Carta abierta a mi hermana, Angela Davis

Sólo un puñado de los millones de personas en este vasto lugar son conscientes del destino que te espera, hermana Angela, y a George Jackson, y para los incontables prisioneros en nuestros campos de concentración (pues eso es lo que son), es un destino que está a punto de engullirlos a ellos también. Las vidas blancas no son, para las fuerzas que gobiernan este país, más sagradas que las negras, como lo están descubriendo tantos estudiantes, como lo demuestran los cadáveres de estadounidenses blancos en Vietnam.