/ por Héctor Andrés Rojas
La compañía teatral Los Robinson estrenó este mes Operación Hamlet, obra escrita y dirigida por Manuel Ortiz. Lo primero que quiero mencionar es que la puesta en escena resuelve de manera muy astuta el prejuicio que podemos tener sobre una nueva versión del clásico de Shakespeare. La discusión se inicia con la conversación de una pareja de actores que quieren interpretar Hamlet para vengarse del asesino de sus padres, ex criminal liberado de Punta Peuco, luego de la que consideran la mayor obra de teatro: el perdón en la misa de Navidad del año 2016. Como actores, en un sentido absolutamente identitario, consideran que el recurso teatral es el único lenguaje que conocen para hacer justicia, de modo que encuentran en el clásico los recursos para hacerlo. Planean vengarse a través de la actuación de Claudio, quien ha matado a su hermano, el antiguo rey y padre de Hamlet, para hacerse del trono. Saben que actualizar este clásico del teatro y la cultura a nuestro contexto es algo predecible, por lo que ellos mismos ironizan al respecto: “Todos los actores sueñan con hacer Hamlet alguna vez”.
Un elemento interesante de la puesta en escena es la utilización de pantallas. Los personajes, representantes de una generación digital, planean grabar su venganza y viralizarla por internet como el mayor acto de justicia. Las redes sociales ocupan un rol justiciero que la propia justicia no es capaz de administrar. Esto, sumado a las pantallas que utilizan, los celulares y proyecciones, otorgan una estética muy actual. Es decir, se trata de una actualización del clásico ya no sólo en términos del contexto narrado, sino también de los medios con los cuales se articula la narración. Otro elemento que sigue este sentido es el imaginario del padre del personaje, el viejo rey (aunque no se le menciona de esa forma), quien anuncia que en caso de no ser vengado habrá una marcha de muertos caminando por la Alameda y exigiendo justicia, en clara alusión a los diversos movimientos sociales.
Llama la atención que la obra se construya en base a afectos. Está el vínculo con el padre y el estado melancólico del personaje, tal como lo lee Freud en la versión original de la historia. Además, aparece el vínculo con otro hombre. Esto es algo persistente en las obras de la compañía Los Robinson: siempre hay otro hombre con el cual el protagonista articula la discusión central de la obra. Un otro que es, además, objeto de los afectos en la historia y personaje que debe validar las decisiones del protagonista.
En Operación Hamlet el protagonista tiene una pareja, de quien no sabemos el nombre, pero a quien llama Ofelia. Este personaje, si bien es presentado –tal como en el original– como pareja, no es un interlocutor en la presentación de los proyectos de Hamlet (que tampoco es su nombre real, pero que decide llamarse así en la obra, consciente de ser un personaje). Ofelia no articula tensiones afectivas con Hamlet, no es un personaje que presente una opinión distinta ni que condicione su cariño a un proyecto determinado; por la manera en que es narrada, más bien parece una mera proyección del protagonista.
El amigo abogado de Hamlet, a quien llama Horacio, es en cambio un verdadero interlocutor: con él negocia sus planes y afectos. Es un personaje que sin estar de acuerdo con el método elegido por su amigo para hacer justicia, sacrifica su visión moral de lo correcto por el afecto que le tiene. Hay aquí, finalmente, otro elemento que se reitera en otras obras de Los Robinson: el amigo o hermano (siempre otro hombre) con quien se generan afectos en el modo como se presenta la historia, más allá de lo que la misma historia declara.
Operación Hamlet
Dirección: Manuel Ortiz
Dramaturgia: Manuel Ortiz
Elenco: Rafael Contreras, Gonzalo Durán, Nicolás Fuentes y Andrea Vera Puz
Diseño de escenografía e iluminación: Marcelo Parada
Diseño de vestuario: Carola Chacón Zuloaga
Diseño gráfico y foto afiche: Eduardo Cerón
Universo Sonoro: Deby Kaufmann
Imágenes: Marcelo Ubilla
Fotografías: Juan José Parada
Asistente de dirección y de producción: Sebastián Caréz–Lorca
Prensa: Francisca Babul
Producción: Ana Laura Racz
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