Esther Margaritas, escritora: “Soy una sobreviviente. Pude haberme muerto y sobreviví gracias a la escritura”
La artista habla desde el sur de Chile sobre su más reciente libro, “Bitácora Trans”. Publicado por Palabra Editorial, se trata de un testimonio multi soporte pero también de un manifiesto sobre la existencia trans, sus aventuras, anhelos y amores, en las peculiaridades de la cotidianidad en esos territorios. “Este es mi diario, un recorrido sureado entre tanto molde”; “esta es mi bitácora y no tengo miedo”, plasma en sus páginas.
Oriunda de Puerto Varas y hoy habitante de esa zona del país, la artista y pedagoga Esther Margaritas tiene como una de sus principales armas expresivas la escritura. Como parte de esa trayectoria, que acumula a la fecha cuatro libros, su más reciente publicación es “Bitácora Trans” (Palabra Editorial, 2025), en la que suma la palabra testimonial y otros soportes a la poética ya plasmada en sus otros textos.
“Tengo que escribir, es decir, no forjar: pero evidenciar”, escribe en sus primeras páginas; materia sobre la que se pregunta: “¿qué hacer cuando las palabras caen de golpe y se desnudan frente a mi?”. Escribir es, “un salto al vacío, una ofrenda a un pájaro negro con alas negras que entra por tu ventana y se cuela a raptar todos tus pensamientos. Creo que ayuda, también duele…”.
Todo este contexto de cambios, revisa, se da a su interior, mientras que afuera, en medio de los meses post estallido, pre pandemia y luego post pandemia, “hay una guerra transfóbica que pretende allanar todo a su paso”.
Junto a la escritura, Esther Margaritas trabaja el dispositivo fotográfico y la performance, ampliando el testimonio y la urgencia por visibilizar su ser trans. Misma experiencia en la que ahonda en distintos registros en este libro, que presentó en distintas ciudades del sur y en Santiago, el mes de octubre, en la SECH.
Recibo el libro de mano de su editora, la escritora Eugenia Prado. Esther lo firma con lápiz rosado, a lo que agrega un especial contenido: la imagen de su gatita negra, Olguita, con el texto “ESCRITORA ESTHER MARGARITAS”, en un timbre. Una marca, una huella, un sello de su propuesta que en esta oportunidad, en 210 páginas, reúne fotografías a todo color, en la sección “Bitácora fotográfica”, donde revisa su proceso de transición en imágenes en polaroid, digitales y análogas; poemas, qrs a canciones, ilustraciones, escrituras a mano, notas de voz, y video performances. Un libro para leer acompañada de la propia Esther en estas misteriosas imágenes cuadradas que nos llevan a ella.
Bitácora trans, apunta Jorge Díaz en el prólogo del libro que publicamos previamente, “es el testimonio vivo que una transición de género más que explicaciones basadas en moléculas, hormonas o tratamientos, necesita de la palabra afiebrada y su alegría revolucionaria para dejar huella de este proceso que es a su vez, el desarrollo de la voz de una escritora”.
Todo esto, aclara en una nota final su propia autora, es el resumen, conjunción -quizás conjuro- proveniente de más de cien libretas, notas de teléfono y seis años de escritura. Es también, escribe, “mi manifiesto también erótico, la respuesta que pude dejar a todas esas personas que un día me dijeron que no se podría escribir sobre el placer”.

-¿Cuál es tu concepto de bitácora? ¿Tiene alguna especificidad en el caso de una chica trans?
Más que concepto, yo diría que en mi cumple la función de depositar, a través de mis vivencias personales, un archivo literario. Claro, con el tiempo comprendí que lo que estaba realmente haciendo -esto de vaciar mis emociones en un diario de vida y luego traspasarlo a un documento Word- era un libro. Antes de eso para mí fue un confesatorio. Si pudiera decirlo en mis propias palabras, la bitácora es un confesatorio que nunca juzga porque claro, estás sola diciendo esas palabras y anotándolas. Lo literario vino después. Sucede que quien escribía estas cartas o pensamientos a modo de diario de vida, era un mujer transgénero, que dentro de muchas posibilidades de ser, también escribía, era escritora, digamos y ahí está el punto al menos de unir el diario y la vida en la literatura.
-Tu nombre. En el libro lo explicas, de dónde te vino. Yo te pregunto ahora por el plural de Margaritas.
Fue un sueño. Yo tuve un sueño en donde mi abuela Crimilda me decía ¡Esther! El resto vino con el sol naciente. Margaritas, ya era mi seudónimo de mucho antes. Sonaba lindo: Esther Margaritas.
-En tu lanzamiento que realizaste en Santiago contaste que este libro es fruto de seis años de escritura. ¿Puede, justamente la escritura, contener esos años?
En mí, al menos, si pudo. Yo soy una sobreviviente. Pude haberme muerto y sobreviví. Eso es gracias a la escritura. Yo sola no habría podido. Tenía púas en mis dedos y un día empecé a contarme mi historia. Fue lindo.

-Eugenia Prado, la editora, dijo que esta era una novela mosaico. Tiene muchos fragmentos. ¿Te parece bien esta caracterización?
Me parece correcto lo que dice Eugenia. Mi poesía en sí es bien mosaica. Más que fragmentos, yo la aunaría en pueblos. Siempre estoy buscando los pueblos que hay en mi memoria y esos mismos son los que hablan en mis poemas. Ahora en mi diario de vida que se llama BITÁCORA TRANS.
-¿Qué lugar quisieras que tenga este libro en un momento de arremetida conservadora como la que estamos viviendo?
Las escrituras subversivas deberían de estar en bibliotecas públicas y palafitos. Las mujeres transgéneros, hombres transgéneros y disidencias sexuales hemos hecho un trabajo enorme al momento de enunciarnos ante el mundo. A veces, la ola del odio a veces pudo más que nuestra ola de rebelión, pero siempre salimos a flote. Siempre le hemos ganado al miedo que nos imponen. Yo amo las escrituras de mis compañerxs. Ahora mismo estoy leyendo poemas de Mara Rita para pasarlo mañana a mis alumnos del colegio donde hago clases. El lugar es ese, para todxs.

-La literatura es, en parte, una exploración. Siempre guarda preguntas. ¿Cuáles son las preguntas de este libro?
Pienso en la posibilidad “de ser” en el libro. Es que cuando lo escribía me situaba en que todos hemos tenido alguna vez un diario de vida. Es súper popular el diario de vida y a su vez un anclaje profundo en la literatura. No hubiéramos sabido de Emily Dickinson, pienso, si no hubiéramos encontrado su baúl de poemas, que también eran sus diarios de vida. Entonces me gustaría que la pregunta que alguien se hiciese fuese, “¿podré hacerlo de nuevo?”; es decir, escribir un diario, que alguien se atreva a esto al leer mi libro.
-En el libro dices que estás aprendiendo las vocales, los pronombres. También citaste a Camila Sosa con la idea de aprender a escribir. Este aprendizaje puede proponer nuevas reglas… ¿cuáles pondrías?
Es curioso el aprender las vocales de tu nuevo nombre. Los pronombres. ¡Es brutal transicionar! Dejas un nombre puesto por tus padres, heredado muchas veces, luego tú escoges uno. A eso iba cuando escribí eso. Es maravilloso.
No sé si hablaría de reglas. Yo diría, quizá, aprender de la evolución de otrxs sin apuntar. Tiene que ver también con la herida generacional. Me encanta Camila. Me encantaría conocerla también, pero a esa apuntaba con esa cita.
-Encontramos algunos sentires como el miedo. El miedo en público a las agresiones. En menor medida, a los cambios físicos, a eso nuevo. ¿Cuán importante es referirse a estos miedos?
Fundamental yo creo. Yo fui una mujer que vivió con miedo, incluso enamorada. Vivía con un miedo feroz. La exposición de ser escritora me daba terror. Mostrar mi poesía me habría sido impensado hace años atrás, pero siento que ese miedo trajo consigo conocer a mujeres y compañerxs con ese mismo sentir, lo que luego derivó a gritarlo.
-Este libro, planteas, es una experiencia subjetiva, por ello, tuya, única. De todas maneras, es un relato que puede interpelar a otrxs en sus procesos. ¿Qué mensaje quisieras que quede de lo que escribiste?
Primero que todo, que la gente se atreva a contar su historia. Hay historias hermosas de amor y de valentía, pero también historias de grandes abusos y sinsabores que escondemos como un gran tesoro y justificamos también. Yo apelo a ello, a poder contar esas historias, denunciar. La escritura tiene la facilidad de la denuncia y ahí, al menos, se puede apuntar a tu abusador. Yo lo hice, fue realmente sanador.
Me gustaría que la comunidad trans viese un espacio posible en la escritura para nombrar su transición. Este libro es para mi amada comunidad lgtbiq+, Yo por ellxs escribí este libro porque no quería que sus nombres se olviden. Me da mucha pena leer el libro y acordarme de mis amigas muertas, siempre las recuerdo, por eso las escribí, hermosas gemas en el cielo imperante de la revolución en el sur de Chile.

-A propósito de la reciente y lamentable pérdida de Claudia Rodríguez. ¿Cómo describirías, qué lugar ocupa para ti, en ti y en tu escritura su legado?
La muerte es un espacio en la rotonda de la vida. Pasajera y presente, todas por sorpresa. A veces creemos que somos eternos, que nadie envejece o que la literatura nunca muere. Embellecemos la muerte en las obras de nuestras autoras o autores, y no nos damos cuenta que ahí hay un ¡auxilio! ¡no estoy bien!. A mi me pasó algo así con Claudia. Siempre la observé desde el sur como una gran bruja barroca, llena de colores pero a veces la veía drástica en tonos negros y burdeos. Sus labios siempre rojos, eso sí.
Su literatura para mí era sobrellevar la depresión del mundo. Me sentía entendida cuando leía la pena de la Claudia y la aunaba con la mía. Esta semana leeríamos poesía juntas en un Festival Queer de la Región Metropolitana. No éramos grandes amigas pero sí colegas y sabíamos ambas de nuestros trabajos. Yo más del suyo que ella del mío, claro. Nunca pudo tener un libro mío eso sí. Me da pena eso ahora.
Claudia dejó un legado enorme. Su poesía no solo atraviesa la estancia política de ser una mujer travesti que escribe desde esa vereda, sino transita en el archivo confesional de lo cotidiano. Esas grandes batallas son una misma. El dolor del desamor, el sexo, las adicciones y la muerte. Son muchas cosas en una sola hoja. Creo que no alcanzaremos a leer todo lo que escribió en esta puta vida, pero tenemos que leerla siempre. En cualquier parte del mundo decir que acá también hay “Dramas Pobres”.
Es un orgullo para el feminismo y la diversidad sexual tener una gran exponente como Claudia Rodríguez de nuestro lado. Por mi parte jamás dejaré de nombrarla. Era una colega y compañera. Éramos muy distintas, de seguro, pero igual de chuecas en este devenir travas escritoras acá en este país llamado Chile.



