesuita. Esa pared estaba a la espalda de la iglesia metropolitana, y esa era la iglesia más antigua de la Ciudad de Quito, en Ecuador. Entonces, esto estuvo hecho a sus espaldas. La segunda versión fue mejorada y aumentada, la exposición creo que duró un mes. La obra tiene ese nombre porque básicamente es una respuesta a la didáctica colonial católica, que utiliza las imágenes de los altares para hacer catequesis y evangelizar por medio de esas imágenes.

Para pensar el desarrollo de la obra fuimos a la Iglesia de Curahuara de Carangas en Sajama, Oruro. Le dicen la Capilla Sixtina, porque es una iglesia pintada con un montón de imágenes internas como esas capillas italianas, pero en este caso las pintaban indios, entonces tú puedes ver la mano, y cómo pintan ángeles y cristos. Es una de las iglesias más antiguas y es un pueblo donde no hay nadie, que está abandonado, donde todos han migrado a la ciudad, y hay un cura gringo cuidando esa iglesia.
También nos basamos en los dibujos de Felipe Guamán Poma de Ayala porque en varias de sus cartas él denuncia abusos de curas, los impuestos que les cobraban, los castigos que les daban, entonces es como una reutilización de esas referencias reales que están ahí y resignificarlas, las sirenas, por ejemplo. Muchas de las iglesias barrocas, a pesar de que han tenido directrices europeas en estética, fueron hechas con manos indias. Entonces metían muchas figuras, muchos detalles que eran prehispánicos.
–Justo sobre eso te quería preguntar, ¿ustedes tienen, desde Mujeres Creando, alguna definición sobre la propuesta estética que están desarrollando? ¿Alguna categorización? Yo sé que la producción artística siempre excede la palabra, hay muchas cosas bien difíciles de definir, pero dirían que tienen, no sé, por decir algunas categorías o una forma barroca, abigarrada, resignificada, no sé si lo han ido conceptualizando.
–No creo que lo hayamos categorizado todavía así dándole un nombre, un estilo específico. La forma en que imbricamos o mezclamos el arte con la lucha, creo que eso es lo más característico de lo que hacemos. Yo creo que esa es la razón de que nos llamamos así, “creando”. No somos mujeres en resistencia, somos mujeres en lucha constante por la soberanía.
Yo entiendo, hay un lenguaje de las izquierdas del siglo XX que creo que también ha caducado y en parte es la respuesta de esa lucha de ese siglo, por ejemplo, que en cierta medida la izquierda de esas épocas era muy cuadrada. Mujeres Creando salió de esas mujeres que antes militaban en una izquierda y resistían dictaduras. Y salieron de muchas prácticas patriarcales de esa izquierda y dijeron “es una mierda, vamos a hacer otra cosa”, pero hay una escuela ahí de lucha y creo que la impronta de Mujeres Creando en cuanto a eso es la creatividad como instrumento de lucha. Lo pondría de esa forma. No es un estilo, no es una categoría artística ni una categoría estética, pero es una forma de imbricar o de unir o de fusionar la lucha social con la creatividad. Que son cosas que por un lado la creatividad es una herramienta, por otro lado la lucha misma se alimenta de esa creatividad. Que incluso rompe mucho con ciertos dogmas de la lucha del siglo XX, que era básicamente ser masivo.
Una forma de luchar es que seamos muchos, hagamos una gran marcha y plantarnos en la calle. Es verdad que tiene su historia, pero creo que hay otras formas de generar impacto, otras formas de protesta o de expresión pública o de toma del espacio público, que no implican solamente la masividad y en eso hay mucho de creatividad.
Entonces hay muchas cosas que hemos hecho artísticas que no siempre están en categoría arte. Podrías decirle performance, no sé, hay muchas categorías en el mundo del arte para hacer cosas en la calle, pero nosotras lo preferimos llamar intervención, digamos, o toma del espacio público.

–Me da la impresión de que a la base está el cuestionamiento a las lógicas del poder patriarcal, que puede traducirse en Estado, en Iglesia, en Nación, como una constante, como la búsqueda artística, creativa.
–Sí, es verdad que hay cierta estética en cuanto a ello. Pienso que tiene mucho que ver con, por ejemplo, esto de “Basta del Racismo”. Esta casa es una casa patrimonial –La Casona Vírgen de los Deseos– , una casa que en teoría está protegida por la alcaldía para que no la toquemos. Y la hemos tocado e intervenido. Era una casa colonial que seguramente tiene una estética pensada para los señoritos del siglo XX, XIX. Entonces buscamos romper con eso. Muchas de las decisiones estéticas de la casa han sido para romper con ese clasismo. Como las vírgenes que hay acá, que te he mostrado, por ejemplo, estas vírgenes son parte de este altar. Cada pieza que ves tiene una historia.
–¿Tienen un área de formación artística dentro de Mujeres Creando o cómo se va desarrollando eso orgánicamente?
–A ver, la responsabilidad de la parte artística está en la María y luego me la delega a mí. Y también estaba con otra compañera –Esther– que está en una pausa con respecto a la organización, lo que también es legítimo.
–¿Desarrollan talleres de formación artística dentro de Mujeres Creando?
–Dentro de mi formación, en un momento estaba tomando talleres de cartel a nivel diseño porque pensé “¿por qué no traer el trabajo de gráfica para hacer un trabajo más relacionado al feminismo?”, y ya que íbamos a estar en un encuentro feminista, decidí hacer un taller de gráfica feminsta, que es básicamente usar los principios del cartel para agarrar y tomar la expresión gráfica en personas que no tienen ninguna experiencia en arte, ni en dibujo, ni nada.
La verdad es que también fue como un experimento, dije “a ver qué sale”. Y mira que hasta el año pasado seguía haciéndolos y tengo un montón de trabajos gráficos y hay geniales que han salido de esos talleres. En un principio lo he empezado viendo como una especie de democratización del lenguaje gráfico para personas que no tienen acceso o simplemente que no se han permitido acceder al mundo del dibujo, por ejemplo, y sobre todo, no solo el dibujo, sino la cuestión de la gráfica, de expresar tus ideas, no solamente de forma oral, sino también en algo que tú puedes ver, donde puedes hacer una metáfora, donde puedes jugar con imágenes que ves en tu cabeza.
Salieron lindas cosas, honestamente te digo. Ahorita justo estoy en un proceso de conceptualizar eso, porque son muchos años y son muchos gráficas que se han producido, pero lo estoy conceptualizando ya para algo más editorial a futuro. En ese sentido, sí he encontrado una especie de beta en la cual se puede hacer un ejercicio de toma de soberanía, de la creatividad en personas que generalmente mutilan esa capacidad, que es parte también de las consecuencias del capitalismo.
En cierta medida, el orden capitalista te dice, no hagas nada, ya está todo hecho, y no pienses, y no crees, y no encuentras otra forma de hacer, porque todo ya está hecho, solo es consumir. Y pienso que tiene que ver mucho con eso, que esa especie de automutilización, creo que es una mutilación muy gradual que mucha gente sufre, y creo que especialmente las mujeres, en la cual llegas a un punto en el que dices, ese mundo ya no es para mí, ya para los niños, las niñas, pero ese mundo de crear, de atreverte a enfrentarte a una hoja en blanco, es como que ya no, y en el taller yo les hago eso, las confronto un poco con eso.

-–Vi también que por ejemplo desarrollando unas esculturas de Ekekas, ¿de dónde surge ese proceso?
–Sí, las Ekekas, esas que tú ves, son parte de una propuesta que salió de una impugnación a la figura del Ekeko, aquí en La Paz, especialmente en la Feria de la Alasita. El Ekekoo es una derivación patriarcal de una figura precolonial de la Isla, que si no me equivoco es una Isla, que era una figura, una deidad precolonial a la cual se le pedían cosas, que derivó en un hombrecillo, gordo, bigotón, con muchas cosas, y que a él se le pide y se le da todo para que cumpla.
A partir de un taller de impugnación de figuras patriarcales que hizo la María, salió la Ekeka. La primera versión, más planita, más chiquitita, en bicicleta, en un principio se lo hicieron hacer a una artista externa, o sea, estaba la idea, se le dio la forma, y la María se la planteó a esta artista y le dijo: me la puedes hacer así, y la artista la hizo. Y se vendió como una figurilla para la Feria de la Alasita.
Cuando justo yo llegué a Mujeres Creando en 2012, se me propuso eso a mí, y he hecho tres versiones diferentes. La última versión es la más grandota, que es la Ekeka de la Naturaleza. Entonces, ahí sí pude practicar mi mención de escultura.

–Lo último, Me podrías contar un poco de las fotografía y los grafitis que hay en La Vírgen de Los Desos ¿Eso también fue un trabajo que hicieron ustedes en conjunto?
–No, eso fue cuando empezaron esta casa. Yo no estaba aquí, pero es parte de un archivo de un fotógrafo muy famoso, que es don Julio Cordero. No estoy segura del nombre, pero es Cordero. Cordero era un fotógrafo de oficio, de los años 20, incluso de la época de la guerra del Chaco. Estamos hablando de 1930, aparentemente. Es un fotógrafo de esos años.
También, la María hace tiempo que tiene un archivo de fotos policiales. Entonces, esto que tú ves acá es parte de una colección de fotografías de este señor, que la María se tomó el trabajo de seleccionar y de editar para un libro – “Estudio de Archivos Cordero”–.

–¿Son mujeres que fueron detenidas?
–Sí. Estas son fotografías policiales que acusaban de prostitutas, y hay otras que son de trabajadoras del hogar, las empleadas domésticas que las acusaban de ladronas para no pagarles. También hay retratos, digamos, de cholas de la época, que les gustaba hacerse retratar como señoras de esas épocas, pero como cholas. Y bueno, la María descubrió un tesoro ahí, y le pidió permiso a los familiares del fotógrafo para hacer esa selección.
En realidad es un libro muy valioso que se produjo, creo que con apoyo de un museo. Y ya no hay. Ese libro que ves ahí debe ser de los últimos que hay. Eso es básicamente de colección. Y esas son las fotos que la María decidió ponerlas. Y luego los graffitis, también están pensados mucho por el lugar en que están, por las fotos y por el lugar. Son graffitis que van en diálogo con las fotografías, con el espacio. Y creo que lo primero que decoraron fue justamente eso. Entonces, es eso. Esta casa es una serie de mimos que le hemos hecho por encima, porque es una casa colectiva.

–¿Ves a La Virgen de Los Deseos como una obra de creación colectiva?
–Es una propiedad colectiva que todas cuidamos. Y también sabemos que es un privilegio tenerla en estos tiempos. Es muy valiosa, porque un movimiento social sin espacio es más jodido. Incluso el factor espacio puede hacer que un movimiento social se diluya. Y creo que pasa mucho eso también. Entonces, esta casa, si bien funciona como nuestra sede, también es un centro de propuestas culturales feministas.
A veces nos queda chiquita para muchas cosas que quisiéramos hacer. Justo ahí arriba, detrás del ropero, hay una maqueta de una estudiante de arquitectura que de la nada nos propuso un modelo de centro cultural feminista a futuro. Y es una maqueta que sueñas con eso.
Es muy alucinante que una estudiante de arquitectura haya pensado en muchas necesidades que tenemos acá. Nos dijo: Ustedes deberían tener un auditorio, deberían tener un taller de cerámica o de arte, de serigrafía, de lo que ustedes hacen. Deberían tener una guardería, deberían tener mil cosas que te dejan pensando que la misma sociedad entiende que lo que hacemos es un proyecto muy grande. Y es muy lindo eso también, porque viene de mucho tiempo que se ha trabajado.
Sí bien es verdad que la María, tiene un reconocimiento nacional e internacional desde hace tiempo. El reconocimiento que estamos teniendo ahora dentro de Bolivia ha abierto muchas puertas para que nos conozcan. A veces a mí igual me convocan. El año pasado, no, el año antepasado, por ejemplo, el Centro Cultural Español me dio la oportunidad de hacer ese taller de gráfica para ellos, para adolescentes, que es un ejemplo de cómo vamos permeando. Pero es verdad que hay mucho más que se podría hacer.



