/ por Cristián Pacheco
Me arrojo a la adrenalínica aventura de ningunear uno de los lugares comunes de la izquierda que se ha transformado en canción y letra, en grito rabioso, lienzo rojinegro y bandera multicolor. «La prensa burguesa no nos interesa» es por estos días una consigna a profundizar y transparentar por el sano juicio de las nuevas generaciones, que ante la ausencia de pluralismo en los medios de comunicación optan por ignorar el campo donde se toman las decisiones en este país y de paso a quienes intentan recuperar ese poder de decisión.
La prensa burguesa (combinación redundante y a estas alturas choriza al peo) nos interesa no sólo porque es el lugar donde las instituciones muestran sus colmillos, donde el mercado protesta y donde lo popular masivo se manifiesta, es decir donde se visibiliza el poder, sino también nos interesa porque es un espacio imprescindible para tensionar una coyuntura que permita romper cercos, abrir la reja o tocar el timbre del Estado. Para los más escépticos, jugar al rin rin raja o entrar corriendo para que la prensa burguesa difunda la ofensiva. Nos interesan esos medios porque visibilizan luchas, luego reclamamos porque en la edición nos cobran sus intereses.
No digo que esté en contra del todo, menos del ímpetu, pero habría que preguntar qué medios están dentro de ese saco y cuáles no. Hay que tener claridad al respecto, pues de lo contrario se proyecta cierta incoherencia en nuestras discusiones, y no vaya a ser que quedemos desinformados y sin presencia en el mapa de medios. ¿El problema es la información o son los espacios por donde ella circula?
Me la juego.
«El Mercurio miente» y sabemos que lo va a seguir haciendo. No me refiero a que publique datos erróneos o que derechamente falsee información (no se ofenda colega), me refiero a que el discurso hegemónico presente en su contenido promueve un modelo económico que consolida y amplía la desigualdad. No hay chorreo ni resiliencia, menos movilidad social. Cuando hablamos de El Mercurio hablamos del principal medio de una clase y, en específico, de una de las fortunas más grandes obtenidas en la historia de este terruño. Su línea editorial no se juega en la política local, esa lectura cabe hacerla en sus páginas internacionales. El conflicto mapuche es su fascinación porque tiene ese nivel de repercusión. El cuerpo de Artes y Letras es puro gusto. El decano manda. Domingo a domingo pautea la semana entera y hasta permite que La Tercera, en su lugar de derecha aspiracional, le dispute a ratos la agenda nacional. Porque sin discípulo no hay maestro.
El diario de Copesa puede ser aún más conservador que la maquinaria Edwards con tal de congraciarse con el poder. No es necesario hacerlo todo el tiempo ni en todas sus páginas, cada tanto se insertan contenidos que iluminan su línea editorial. No es extraño si se piensa que su fuerte es la Revista Qué Pasa, fundada en 1971 por los redactores de El ladrillo. La mano de su ex director, Cristian Bofill, hoy se deja sentir en Canal 13 donde la campaña contra los gobiernos venezolano y boliviano es insistente. De perfiles similares, La Tercera y Canal 13 se visten de progresismo cultural, defienden el libre mercado y critican la ineficiencia del Estado, cualquiera, para avalar la privatización de los recursos, bienes y servicios. De derechos ni hablar. Años atrás, entre todos le quitaron el piso a La Nación, desfinanciada para que coronara el camino de los periódicos clausurados en dictadura y un poquito más acá. No me voy a detener en los diarios cuyo espacio para información es menor al publicitario. Tampoco en los diarios digitales que funcionan como fábrica de vienesas. Menos en El Ciudadano. Me da pena, fue un buen aporte en su momento, pero es evidente que hoy necesita un viraje. Aparte, ¿qué nos queda? ¿Panorama News?
¿Todo El Mercurio S.A. es el demonio? Sí, su línea editorial se reproduce a nivel local, en sus diarios provinciales y en LUN. ¿Todo Copesa es el demonio? No. El periódico digital de investigación CiperChile es un aporte. Toca las heridas que el mismo Estado se infringe, y otras pocas provoca esas fisuras desde adentro. Una isla flotante donde los periodistas juegan al cuarto poder y sueñan con participar de la Realpolitik. Son los que gozan con Spotlight o Bala Loca y les calientan los pasillos a La Moneda. En esa línea liberal podemos ubicar a El Mostrador, que intenta subir el nivel de la cobertura diaria sin los recursos de Saieh, y atrae al público bien pensante abriendo el espacio para columnas, muchas, no diría demasiadas, pero si un enorme ramillete de ellas. El Líbero es el aparato de la UDI doctrinaria, La Segunda de la UDI golpista, Radio Agricultura de los latifundistas, El Dínamo es de Velasco, la Radio Nuevo Mundo y El Siglo son del pecé, Cambio21 de los sociolistos, Radio Cooperativa es de la decé y The Clinic de los que no están ni ahí, que nunca se fueron sino que maduraron mal y en Provi, y que sólo se arroparon con estética. Son de los que creen que Bachelet está mal asesorada. Siendo justo con los nostálgicos habría que rescatar sus crónicas fetiche y sus entrevistas alocadas, pero su análisis político se reduce a la provocación de mal gusto, incluso lejos de la escuela Charlie Hebdo que tanto admiran.
Pero volvamos a la televisión, donde la cosa es dramática. TVN pervive en la pasta del costumbrismo. Chilevisión en la pasta poblacional. La Red, interesante en su momento, fue rápidamente desarticulada. Mega apropiándose de lo popular y su deseo de paz (ciudadana). CNN, el mejor informativo en televisión, lamentablemente sujeto a los vaivenes del mercado. Todos los anteriores, medios asustadísimos con la delincuencia, pero sumisos con la corrupción. Hasta hace poco, el sobrevalorado programa de debate Tolerancia Cero generaba tendencia en la opinión pública y Villegas era un duro. Papel similar intentaba cumplir Joignant en el programa Estado Nacional, crítico durante el gobierno de Piñera, suave simpaticón desde que está Bachelet al mando, y viceversa. Qué decir de «En buen chileno», la última vergüenza del pluralismo político en televisión. «Mejor hablar de ciertas cosas» dicen Matías del Río y Consuelo Saavedra, pero siendo sinceros nos gustaría que se callaran. Y siguen la tendencia de la sigla vacía, de la demanda plastificada: MQLTV, ahora en UCV (que no se ve). Apaga la tele dirán algunos. Me niego, esa consigna noventera debe ser actualizada, pero es materia de otro texto.
Para informarse en serio, la radio manda. Y principalmente temprano en la mañana. Entre BíoBío y ADN no hay diferencias sustanciales y cubren tanta información alternativa como lo hacen los medios que no apuestan por construir agenda propia. El resto de las radios tiene uno que otro programa interesante, lo dejo a sus gustos. Más atrás, las radios que reaccionan constantemente a la contingencia, entre ellas Radio Universidad de Chile y Radio USACH, dos repetidoras con mucho potencial si soltaran sus lastre institucionales. Esto en el plano informativo, claro, porque para el campo cultural son un aporte en tanto espacio que publicita y construye un mercado independiente. Siendo buenos espacios para visibilizar movimientos sociales, se siguen interesando sólo por conocer la política interna de la periferia de la Nueva Mayoría. Quizá esta sea la razón por la que Radio Universidad de Chile no despega (y la USACH se acerca), ambas marcan el paso en política. Eso intenta paliar el programa «Emergentes» al mostrar la otra política desde Youtube.
En este contexto, creo que la arremetida de El Desconcierto es un aporte, en tanto nos hace interesarnos por un terreno de la política utilizado sólo como leve contrapunto en el resto de los medios de comunicación. Creo que ese énfasis editorial construye y articula un nuevo centro en torno al cual debatir. Me parece que la cobertura que realizó frente al quiebre del autonomismo ejemplifica con claridad la aparición de una mirada compleja y tensa en la relación entre la organización política y (sus) los medios. Es por todos conocido (¿o reconozcamos de una vez que por pocos?) que en ese distanciamiento -entre la Izquierda Autónoma y el Movimiento Autonomista-, hubo errores de ambas partes, y que El Desconcierto se puso de un lado de los errores.
El quiebre
Considerando este mapeo, creo que tratar a Gabriel Boric de caudillo en El Mercurio es algo irrepetible, por no decir imperdonable. Muestra ingenuidad respecto del poder de los medios de comunicación. Izquierda Autónoma quiso informar a la población sobre el quiebre, pero terminaron dañando la imagen del único referente que dentro de la institucionalidad genera un ruido distinto con correlato en los movimientos sociales. Los medios de comunicación generan identidad y se fortalecen con cada crisis. Y esta crisis le fue entregada en bandeja a El Mercurio. La otra facción respondió en la Qué Pasa. Nada que agregar.
El Desconcierto también siguió la polémica y tomó posición. La última entrevista al vocero de Izquierda Autónoma, Andrés Fielbaum, evidencia; primero, que la disputa continúa y, segundo, que los editores de El Desconcierto tienen muy claro que no es un buen momento para mostrarse contrario al feminismo. ¿Mala calaña? Claro. Pero es parte de la política estar expuestos, ¿o no? Le pongo fichas a El Desconcierto porque instala un nuevo espacio donde se visualiza el debate de las fuerzas políticas emergentes: los ya mencionados IA y MA, Nueva Democracia, Izquierda Libertaria y otros piños varios. Es un medio que interpela a esos proyectos partidarios desde la organización social y territorial que también se encarga de exponer, tal como los feminismos en construcción. El medio se publicita, construye un nuevo escenario y se posiciona. ¿Eso queremos, verdad? ¿También le vamos a pedir objetividad e imparcialidad a El Desconcierto? Esta vez lloverán palos a la Izquierda Autónoma, pero luego le tocará a otra organización, que de seguro se equivocará también si es que no se complejiza la lectura sobre cómo funciona la prensa. En este escenario de concentración de medios, ¿se va a prescindir de El Desconcierto porque su posición no engorda a mi piño (el que sea) y a mi juicio lo ataca?
Por el momento estamos a merced de la manipulación mediática de los grandes capitales, que fácilmente pueden levantar una figura pública a lo más alto hasta encontrar el momento propicio para dejarla caer. Esperemos no le pase a Luis Mesina. Intentemos no morder el anzuelo. La prensa burguesa nos interesa, decirlo no quita choreza. Pero hay que aprender a leerla para saber desde donde, cuando y qué decir, o nos van a vender siempre la pescá. El Desconcierto puede equivocarse mientras tenga la mirada puesta en este espectro político, es ahí donde aporta. Y así se suma al heterogéneo e incipiente campo de nuevos medios informativos que nos interesan, por ésta y otras formas de hacer política en Chile.
Perfil del autor/a:
No olviden la radio La Clave! Ahí también está buena la cosa si uno quiere informarse de política!