/ por Paula Pardo
Fotos: Francisco Mondaca
Durante casi un año, Cecilia Mur y compañía, viajaron por tierra desde México a Argentina compilando carteles que combinaran arte y política. De regreso en Buenos Aires, con el material reunido montaron la exposición «Barricadas Gráficas», el mismo día que Macri asumió la presidencia. Con parte de ese material enrollado bajo el brazo –una mixtura de estilos, discursos y consignas– vino hasta Santiago para compartir su trabajo en el Primer Encuentro de Arte Callejero Feminista. Cecilia participó del conversatorio de artes gráficas “¿Por qué en la calle?” y luego fue parte de una salida a terreno con la brigada. Al día siguiente, con el mismo rollo bajo el brazo, nos juntamos en la Plaza de Armas a conversar sobre la gráfica como herramienta de lucha en el continente. Esto salió.
Partamos hablando del viaje. ¿Dónde estuvieron? ¿Qué aprendizajes y experiencias sacan de esta travesía norte-sur?
Nosotros empezamos el viaje por el DF, por México, y de ahí nuestro objetivo fue bajar por tierra siempre que fuera posible. Y así fue. En el DF hicimos nuestro primer contacto gráfico, que fue con la escuela de los mártires del 68, que es una escuela que a su vez es núcleo de hartos colectivos y colectivas, por lo que fue una entrada más o menos fácil para enredarnos con otras experiencias. De ahí nos fuimos a Oaxaca, a una actividad en contra una minera que se quería instalar en una población indígena, ahí compartimos la primera instancia de serigrafía en el espacio público. Ya de ahí bajamos a Chiapas, desde ahí estuvimos vinculándonos con otras gráficas. Fue esa experiencia la que hizo que se montara «Barricadas Gráficas”, porque aprendimos un montón de la dinámica de trabajo, de la serigrafía como modo de vida, de talleres que se autofinancian y que por medio de los cuales la gente puede vivir con autonomía, en su hacer y decir.
Con este taller en particular, que se llama “Gráfica de Lucha”, fue con el que nos sentimos más empáticas pues teníamos formas de trabajar parecidas. Por aquí pasa mucha gente, pasan colectivas, pasan diferentes agrupaciones y, bueno, nos facilitaron muchísimo la bajada. Ya en Centroamérica se nos dificultó un poco la cuestión de enredarnos con otras organizaciones, porque no conocíamos a tanta gente y la verdad es que no nos daba como para meternos en territorios.Los códigos son diferentes.
¿Cómo fueron recopilando el material? ¿Qué tipo de muros se encontraron?
Sí, o sea, la idea era que nosotros estábamos en una gráfica. En esa gráfica nos quedábamos aportando un tiempo a las necesidades de esos espacios, de la gente, de la población, como para donde fuésemos o donde nos convocasen, y de ahí generalmente ya saltábamos a otro lugar. Como que no teníamos una ruta predefinida. Lo único que sabíamos era que íbamos al DF y que de ahí nos íbamos a trabajar. Tampoco teníamos tiempo de quedarnos en ningún lugar. La idea era plantearnos unos objetivos, según las necesidades de cada lugar, y de ahí íbamos cumpliéndolos y ya de ahí seguíamos bajando.
En particular, México me pareció muy interesante. La relación de las personas con la gráfica, como que la tienen muy incorporada, entonces está muy naturalizada la cuestión de transmitir desde lo simbólico y se ve como muy claro en los murales de personajes históricos como Diego Rivera o José Orozco. Mas allá de que se coincida o no políticamente, hay un trabajo ahí con la gente muy interesante, porque es en espacios públicos, en las universidades, en la calle. Además, hay colectivos todo el tiempo repensando el qué decir. Pasa mucho que las personas que van a estudiar a la ciudad se vuelven a sus comunidades con estas herramientas, eso también me pareció súper interesante. Esto de que hay una necesidad, y yo voy y la comunico en el espacio público. Por ejemplo, la agrupación de mujeres «Grabando Resistencia»(que son de la escuela del DF) hacen una convocatoria anual con la consigna “Vivas nos queremos” y en base a esto se van sumando luchas en particular, por ejemplo la visibilización de femicidios. Generalmente son unas 20 imágenes las que salen a la calle. La técnica es mixta. Primero trabajan en grabado y luego se imprime en offset para su distribución.
Luego, en Colombia, cambió el quehacer en la gráfica, porque hay harta apropiación de la calle, por lo menos, eso fue lo que vimos nosotros, pero más tal vez desde el mural, desde el grafiti. No vimos tantos carteles. Por ahí sí en el uso de la comunicación intracolectiva o como reparto de material de reciprocidad. De ahí ya nos fuimos para Ecuador, Perú, Bolivia y entramos por Argentina.
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¿Qué luchas y demandas encontraron durante el viaje? Seguro hay similitudes entre nuestros pueblos, ¿pero qué diferencias encontraron?
México es un caso bastante particular, pareciera ser un laboratorio de ensayo de todo lo que están queriendo que pase después en todo Latinoamérica. Visibilizar toda esta cuestión de que no hay una diferenciación entre el Estado, el narco y el paramilitarismo, que está todo junto porque es el mismo poder…. eso fue fuerte. Esta estructura está muy clara allá, como también hay claros procesos de autonomía y resistencia muy contundentes.
Lo interesante de los encuentros que vivimos fue que, a medida que iba creciendo este archivo colectivo –que fue fruto de la reciprocidad–, nosotros donde llegábamos lo íbamos troncando. La gente también compartía su material, muchas veces entregando más de una copia, y ese afiche extra, si estábamos en un espacio que lo necesitara por la temática, se pasaba, se colgaba en la calle o se reimprimía, y funcionaba de igual manera, pues se empezaba a ver que las temáticas se iban repitiendo.
Esto terminó definiendo lo que sería la exposición. Nos estructuró los ejes que fueron extractivismo, lucha de mujeres, medios de comunicación alternativa, procesos de autonomía y lucha estudiantil. De los diferentes países por los que íbamos pasando, teníamos material gráfico de estas temáticas. Como que se evidenciaba de manera gráfica que la violencia de este sistema nos pega a todos por igual.
¿Qué tan utilizada es la serigrafía como herramienta de lucha y propaganda en los países que visitaron? ¿Qué otras técnicas son frecuentes en las calles?
La serigrafía estaba todo el tiempo como un oficio que empoderaba a las personas. Me parece que la serigrafía lo que te posibilita es armarte con muy poco material un taller, y si es colectivo siempre es mejor. Poder sacar y decir lo que pasa en un momento, y no estar dependiendo de una imprenta. Sin desmerecer ninguna otra técnica, la inmediatez de la serigrafía es contundente y eso, como formación gráfica política, es increíble.
¿Hay diferencias en la represión y persecución para quienes intervienen los muros?
A nosotros nunca nos pasó nada, también porque hay un trabajo organizado al momento de salir a pegar, como nuestra salida de ayer. No es una cuestión de ir a llamar la atención, sino todo lo contrario, de perfil bajo, porque es lo que te va a asegurar que vas a poder seguir viajando, pegando y trabajando de la misma manera, y eso fue un poco lo que nos pasaba en el viaje. Montar en alguna red social, en este caso Facebook, sólo lo hicimos cuando terminamos el viaje, porque puedes exponer a esas personas que te están recibiendo, con las que estás haciendo un encuentro. Dependía mucho del lugar. Si ellos sacaban sus cámaras y hacían un registro y lo permitían sí, pero habían otros lugares donde nos dijeron que no, y también lo respetamos y aprendimos mucho. Porque acá al sur pensamos que no pasa nada y que todo es como un cuento y no. Todo el mundo está fichado, saben dónde vivís y con quién te vas a relacionar. En lugares donde está más heavy la cosa, por cosas así terminas exponiendo a esos compañeros y compañeras.
Al volver a Argentina, montan la instalación de “Barricadas Gráficas”; cuéntame de las razones para terminar así este viaje.
Es como el cierre y el inicio. Nosotros salimos en agosto del 2014 y llegamos en julio del 2015, es decir, casi un año. Tuvimos mucho tiempo para conectarnos con las personas que fueron “arte correo”, porque salimos de México con diez kilos de papel, sino más, entonces, a medida que íbamos bajando, iba aumentando, aumentando y aumentando. Ya en un momento, por Nicaragua, no podíamos seguir cruzando el continente con esa cantidad de material. Nos pasó que íbamos conociendo personas en diferentes espacios que nos decían “voy a Buenos Aires” y entonces les íbamos soltando de tres o cuatro kilos de afiches y sabíamos que eso ya estaba seguro. Juntamos como 300 afiches, más fanzines, más fichetas, más material de lectura que nos dieron. Cuando llegamos estuvimos como tres meses buscando a esas personas. Muchos no sabían lo que habían traído, entonces cuando nos juntamos y les mostrábamos se ponían muy felices,eufóricas y eufóricos de participar de todo eso, porque la verdad es que hubiese sido algo trunco sin su ayuda. Después nos dedicamos a organizar el material por las temáticas, que surgieron solas. No es que las pensamos, iban floreciendo a medida que íbamos bajando e íbamos viendo todas las situaciones que estaban ahí. Después se nos sumó una amiga que se llama Nati Revale, porque ella también es media viajera y está en proceso de colectivos gráficos. Juntamos por ahí para completar material de algunos países que no teníamos en ese eje. La fecha de la inauguración decidimos que fuera cuando asumió el presidente electo Mauricio Macri, por una cuestión simbólica. Eso fue interesante.
Háblame un poco de “AbyaYala”. En Argentina, ¿qué pega hacen?
Bueno, hoy día estamos levantando el taller. Nosotros estamos en un espacio que se llama La Casona de Flores, que hoy está teniendo algunos problemas a nivel de espacio. Hay que ponerle muchas manos, mucha fuerza. La venta solidaria que hicimos en la exposición, bueno, todo fue autogestionado, no recibimos plata de nadie para hacer la exposición, ni para imprimir, ni nada.Osea, fuerza y reciprocidad, así se cubrió lo que fue la exposición. Y también con esa plata empezamos a comprar materiales para el taller. Hoy lo que estamos haciendo es hacer funcionar ese espacio con diferentes actividades, y ahora con el material y con el taller parado. La idea es empezar a hacer capacitaciones, de lo que aprendimos del oficio para que hayan multiplicadores de serigrafía. Eso también fue muy importante en el viaje, en parte previa en Brasil y ahora también en Argentina, es decir, no generar dependencia sino que como colectivo tengamos la conciencia de formar en ese oficio y que este empodere a otras personas y empodere la voz de esas personas, sino siempre queda trunco. Vos te llevas la mejor parte. La mejor experiencia que es que fuiste a un lugar, conociste gente, te abren la puerta de la casa y vos llevas los materiales o no; pero si vos te vas de ese espacio y la gente no se empoderó con la serigrafía o con lo que vayas a compartir, generaste dependencia y estamos completamente en contra de eso.
¿Qué significó para ti venir al “Primer encuentro de arte callejero feminista”? ¿Con qué apreciación te vas de Chile respecto al arte callejero y el feminismo?
Me sorprendí muchísimo del encuentro y del nivel de organización. Primero pensé que iba a hacer algo más chico, por la cuestión de ser un encuentro, pero fue con muchos talleres y conversatorios. Creo que cumplió con el objetivo de juntarnos y eso fue muy importante. Por lo menos yo sentí que, como Brigada, las chicas tenían muy en claro que era para enredarnos y a partir de ahí comenzar a construir. Eso rescato mucho de la Brigada de Propaganda Feminista, no imponer una perspectiva, porque dentro del feminismo hay millones de feminismos y todas lo construimos de maneras diferentes y está bien. Proponer un espacio de encuentro, eso me parece súper sano y constructivo, porque hoy en día cuando se plantea algún tipo de actividad como que ya se impone una lógica y eso, en vez de movernos o de juntarnos, nos termina separando. Conocí experiencias muy interesantes, principalmente la de las chicas, que son un montón y están así como súper avispadas. Cómo se plantean el uso de la calle, la pegatinada, me parece que está bastante aceitado, las fechas en las que salen, etc. Por ahí una de las preguntas que salieron en el encuentro fue… bueno, está bien salir en esas fechas, pero ahora cómo haces para descentralizar esto de Santiago y para que hayan otras mujeres que se empoderen también con la serigrafía y tengan voz en otros espacios. Porque es lo mismo que nos pasó a nosotros como gráfica. Es como un sí, lo que haces está bien, lo estás comunicando muy bien y te estás apropiando de este oficio, pero ¿y las personas que las necesitan no? Entonces hay que insistir en eso. Creo que me voy con muchas preguntas más que con alguna respuesta y, bueno, con la certeza de que hay que organizarse y trabajar así, en redes.
¿Algún trabajo que hayas visto en Chile que quisieras destacar?
Me pareció que a nivel comunicacional tenían muy en claro las ideas y que esto se reflejaba en la gráfica, en las mismas temáticas que trabajamos en el taller de serigrafía en el encuentro, como hablar de acoso callejero, de autodefensa, de sororidad e ir en contra de la publicidad. Eso que me pareció muy incorporado y, de hecho, las chicas que participaron en el taller que hicimos junto a la Brigada de Propaganda Feminista, donde no todas venían de algún tipo de formación política feminista, como que lo podían contar con sus palabras del cotidiano, que fue muy contundente y bueno. Por ahí las chicas que ya venían de otros procesos, tampoco ninguna quiso ni complejizar a partir de algún concepto, ni imponer su punto de vista y eso me parece súper respetable, porque es una invitación constante, sororidad completa. Y luego del pegatineo que se vivió ayer, todas muy claras, mucha tranquilidad, todas sabíamos a lo que íbamos. Sí me parece que acá en Santiago, que es lo que particularmente estoy conociendo, el uso de la calle es completamente diferente.Está muy diseñado de parte de la transitabilidad y ya hay una represión inmediata que… bueno, justo hoy en la marcha de la educación, por ejemplo, hay claramente una cuestión de “este es tu límite y hasta acá llega tu espacio”; y bueno, como mujeres ese límite lo tenemos mucho más marcado.
¿Allá no es así?
O sea, claro que hay represión, pero creo que el espacio público está más adueñado por las personas. Allá claramente el camino no lo marcan ni los partidos políticos, ni la policía. Por lo menos, siento que nadie respeta a la policía y está muy claro que a la primera te la van a dar. Y creo que acá también hay esa claridad, pero sí, sentí que los espacios están mucho más diseñados, la transitabilidad, como tenés que vivir vos en la ciudad, lo que podes hacer y lo que no podes hacer, etc.
Sí, acá esta brígido. De hecho, la marcha como acto en sí está súper naturalizado.Tú vas a hacer tu acto de manifestarte, marchas, gritas y te vas para la casa, y te vas un poco contento de lo que hiciste ahí…
Bueno, eso también son procesos que nos preguntamos allá. Hay que salir a la calle, es nuestra, pero hasta qué punto…o sea, nos están esperando, nos dejan que marchemos, pegatinemos un par de cosas y rompamos un par de vidrios; nos agarremos un poco a trompadas y después nos volvemos a nuestras casas súper felices, así como ‘ah bueno cumplí con mi militancia’. Y los tipos siguen ahí, detrás de sus sillones, manejando y moviendo todos los hilos. Claramente, el espacio es la calle. Es nuestra, pero me parece que también tiene que haber una reflexión constante y concreta de las cosas que hacemos, porque si no creo que hay una cristalización de los accionares y claramente este sistema capitalista y patriarcal que nos violenta por todas partes está quince pasos más allá que nosotros. En Argentina lo estamos viendo y pensando. Bueno, de alguna forma u otra, que Macri esté hoy en el poder también es un devenir del 2001, que tal vez no supimos construir. Otra vez toda esa lucha que bueno… ya lo sabemos, pasaron un montón de años que el kirchnerismo cortó toda esa fuerza. Los kirchneristas dirán que no, que se avanzó, pero para qué entrar en ese debate. Hay algo en el terreno que se trabajó para que hoy esté el macrismo. Entonces, las formas que tenemos de contestar a eso no afectan realmente, hay algo que tenemos que repensar sobre esa situación y desde ahí hay una cuestión de cómo recuperamos el imaginario.
Tenemos que estar pensando todo el tiempo eso.
Para cerrar, ¿cómo evalúas lo que está pasando en Latinoamérica respecto al arte y la comunicación, y su relación con los movimientos sociales?
Creo que hay cuestiones muy auténticas a nivel gráfico, de auto formación gráfica dentro los movimientos, de colectivas y colectivos y de diferentes expresiones. Por ahí no desde una imagen inmediata, pero sí sacar a viva voz, desde el stencil o de la serigrafía instantánea, un mensaje que salga a la calle y que ese ejercicio se comience a trabajar y sea un ejercicio cotidiano. Se empieza a ver como una búsqueda, de llevar la imagen a otro imaginario, unas imágenes que no tengan que ver con lo que ya estamos acostumbrados a ver en la vía publica; cómo resolver desde otro lugar el mensaje y el lenguaje, así se va complejizando de a poco, de una forma u otra.
A niveles estéticos, veo cosas maravillosas. En el viaje vimos cosas que nos sorprendieron un montón, soluciones que en quince minutos tenían que ya salir a la calle. Muchas cosas para decir en varios lugares al mismo tiempo y me parece que esa es como la autenticidad, es como decir “no cuelgo porque una imagen sea bonita, porque lo bonito no me resuelve nada”, sino salir y hacer que esa imagen este ahí. Porque la publicidad está ahí, nos bombardea todo el tiempo y eso también es una constante de México para abajo. Todo el tiempo nos están diciendo cómo tenemos que consumir, cómo tenemos que ser, qué cuerpos tenemos que tener las mujeres, qué cosas van a consumir los hombres para poder tener ese tipo de mujeres que nos dicen que tenemos que ser, etc. Entonces esa es como una constante, cosas más o cosas menos, pero es una constante. Me parece que la respuesta a eso desde nuestra parte es un ejercicio que se termina encaminando hacia lenguajes gráficos interesantes. Por ejemplo, creo que la herramienta que trabajan en el Taller de Serigrafía Instantánea te permite un tipo de lenguaje que lo fotograbado no te va a dar. Entonces ya no se está trabajando con fotografías, se está trabajando un nivel más sutil del stencil en papel que te permite un montón de cosas, que eso ya genera un lenguaje que es rápidamente asociado con el trabajo. Y así con cada cosa. Entonces apropiarse de herramientas me parece que te permite desenvolver esos universos. También es muy interesante cuando pasa esta cuestión de copiar y pegar, porque vos compartís una imagen y esa imagen se vuelve a vos con una frase cambiada o intervenida, o lo que fuere, y ya se transformó. Y está bien eso, porque eso la va a ser más efectiva en el lugar donde se la están apropiando.
Me parece que vamos aprendiendo en este enredarnos desde lo gráfico también.
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[Fotos] Francisco Mondaca – http://noctografias.tumblr.com/
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