/ por Ciudadano a pie
¿Por qué nos cagan?
Desde el dueño de kiosco que si puede birlar uno, cinco o diez pesos, sentirá que es más vivo. El taxista que frena con insistencia el auto, cae en todas las rojas y se interna feliz en un taco para después cobrarte, digamos, luca de más. El dependiente(a), empleado(a), cajero(a), guardia al que no le has agradado o que simplemente en su desidia diaria exprime su pequeña cuota de poder para manejar los ritmos de atención en la empresa-servicio-conglomerado-transnacional que hace perder el tiempo, el poco dinero, la paciencia y, a veces, hasta la dignidad.
Ni hablar de lo ocurrido hace un par de domingos atrás, con gente repletando las calles de las ciudades para exigir el fin del gran negocio emblema de la sociedad de libre mercado germinado en este territorio. Ese que esquilma a niveles macro, con pensiones de hambre versus los pingües beneficios para directorios y controladores cuyos apellidos vinosos se repiten en toda SA que sea parte de los eventos top de la CPC y la Sofofa.
Pese a la majadería, es bueno volver a recordar que desde hace treinta y seis años, un nuevo rayado de cancha social fue impuesta en toque de queda. La mayoría, hija pródiga de esa reglamentación, mantiene la conducta de la rata de laboratorio: maltratada, dopada, ignorante y temerosa de sus desdichas.
Hagan este ejercicio: imaginen a Pinochet de obediente caporal junto a Merino, Leigh y Mendoza. Ellos, llamados a restablecer el orden a base de miedo, se convirtieron en los capataces a cargo de las millones de hectáreas que comprenden este predio encerrado entre la cordillera y el mar. Mientras tanto, los civiles representantes de la minoritaria y pudiente base que sustentaba a los brutos al mando, seguía asistiendo con regularidad a misa –haciendo la vista gorda o, incluso, declamando con orgullo patriotero, lo merecido que se tenían los muertos de estarlo… ¡y que debieran ser más!
Fue en las discusiones de fondo entre los iluminados de esa particular élite que decantó la administración de la nueva patria en manos de los llamados gremialistas y en desmedro de los nacionalistas ex patria y libertad. También ahí, una tropa de megalómanos llegados de Harvard con el ladrillo bajo el brazo, trazó a sus anchas el nuevo sistema socio-económico que conculcaba antiguos derechos por prestaciones de servicio (mejores o peores dependiendo del poder adquisitivo de cada cual), enarbolando la bandera de la libre competencia en una tierra de monopolio. Adivinen ustedes, caros lectores, sin importar el gráfico o índice que les muestren, quiénes eran los beneficiados.
Eso, entre fines de los setenta y principios de los ochenta.
Lo que siguió fueron los años de “Constitución de la libertad”, PEM y POJ, recesión-represión; de un penal perdido en el mundial y la condonación grosera de deuda al banco del adalid de la desinformación que, por ese entonces también, titulaba con exterminio de ratones o chicas guapas violadas que devolvía el mar.
Fue en esos tiempos, el momento oportuno para ver nacer a una nueva raza rapaz de especuladores, entre cuyos más conspicuos miembros se puede mencionar a un ex presidente y próximo candidato. Un controlador de cascadas, (literalmente) dueño del litio producido en los loteos del norte y que antes fuera yerno de… Y bueno, para terminar la trinidad (lamentamos no sumar a más de una docena de personajes que también se nos ocurre, pues la fauna rapaz en Chile se ha acrecentado con los años); incluiremos a un chispita (pero lleno de chispeza); ex empleado, gerente, controlador, accionista que terminó siendo mayoritario (muy bien informado); que se hizo de gran fortuna a costa de cientos de pequeños accionistas a los que, como popularmente se diría hoy, les hizo un tepaseo bursátil.
Todo en esos días de fines de la revolución silenciosa, nacida del imaginario de Joaquín Lavín, editor del economía y negocios. Un par de años antes de deleitarnos con tanta candidatura-caricatura que se extiende a nuestros días.
En fin, en fin. Lo que me gustaría concluir luego de todo este devaneo, es que la clase dirigente-dominante (centro izquierda, centro acomodaticio, derecha fáctica), empotada de granjerías y privilegios, administró con rigor y vigiló con celo devoto este modelo legado en estos 26 años, relegando la convicción por el interés particular. Que queda en evidencia, más allá de claros cambios sociales que han disminuido brechas (no vamos a decir que todo es malo y se ha hecho mal, finalmente, es más de un cuarto de siglo el que ha pasado), que siempre ha operado desde lo paliativo y jamás de la raíz. Y que el tan cacareado triunfo del NO y la lucha contra la dictadura, la metáfora del lápiz, etc; no fue sino para mantener la supra estructura social-político-económica de los que votaron que SÍ.
Y que todo eso está ligado también a la forma de ser del chileno medio 2.0: que ya no quiere tanto al amigo cuando es forastero; que desconfía, aparenta y aspira a la constante renovación de bienes y cosas, que es más deudor que ciudadano, y que vive echado a su suerte.
La franja televisiva de la opción SÍ (disponible en Youtube), tenía un simplón jingle de ambiente dicharachero, a modo Sábados Gigantes, que decía más o menos así: “Sí, digamos todos que Sí… Sí, por un futuro mejor, ¡Sí!, ¡Sí!, ¡Sí!… un país GANADOR!”. Creo que ese pobre mensaje penetró profundo, moldeando el inconsciente colectivo. Avivada por la desmemoria y la precariedad subsidiaria que provee a los inquilinos de este largo y angosto fundo llamado Chile.
El rayito de luz es que el clivaje tambalea y, uf, ya no se puede disimular el hedor.
Perfil del autor/a:
La raza