/ por Juan San Cristóbal
Yellow Moon es una distro cuyo catálogo va al extremo con vinilos que reeditan joyas ocultas de la sicodelia, también algunos aciertos europeos y el descubrimiento del punk lo-fi en Oceanía. Vanguardia sonora que ha encontrado en este formato un refugio físico.
Su festival es un complemento en vivo con los nombres más cercanos a la experimentación y la lisergia, una curatoría de nuevas bandas, un sonido inédito en un sábado completo: música, conversación y contexto. En su cuarta versión, ya el oficio despliega una coordinación autogestionada sin cabos sueltos.
El Centro Icone es otro dato. Una casa en Recoleta, detrás de los cementerios. Hacia fuera exhibe un suelo y un cielo ajenos al Santiago central, con el Costanera Center atravesando el cerro San Cristóbal en evidencia de una vejación urbana. El arte de Luciano Ahumada, el anfitrión, recoge esa experiencia fúnebre con especial humanidad; el refugio de un maestro de la escultura de mausoleos como espacio abierto a estas ideas.
A continuación, una foto movida de algo que está pasando.
El Sonido
En el párrafo largo, destinado a la música, encontramos un sonido predominante de BYM Records, sellado con Föllakzoid como banda sorpresa, pero que temprano comenzó con L.O.G., un grupo que bien podría sintetizar este sello local. Velocidad a veces, otras, un lisérgico blues siguiendo la huella de Cindy Sisters o Hell Gang.
Otras bandas que pasaron por el escenario ‘grande’ son Vago Sagrado, un trío que le da otra vuelta al stoner, además de Special Cases, el proyecto de Guambo. Mención especial es la visita de Yama Sun, el dúo de Ivy y Ceci –ambos en Nairobi y Las Kellies respectivamente-, forjadores del sello Crang en Argentina. También escuchamos el free rock de Glass Box, de Brasil, un horizonte continental a la mencionada curatoría.
En el otro escenario, el dúo Fulin Lawen sorprendió en su concentración a la hora de interpretar en vivo un binomio de teclados y secuencias que transportan a un espacio, entre hipnótico e improvisado, que supo atrapar a sus oyentes. Alto viaje logrado por esta banda. Un ejercicio similar es lo de Glorias Navales, trío que reinterpreta las bases acústicas del folclore para un ejercicio libre de ejecución.
De este escenario hay que señalar a Violencia Colonial, proyecto de Pancho Cale, quien entre samples y ecos esboza cierta cartografía global del ritmo primario. Su ejecución de guitarra fue un crudo riesgo que logró el propósito, pero hay trabajo en curso en las máquinas para procesar el mensaje. No puedo cerrar sin nombrar a Oso El Roto, una propuesta de arte-rap que no deja indiferentes. Mención aparte para el espacio entre bandas con la selección de JMSZ61 en las tornamesas, una alta investigación que pueden apreciar en el programa “Lucha de Clases”, de Radio Valentín Letelier.
Este festival bien resume los propósitos de la autogestión. No gastaremos retórica en sonidos que en cada tocata van mutando, sobre todo de bandas que empiezan. Es la experiencia de arriesgarse la que deja un valor en la experiencia. Siempre hay algo por venir, algo nuevo que descubrir en la música, y esa es la apuesta de Yellow Moon Records.
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La raza