Reseña de “El perro tiene tres patas”: Encarnar la vulnerabilidad
En el primer poemario de Antonia León Alvarado, editado por Ágata Musgo, una mujer conversa con un perro que, aun careciendo de habla, aprende de a poco con lo que el lenguaje crea a su alrededor. En esta reseña, Dania Dumi nos cuenta que se trata de un libro íntimo que logra que “la incomodidad, la dificultad y la herida ajena se sientan como propias”.
“La necesidad dicta que se preste atención a todos los detalles en este tiempo posterior: todo es relevante, todo tiene peso y todo lleva a un momento en el pasado que se convierte en un recuerdo, que a su vez se convierte en una narrativa”
Yiyun Li – En la naturaleza las cosas crecen
La necesidad de atender a cada detalle atraviesa El perro tiene tres patas (Ágata Musgo Editora, 2025), como lo señala Yiyun Li en En la naturaleza las cosas crecen (Chai Editora, 2025); todo es relevante, todo tiene peso y todo lleva a un momento en el pasado que se convierte en un recuerdo, que a su vez se convierte en una narrativa. En este libro –el primero de Antonia León Alvarado–, cada gesto, silencio y cada pregunta aparentemente ingenua se carga de sentido, porque nada es accesorio, mínimo o pasajero cuando se escribe desde la experiencia vivida.
Este no es un libro sobre una mujer y su perro, es un texto donde la vulnerabilidad no se expone como debilidad, sino como una forma de estar en el mundo y de modelar la vida a partir de lo que se observa, se siente y se comparte. La relación entre ambos se construye desde un lugar profundo de acompañamiento y soporte: sostenerse entre nosotros como una manera de resistir, de existir y de comprender.
Preguntas como “¿sabías que los perros también tienen ombligo?” o afirmaciones como “del silencio no hubo nada así nada” revelan una mirada que se detiene en lo elemental, en aquello que suele pasar desapercibido. Al mismo tiempo, el texto cuestiona la utilidad del consuelo comparativo, cuando afirma: “¿a quién le sirve de algo saber qué hay otros que están peor?”. En cada línea sin comas, punto aparte o finales, el dolor no se relativiza: se habita, sin comas, sin punto aparte, sin final.

A lo largo del relato, los recuerdos se presentan como un gran saco que cargamos sin discriminación, sin selección posible una vez que estos se arraigan en el cuerpo y en la memoria: pasan a formar parte de un todo. La narración de esta mujer y su perro se vuelve entonces indistinguible; llega un punto en que no percibimos con claridad quién narra, el vínculo es emocional, pero también corporal. “Tú no eres perro y yo no he sido siempre esta que te nombra”, se dice, marcando una frontera difusa entre el yo y el otro, leyendo y viéndonos en un todo, en uno. Así, la incomodidad, la dificultad y la herida ajena se sienten como propias.
El libro construye un solo narrador a partir de dos existencias que se entrelazan. El amor, el recuerdo y la vida compartida borran los límites individuales, incluso el deseo imposible —“aunque me sacara el corazón y la costilla esperando poder plantar el árbol de patas de perro que te prometí… sería inútil”— evidencia la impotencia frente al dolor del otro cuando ese dolor ya es propio.
No hablamos de dos seres separados, sino de un único cuerpo narrativo intentando comprender y sostener la vida. Este libro no relata la vulnerabilidad: la encarna.
Sobre la autora:
Antonia León Alvarado (Linares, 1997) creció rodeada de plantas, animales y ríos. Estudió Literatura y Lingüística Hispánica en la Universidad de Chile. Fue becaria de la Fundación Pablo Neruda en 2023, mismo año en que se adjudicó una Beca de Creación Literaria del Fondo del Libro y la Lectura. Actualmente es librera y vive en Santiago de Chile con sus perras, Vitu y Miel. Este es su primer libro.



