/ por La Raza
Cada mes es una ciudad. Un espacio marcado por una pausada palpitación interna de tiempo. Cada mes también es un monstruo. Uno que arrasa su propia ciudad a manotazos, para asegurar que su presencia no sea idéntica a la anterior. Abril, por ejemplo, es un distrito cubierto de esporádicos nubarrones grises, de hojas que se desprenden con cierta indecisión de los árboles, y de un caprichoso olor a lluvia que en cuanto se asoma desaparece. En esa cíclica urbe los retoños de marihuana perfuman cada callejón, cada esquina, cada pequeña zanja que cruza las avenidas del mes. Los monstruos, sin embargo, aplastan con sus terribles pezuñas las edificaciones más prominentes, hasta volverlas irreconocibles escombros, obligando a la ciudad a reconstruirse constantemente. Pero no hay nada de qué preocuparse. Porque el día en que un mes no construya una pequeña civilización alrededor de su monstruo, la misma concepción de día no tendrá ya más sentido. Un mes, después de todo, puede ser, y es, una ciudad monstruosa que aguarda su inminente demolición. A la espera del implacable advenimiento de su sucesora.
Abril/atril, Abril/mandril, Abril/barril, Abril /marfil, Abril, cogollos mil. No hay necesidad de negarlo. La raza cómica (agónica, monzónica) tiene cierta inclinación por la rima (encina, sardina). Por eso este mes quiere dedicarse a explorar sin vértigo las rutas aéreas que abre la bendita macoña. Desde el sencillo regusto que provoca mirarse la cara en el espejo y entender impávido las secretas anomalías del reflejo, hasta la hilarante rutina de experimentar el paso del tiempo en la superficie de las cosas (presenciar su casi imperceptible incidencia en la delgada techumbre de una caja de fósforos, puede llegar a ser un espectáculo fascinante). Pero odiamos la apología por la apología. Y cuando pensamos en la marihuana, aparte de la casi instantánea salivación cerebral que nos provoca, nos pasa que nuestro aeroplano de papelillo pierde altura, y se estrella de forma trágica contra el macizo muro de la legislación. Por eso nuestra revista apuesta por la discusión en torno a la despenalización.
Quisiéramos cuestionar, por ejemplo, la base argumentativa que distingue el uso de cannabis al de la desenfrenada comercialización llevada a cabo por los grandes conglomerados farmacéuticos, hasta el punto de establecer un marco punitivo para una y otorgar plenas garantías para la otra. De igual modo deseamos abrir el espacio para indagar todo tipo de experiencias (las buenas, las malas, o las etéreas) de tal manera que desde el análisis sensorial podamos avanzar hasta una lectura social del uso medicinal y recreativo de la marihuana en nuestra región. Por eso damos la bienvenida: el pase y póngasecómodosiénteseaquí(-ahí tiene el moledor) para discutir sobre tráfico, auto cultivo, usos terapéuticos, formas originales de llegar a fin de mes, inauditos diálogos con objetos inanimados, o ya en situación, pegarse un salto lisérgico y explorar otros medios de salir a machetearle visiones a los dioses del humo, y acceder a los inconmensurables y ancestrales dominios del yagé o la ayahuasca (ahí sí que hasta los Kaiser se ponen latinoamericanos). En síntesis, cualquier tópico que movilice la frondosa imaginación de nuestros colaboradores conocidos y por conocer. De cualquier modo, más tarde, todos tendremos que salir a cazar las afiebradas cebras del bajón, sin más armas que un par de brazos laxos y dos pupilas rodeadas de matojos colorados.
Por otro lado, (que no es más que una cara distinta de la misma figura) la geometría social es implacable. La Raza grita fuerte y claro este mes: A la calle los mirones. Porque en nuestra revista también pensamos en un abril que se vislumbra estudiantil (sí, otra rima, no diga que no le advertimos) mes de calles húmedas con olor a prensao (no ponga na esa cara, el que le haya hecho asco que tire el primer cogollo), mes que -dicen- es del libro y la lectura. Un tal Shakespeare y un tal Cervantes, que, dicho sea de paso, sabían de sobra acerca de la potencia creativa del hachís, están de aniversario durante esta ciudadela de muros monstruosos. Todo esfuerzo en esa línea será bienvenido.
Para concluir, por más que abril insista en su falso derecho a ser un mes independiente, sabemos muy bien que lastra un puñado de acontecimientos heredados de marzo; esa bestia inclemente y extensa. De esas recientes estancias, quisiésemos destacar el histórico arribo del presidente gringo a la isla de Cuba, como preludio a una posible apertura económica. Las implicancias de este futuro acuerdo, sus esperanzas, sus asperezas, y todo lo que significa el reviro hacia los tratos con el imperio, es otro de los ejes que sumamos al análisis. De esa forma despenalización y desbloqueo convergen prefijos en esta editorial escrita en los discretos humores de otoño.
Perfil del autor/a:
La raza