Señales de ruta (2000) de Tevo Díaz es una película documental que se propone reconstruir la imagen del poeta viñamarino Juan Luís Martínez a partir de un ejercicio de indagación en parte de su obra poética. Lo interesante, justamente, es que la película, más que explicar desde la mirada experta la compleja obra de JLM (con el fin de divulgarla, supongamos), utiliza una estrategia contraria a esa lógica, consistente en tomar la poética misma del autor como punto de partida para experimentar con las posibilidades poéticas del lenguaje cinematográfico. Así, el acierto de Díaz radica, precisamente, en haberse acercado a la sensibilidad poética de Martínez con una actitud receptiva y, sobre todo, en haber construido un film que está en abierto diálogo con su objeto de exploración.
Del mismo modo que JLM concebía la escritura poética como una operación de reciclaje de recursos y significantes (según la técnica del collage surrealista), notamos de inmediato el carácter diverso de los elementos a los que recurre el documental para su fabricación: relatos en off, imágenes de archivo, incrustaciones gráficas, música incidental, entrevistas con poetas (Armando Uribe y Volodia Teitelboim salen al baile) y también situaciones puestas en escena. Recursos todos que, además, son utilizados con gran libertad, estableciendo constantes cruces entre palabra escrita, sonido e imagen que dan al filme un carácter polifónico y multiforme, construido a partir de la confrontación de niveles y voces que ponen en contradicho y tensionan la continuidad natural del discurso.
Otro ejemplo de esto son un par de escenas propuestas como breves interludios que se articulan en base a fragmentos de los libros de JLM y que buscan extrañar la percepción del espectador. Momentos donde la película, al igual que la poesía de Martínez, cuestiona e indaga en la noción de realidad –“todo es real”, sostiene uno de estos interludios, mientras otro, casi al mismo tiempo, anuncia precisamente lo contrario. Cierra estas secuencias una lúdica puesta en escena articulada desde un montaje dinámico que juega con la discontinuidad y la repetición. En el living de una casa: un hombre, su hijo y sus mascotas. Cada corte desplaza abruptamente los cuerpos por el espacio, haciéndolos aparecer y desaparecer aquí y allá, como si se tratase de hologramas jugando a las escondidas.
El film afirma: nada es real. Y lo afirma en pajarístico.
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