En la escritura de Mariana Enríquez, en cada una de estas tres historias, los cuerpos (los que están y los que no) son una pieza medular en su arquitectura. Ya como presencia, ya como ausencia, casi de manera espectral (en el sentido que Derrida le daba al hablar de Marx), los cuerpos que recorren un Buenos Aires que muchas veces se parece poco a Buenos Aires son parte de una marca que, como historia cíclica, aparecen y reaparecen para volver a desaparecer.