Indignado por los cambios a última hora en el proyecto que crea el nuevo Ministerio de las Culturas, el académico de la Universidad Católica asegura que es un «proyecto menos participativo que el del ex ministro Cruz-Coke». Chiuminatto ‒representante de la sociedad civil ante la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam) y el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA)‒, asegura que el gobierno busca su aceptación cooptando con mayores recursos a los trabajadores de la cultura. Se siente estafado y pide que el Congreso investigue cuánto dinero se invirtió en un proceso participativo que califica como «una farsa».
¿Qué opinas respecto de lo que sucedió con el proyecto que crea el Ministerio de las Culturas y el paro de la Dibam? ¿Cuáles son las motivaciones para echar a la basura siete meses de discusión?
Por primera vez se están visualizando los efectos que puede tener el planteamiento de la participación ciudadana cuando no es reconocida, es decir, cuando se instala como una formalidad para hacer como que nos escuchan cuando en realidad después, en los documentos, no vamos a ser considerados. Evidenció lo que ocurría. Anfudibam está dentro de los funcionarios que siempre han discutido los borradores. No son meses de trabajo, son años. Los borradores vienen desde el año 2012 y se suponía que ahora iba a emanar uno nuevo, luego de la consulta indígena que duró un año y en la cual los funcionarios del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA) recorrieron todo Chile, trabajaron en todas las comunas, integrando a todas las etnias. Entonces, cuando uno lee que el ministro Ottone declara en La Tercera que este es un proyecto que nace desde cero y que tiene siete meses de reflexión, uno se pregunta: ¿de reflexión con quién?, porque la reflexión que se realizó los últimos cuatro años se realizó con los ciudadanos en asambleas públicas, yo fui, participé en ellas.
Cuando me preguntan por qué no estás de acuerdo, con las ansias que supuestamente tenemos de crear un ministerio, les digo: porque no tiene nada que ver con lo que gestores culturales, compañías de teatro, grupos sociales de lectura que participaron en las asambleas, conocieron. Aparece un documento de la nada y esa cuestión tiene un precio. Así como vamos, se va a crear un ministerio cada semana. Yo le llamo tapar el sol con un ministerio. ¿Por qué apurar la ley? ¿Por qué el ministro puede declararle a los funcionarios que vayan a hablar con el poder legislativo ‒que es allí donde se va a poder cambiar este documento‒, si teníamos creadas las instancias de participación democrática al interior del mismo CNCA, tal como lo dicen sus estatutos?
Si bien compartimos la crítica respeto de la participación, no entendemos los cambios. ¿Qué hay detrás? ¿Cuáles son los principales cambios al proyecto?
Tiene que ver con una cuestión estructural. Pasó de tener tres brazos ‒uno que tenía que ver con los fondos, uno con patrimonio y otro que tenía que ver con la Dibam‒ a fusionarse sólo en dos brazos, uno de fondos y otro de patrimonio. Yo no quiero que me digan por qué lo hicieron, sino para qué hicieron esto. Si lees el documento sustitutivo, te das cuenta de que hay gravísimas asimetrías y discordancias. En este nuevo modelo de pares todo lo que era Dibam pasa a la Subsecretaría del Patrimonio, pero resulta que el Fondo del Libro y la Promoción de la Lectura queda en Fondos, entonces puedo tener políticas de fomento que no tienen nada que ver con las políticas de la Dibam. ¿Cómo van a discutir, si resulta que además la Dibam desaparece al mismo momento que se crea el ministerio?
¿Qué te parece que la Dibam se desintegre? Se crean los consejos de museos, archivos y bibliotecas. Ya la Dibam como institución y sus jerarquías no existirá.
Es una vulgaridad deshacer una institución creada en 1929. Vienen los más jóvenes y desarman esta cuestión. El CNCA, que parte recién en el 2003 (los fondos partieron en el noventa y tanto), llega y se deshace de la institucionalidad de la Dibam. Es una modernización y dicen: “no te preocupes, todo va a quedar igual, vas a mantener tu escalafón de funcionario”. Sabemos que detrás de esta cuestión hay una noción epistemológica de cultura. En los antecedentes del documento sustitutivo, recién en la página 19 de los fundamentos aparece la educación artística, mencionada una sola vez en todo el documento de 95 páginas.
Apelo a la idea de que los ciudadanos nos hagamos escuchar por la comisión del parlamento, porque es la única instancia ‒ya lo declaró el ministro‒ donde podemos de alguna manera revertir un proceso en el que se están deshaciendo de años de discusión.
Cuando tú ves a todos esos intelectuales sentados detrás de la Presidenta de la República para el día de la firma, aplaudiendo sin haber leído el documento, te das cuenta que esto es una payasada, una especie de llamado a un respaldo sin cuestionamiento, y eso me genera horror, porque democracia no es ignorancia, no es solamente partidismo y decir: “tenemos que apoyar porque nosotros somos súper agradecidos de los 40 millones de dólares que se reparten de fondos para las artes”. No, seamos críticos también.
La gente no conoce el organigrama, el ministro hace presentaciones parciales, y resulta que la Dibam sale de un brazo que sale directamente de él: esa es la solución a la que están llegando ahora, tipo ley del mono.
¿Cómo hacemos consciente al espacio público de la gravedad de esto y ‒ como tú dices‒ de estas implicancias políticas futuras? Nos pueden pasar gato por liebre con la misma truculencia.
Todas estas discusiones fueron con papelógrafo, igual como están promocionando la discusión de la Constitución. Aquí el dueño del plumón es el dueño de la ley. El tipo que te dice: “gracias por haber venido y compartido, comámonos un sanguchito, tomémonos un café”, es la misma persona que va a redactar una cosa de la cual tú vas a quedar fuera. Como consejero, yo me siento estafado, y las personas con las cuales compartí en las asambleas sé que no van a reconocer nada en este documento. Resulta que ahora la estructura tiene una cuestión muy grave: es menos participativa que el proyecto de Luciano Cruz-Coke. Se nos dice a los que nos estamos oponiendo a esto que somos opositores a Michelle Bachelet o que estamos en una especie de traición, porque ese es el juego, están cooptando a las personas que de alguna manera participamos de un pensamiento antidictatorial en los años ochenta, diciéndote: “no seai mal agradecido, quédate callao”. Si leen la entrevista en el diario La Tercera, el ministro ‒ entre otras cosas‒ dice que van a crear 200 empleos en regiones, que se va a aumentar el presupuesto. Lo que te están diciendo es: “quédate calladito que te va a tocar”. La consciencia ciudadana no puede venderse. Como intelectual, como artista, a mí no me compran.
Considerando lo que dijo Boric respecto a que hay que sacarle la cresta al Congreso, ¿qué oportunidad hay de que el proyecto mejore en su paso por la Comisión de Cultura? ¿Habrá alguna instancia?
La comisión, directamente los diputados Farías y Roberto Poblete, plantearon un seminario para marzo donde podremos ser escuchados. Es muy importante. Esto es lo mismo como cuando detenían personas, que gritaban su nombre y su RUT en la calle. Esto es lo mismo. Hay que perder el miedo a gritar tu RUT en la calle.
Yo, Pablo Chiuminatto, académico de la Universidad Católica, soy testigo. Un poco como el final de la película Blade Runner, donde el androide dice: “yo he visto cosas que ustedes no podrían imaginar”, pues bien, yo he estado en cuatro convenciones nacionales con más de 200 personas traídas de todas las regiones para discutir estos documentos. La Cámara de Diputados tiene que investigar cuánto se gastó en esa farsa, porque si hoy nuestra participación no va a ser escuchada, como consejero, en representación de la sociedad civil, no puedo quedarme en mi casa y decir: “total, mañana participo en un par de proyectitos, nos ganamos un par de Fondart y nos quedamos callados. Si total, imagínate, cuando partió Michelle Bachelet habían cuarenta millones de dólares pa’ repartir y cuando termine van a haber ochenta”. No creo que eso sea bueno para la cultura, a esta altura, si este va a ser el precio que vamos a tener que pagar.
El lugar de Latinoamérica y el neoliberalismo
Dentro de la formulación de principios sobre la idea de cultura en el país, da la sensación de que hay una visión de territorio un poco aislada. Si bien es cierto que se menciona la pluralidad políticamente correcta ‒heredera de una retórica multicultural‒, falta una visión latinoamericana, integracionista. ¿Aún estamos al debe al momento de generar iniciativas que logren vincularnos con nuestro entorno continental? ¿Cuánta sur conciencia nos falta todavía?
Muchas gracias por la pregunta porque me permite lanzar una de las citas más hermosas que yo he leído nunca, y que es de un poeta chileno que falleció unos años atrás, que se llama Ignacio Balcells, y que dice: “Chile no es una isla, Chile es un archipiélago”. Esa imagen, que me parece tremendamente potente, nos permite pensar la posibilidad de integración. Efectivamente, el proyecto no tiene muchos rasgos de integración, no solamente latinoamericana, tampoco nacional. Gabriela Mistral lo decía: nos cuesta pensarnos desde la historia y la geografía en el pecho, como los europeos. Tenemos lo que me gusta llamar un nacionalismo asintomático, somos nacionalistas pero no lo revelamos.
El referente claro lo dice el ministro, dice que es el modelo mexicano. Yo creo que México es bien distinto a Chile, tiene una diversidad distinta a la nuestra, más integrada en el hecho, en la realidad: lo vemos patente. La integración en Chile es de transparencias, no de evidencias. Lo que me preocupa es la autoimagen que refleja. Para pensar una integración tienes que pensar quién eres tú, nos cuesta mucho pensar en lo que seríamos. ¿Somos? ¿Quiénes queremos ser? La cuestión es que los préstamos culturales son muy fuertes, y en ese sentido cuando pienso en el futuro de este ministerio, en la realidad creo que va a tener muchas dificultades de aplicación por el carácter desintegrado del país.
Parece contradictorio que no exista un énfasis en el fomento de lazos culturales con los países latinoamericanos. Se habla de internacionalización, pero sólo en términos comerciales y de distribución, pero en ningún momento dice Latinoamérica. Parece que lo que prima en cultura es el modelo económico.
Tienes un problema gravísimo no sólo de integración, en el sentido de imaginarnos nosotros en un mapa más grande, sino de micro mapas. La gente no está participando en algunas líneas de los fondos concursables, ¿y por qué? Porque las planillas Excel son reinas en el asunto, y porque el gobierno no puede generar espacios directamente liderados por ellos porque todo está basado en los fondos concursables. Eso no puede ser, tiene un límite. Tú no me puedes decir, por ejemplo, que la comuna de San José de Maipo no tiene biblioteca pública porque ellos no piden los fondos, y argumentar que eso se llama intervencionismo.
Ese es un tema polémico. Hay muchos que se quejan de que el CNCA, más que tener una política pública, es un administrador de platas.
Por supuesto. Ustedes hablan de la falta en el documento de la noción latinoamericana. Hay que separar. Una cosa son los antecedentes donde efectivamente se habla de lineamientos, y después viene directamente la ley, y ahí es muy difícil plantear ese tipo de cosas. La ley es un organigrama y por eso es tan importante ver el organigrama. Creo que hay que pelear por discutir el organigrama.
En la ley dice explícitamente que uno de los objetivos de este nuevo ministerio es «promover la inversión y donación privada en el ámbito cultural y patrimonial» ¿Eso estaba presente en proyectos anteriores o es algo que ha funcionado así y que se está haciendo explícito?
La donación no la tienes que imaginar como algunas de las donaciones que están recibiendo algunas personas cuestionadas en el tema del financiamiento político, tiene que ver con dónde va a quedar todo lo que vamos reuniendo como personas o como instituciones, y que esto tiene que tener un camino institucional en el sentido patrimonial. Es decir, así yo tenga una colección de botones, o tenga una colección de fotografías que yo creo es de mi familia, en realidad es del Estado, no es tuya, tú eres una parte de un proceso.
Quiero decir, no se trata sólo de criticar esto y decir: “yo me opongo”, sino de criticar para generar el espacio mental en las personas y decir: “la cuestión es más amplia que las lucas que necesitan los artistas para hacer sus cosas”. Es una cuestión mucho más compleja, estamos hablando de una red enorme de procesos. Al mismo tiempo, podríamos no sólo repensar en cómo se postula a esos fondos, sino también pensar en la retribución. De repente, yo veo que una compañía de danza se gana 19 millones de pesos para hacer una representación en el GAM, y mi pregunta es: ¿y en cuántas comunas más lo hacemos? Tú me puedes decir: “pero es que eso no es nada para una compañía de danza”. Pero entonces no la hagamos en el GAM, hagámosla en un estadio municipal en San Joaquín.
A propósito, hubo toda una polémica en la tanda de fondos anteriores por los 120 millones que se otorgaron a Corpartes para el desarrollo de actividades de educación artística. ¿Cuál es tu posición sobre ese tema?
A priori, no me preocupa apoyar una institución a la que pasas 120 millones, pero en realidad está poniendo mil 500, o sea, lo que estamos haciendo es cooperar en un diez por ciento. No me preocupa en ese sentido, a priori. El punto es que está pasando en Chile que personas que trabajan al interior del CNCA, una vez que conocen el sistema, están saliendo a formar sus propias empresas de producción y eso está generando un cambio en el ámbito.
Al mismo tiempo, tengo que reconocer que la inyección de 40 millones de dólares falsea bastante lo que nosotros llamamos cultura. El año 2013, en el último informe de Piñera entregado por el Seremi, se dice que al Teatro Municipal se le entregaron en los últimos cuatro años mil 400 millones de pesos. Yo pregunto: y eso ¿qué repercusión tiene en la cultura? Me responden: 20 mil niños vinieron al Teatro Municipal. Pero resulta que si voy con esos mil 200 millones de pesos puedo comprar muchas más que 20 mil entradas. Obviamente que la cuestión hay que pensarla de raíz, pero tal como en el caso del financiamiento de la política, a las maneras en cómo está llegando el CNCA para operar es ‒entre comillas‒ en el ámbito del “todos los hacemos”, ¿por qué no lo puedo hacer yo igual?
Sobre inversiones privadas. Complejo panorama con las mineras que invierten mucho en cultura, Santiago a Mil, Santiago en 100 palabras, FILSA. Sabemos que hay una exención de impuesto. ¿Por qué el Estado no se hace cargo de esas platas y las invierte en educación? Por qué hacemos toda esa vuelta con los capitales privados? Da la impresión de que sólo en enero hay cultura y después desaparece, porque el resto del año hay que trabajar, y como no tenemos plata para vacaciones, la cultura nos viene a visitar. Hay una gran ostentación y los auspiciadores son las mineras. ¿Cómo replantear esto estructuralmente, cómo financiamos la cultura sin que nos comprometa con estas grandes empresas privadas que además provocan daños medioambientales?
Antes de ir a ese punto, pondría el otro extremo: ¿qué pasa con toda una producción artística nacional que es validada por jueces que son artistas que te dan los financiamientos del Estado? Es como que Galileo Galilei le hubiese tratado de ir a vender sus proyectos a los científicos de la época. Nadie lo hubiese ayudado. Cuidado también, porque la idea de que tus pares son los que te validan económicamente para que puedas dar el vamos a tu proyecto me parece compleja. Tal vez por eso es que el arte chileno resalta tanto en el contexto internacional, porque estamos pasando todos por este filtro que tiene que ser el Estado para que nos apruebe los fondos.
Yo no tengo problemas con que la Minera Escondida y otras aporten a esto. Mi preocupación es la transparencia de toda esta cuestión. Si todos tenemos claro cuánto aportaron todos para todo, no tendría por qué oponerme radicalmente a que esos fondos lleguen a cultura. No creo que la división entre privados y dineros públicos sea la solución, creo más bien en una transparencia del modelo, porque insisto, los fondos son muchos.
Yo creo que realmente los fondos concursables son una deformación de lo que llamamos el mercado del arte en Chile. En los fondos que tienen líneas específicas se están inyectando 10 millones de dólares, como el audiovisual, el Fondo de la Música y el Fondo del Libro. Yo pregunto: ¿qué cosa une a esos tres fondos, que tienen ley propia? El que hecho de tener un mercado detrás. Y los que no, como las artes visuales, el folclore y la danza, no tenemos ley. Se están moviendo millones de dólares; no digo que esté mal que se produzca, pero hay una deformación producida por los fondos.
Quizás ya es momento, tal como pasó en educación, de cuestionar las formas de acceso a la cultura. Con el tiempo, hemos descubierto el lucro en la educación, pero en el campo de la cultura esa crítica no está. No está instalada la necesidad de superar el acceso y que no se trata sólo de cubrir los sectores vulnerables y recibir más subvención del Estado. Pareciera que también hay un abandono en el ámbito de la cultura.
No creo que sea abandono, creo que es un objetivo. Iría más allá, hay una acción. La acción es “saquemos una muñeca de 22 metros que se llama Pablo Neruda viene volando”. Yo digo que es la condena por lo que coleccionas. Él coleccionaba mascarones de proa y terminó convertido en una guagua gigante de papel maché. Es ofensiva esa noción de cultura, pero el tema no es seguir criticando, hay que seguir aportando para que eso cambie. Es importante cuestionar el acceso, pero también hay que cuestionar la forma en cómo llevamos programas que afecten la vida de las personas. Es imposible que pidas a una persona que presente un proyecto, a una señora que vive en Alhué, a tres horas de Santiago. ¿Cómo puede ser que le pidamos a esas personas que viven tan alejadas de la información dura con que se mueven estos proyectos que ellos mismos se auto produzcan? No me importa el mercado del gran arte, el gran teatro, a mí me importa la vida de las personas. Un dato que acabo de conocer: 11 millones de chilenos viven lejos de una biblioteca. A mí se me paran los pelos y digo: a esa gente tenemos que llevar cultura, no a los otros 6 millones que viven cerca de la cultura. A mí no me interesa echar a nadie del sistema, me interesa que todos se integren a la cultura.
Todo esto de los fondos y el ministerio es sintomático de una estructura macro que es el neoliberalismo, de eso hablamos. El problema es cómo se produce. ¿Cómo puedes hacer algo sin fondos concursables y Ley Valdés? ¿Este ministerio muestra una alternativa que no sea tan neoliberal como de ‘oye tú artista emprendedor trae tu proyecto y nosotros te damos plata, perro!?
Yo diría que es mucho peor que eso. Creo que hemos estado hablando de neoliberalismo, pero de neoliberalismo irracional. Lo que me produce más interés no es quitarle el sistema a las personas, sino que tratar de proponerles formas de poder integrarse al sistema, porque en este momento están fuera. Una de ellas es decirles: “tienes la ley”. ¿Por qué no buscamos redes? Esta ley no tiene incentivo al cooperativismo en ningún lugar. El cooperativismo existe en los lugares donde no existe un Consejo de la Cultura que regale 40 millones de dólares al año: Argentina, por ejemplo. El asociativismo es una cuestión que habría que fomentar. La cuestión es pensamiento crítico, es decir, mirar esta cuestión y darse cuenta que parece que es mejor que vaya a hablar con la señora del frente y nos juntemos todas las productoras de equis cosa y vayamos y tratemos de conseguir fondos. Pero tampoco el artista puede creer que lo van a financiar sólo por el hecho de decir: yo soy artista.
Para cerrar. ¿Qué te parece la gestión de Alejandra Serrano, del Botticelli que trajeron y para el cual gastaron un monto exorbitante? ¿Es un síntoma, un diagnóstico? Traer un cuadro muy caro en vez de apoyar la escena nacional. Es traer un cuadro para ir a sacarse la selfie.
Insisto. No es una cosa o la otra, pueden ser las dos. El tema es que en este momento la sensación es esa y te lo plantean así porque es lo mismo que hacen con la educación: es o gratis o calidad, elige, pero las dos cosas no las vas a poder tener. Eso es lo que hay que romper. Se pueden tener las dos cosas, Chile no es un país pobre. Por supuesto que estoy en desacuerdo con la ley que lleva el financiamiento a las fuerzas militares, eso me parece grosero, y que se lleve un presupuesto que es infinitamente superior a lo que podríamos tener en cultura o en educación, y el país sería otro. Tenemos que luchar por que sean las dos. Si hay que quitar plata en Defensa, quitamos plata en Defensa. Probemos, si con el otro sistema no nos ha funcionado durante los últimos 40 años.
Perfil del autor/a:
Un análisis real y carente de interes político, la cultura merece un lugar importante para formar conciencia y riqueza interior. La cultura no debe ser un bien mercantilista.
Felicitaciones por presentar esta entrevista que enriquece y va a lo medular, no deseo decir radical porque este termino asusta a muchos en estos días.